"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

viernes, 11 de agosto de 2017

La ruptura entre el presidente y el vice: el nuevo escenario político de Ecuador

Por JOSÉ MARÍA LEÓN CABRERA , New York Times



El vicepresidente de Ecuador, Jorge Glas, muestra el decreto presidencial donde se lo deja sin funciones durante una conferencia de prensa en Quito, el 3 de agosto de 2017.CreditRodrigo Buendia/Agence France-Presse — Getty Images

GUAYAQUIL – Ecuador vive una crisis política que no veía hacía más de una década. El 3 de agosto pasado, el presidente Lenín Moreno dejó sin funciones a su vicepresidente, Jorge Glas. La medida no es una destitución, pero en la práctica Glas queda marginado de todas las decisiones del gobierno, algo que contrasta con el alto perfil que tuvo durante el gobierno de Rafael Correa —fue también vicepresidente entre 2013 y 2017—, en el que manejó los llamados ‘sectores estratégicos’ de la economía ecuatoriana: petróleo, minas, energía, telecomunicaciones, medioambiente.

Su paso dejó varias megaobras como hidroeléctricas, hospitales, carreteras, y acusaciones de corrupción. Esas acusaciones han ido en aumento y han desatado un enfrentamiento entre Moreno y Glas, a dos meses de la asunción de la dupla al mando del país.

La ruptura entre Moreno y Glas pone al Ecuador de vuelta en una vieja tradición política en la que el primer peligro para un presidente es su segundo al mando. José María Velasco Ibarra, cinco veces presidente del país, resumió esa costumbre en una línea: “El vicepresidente es una especie de conspirador a sueldo del Estado nacional”.

Después de ser secuestrado durante doce horas por un comando de la Fuerza Aérea en 1987, cuando era presidente, León Febres-Cordero escribió el libro Autopsia de una traición, pero no hablaba allí de la sublevación militar, sino de las supuestas maniobras de su vicepresidente para quedarse en el poder. En los derrocamientos de Abdalá Bucaram (1997), Jamil Mahuad (2000) y Lucio Gutiérrez (2005), la figura del vicepresidente siempre ha sido una pieza escurridiza, deslizándose con más o menos tino entre la lealtad al binomio y la siempre latente aspiración de todo político al máximo poder.

La pugna entre el presidente y el vicepresidente es también la pugna entre Moreno y su antecesor, Rafael Correa. A pesar de pertenecer al mismo partido, a solo días de tomar posesión, Moreno se ha ido alejando del estilo y las medidas de gobierno de su predecesor, del quien Glas es considerado un incondicional.

Pocos días después de asumir, Moreno le dio una vuelta al tablero político ecuatoriano: se reunió con líderes de la oposición, devolvió la sede a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) que le había sido quitada por el gobierno anterior y despidió a todas las cabezas de los medios públicos, consideradas cercanas a Correa.

El expresidente ha acusado a su sucesor de entregar el manejo de empresas de energía eléctrica a opositores a cambio de apoyo político, de traicionarlo por quererse diferenciar de su gobierno, de querer institucionalizar la corrupción; de regresar, en definitiva, a lo que Correa llama “el viejo país”.

Desde el primer día ha cuestionado su gestión y ha llegado a decir que será efímera, y que Moreno no sabe de lo que habla o que directamente miente. Moreno le ha contestado que no concibe la lealtad como la que se tiene la mafia y que el expresidente sufre de síndrome de abstinencia del poder.

El enfrentamiento ha generado una división profunda en el partido de gobierno, Alianza País (AP), que se ha cuarteado en facciones pro Correa-Glas y otras pro Moreno.

Jorge Yunda, asambleísta de AP, dijo a los medios que se sentía como un niño en medio de una pelea entre sus padres: “Uno no sabe si irse con la mamá, o irse con el papá, uno quiere a la mamá, quiere al papá, y en esas circunstancias anhela y espera que se hagan de a buenas y que podamos seguir adelante en bien de los dieciséis millones de hijos que podrían ser parte de este conflicto”.

Pero las consecuencias del divorcio podrían tener implicaciones más profundas. Para el politólogo Oswaldo Moreno, la pugna entre los dos mandatarios del Ejecutivo revela un cambio en el escenario político ecuatoriano: “La oposición tradicional, que durante los 10 años de Correa fue la prensa privada, acaba de acercarse con el leninismo. Y la que era la oposición política ahora es solo la derecha”.


El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, durante una ceremonia militar por el Día de Independencia en Quito el jueves 10 de agosto. CreditDolores Ochoa/Associated Press

La grieta se volvió insalvable a principios de este mes. El medio brasileño O Globo publicó audios en los que el excontralor del Ecuador —hoy prófugo de la justicia— Carlos Pólit conversa con José Conceição Santos, un ejecutivo de Odebrecht en Ecuador que colabora con la justicia brasileña, sobre los pagos para obtener informes favorables de la Contraloría (la entidad encargada de supervisar el manejo de los fondos públicos en Ecuador). En uno de los audios, se escucha cómo Santos le dice a Pólit: “Yo supe que Jorge Glas está ahí haciendo caja, pidiendo plata, mucho dinero”. Según Santos, el tío de Glas, Ricardo Rivera, la había pedido ese dinero.

Rivera es el principal detenido por el caso Odebrecht en Ecuador. Aparece en conversaciones con funcionarios de la compañía brasileña, fue filmado por el ejecutivo Santos, y el empresario de telecomunicaciones ecuatoriano Tomislav Topic dijo a la Fiscalía que le pagó más de cuatro millones de dólares por su intermediación con una empresa china, y con Odebrecht. Dijo que esos pagos no habían sido en dinero efectivo, sino en “servicios de cortesía” y que no eran ilegales, sino “prácticas normales de mercado”.

El 2 de agosto, de forma paralela al caso Odebrecht, la Contraloría del Estado —ya sin Pólit a la cabeza— anunció que hay indicios de responsabilidad del vicepresidente Glas y otros funcionarios en la adjudicación del campo petrolero Singue a un consorcio chino-ecuatoriano que no cumplía con los requisitos legales. El Fiscal General de la Nación ha anunciado que investigará el caso.

Ese mismo día, Glas respondió: “Pueden venir más persecuciones, pedidos de juicios políticos, más difamaciones y amenazas personales. Tengo la obligación de pronunciarme hoy con la fuerza de los verdaderos revolucionarios”, escribió. Correa dijo que la Contraloría era el “nuevo instrumento de persecución” del gobierno.

Glas ha repetido que los audios, conversaciones y videos que se han presentado son parte de una campaña de venganza de Odebrecht en su contra. En su comunicado, el vicepresidente despejaba cualquier duda sobre su quiebre con Moreno, que es también el quiebre de la facción correísta de AP con el gobierno: “¿Acaso está preparando el terreno para perseguir a sus antiguos compañeros para saciar la sed de venganza de sus nuevos amigos?”.

Un día después de ese comunicado, Lenín Moreno firmó el decreto 100 y dejó a Glas sin funciones. Glas dio una rueda de prensa desde la Vicepresidencia donde dijo que no renunciaría, y que se dedicaría a recorrer el país. Esa noche, O Globo publicó otra nota en la que se asegura que el delator Santos afirmó ante los fiscales brasileños que pagó al menos 14 millones de dólares al tío de Glas —Rivera— y a Glas mismo.

También apareció un nuevo audio en el que Santos habla directamente con Glas sobre cambios de precios en contratos y pagos atrasados en contratos, e IDL Reporteros publicó un video en que Rivera aparece acordando un pago y pidiendo plata “para la campaña de vidrio” (vidrio en inglés es glass, por lo que se supone que es una alusión directa al vicepresidente).

Glas ha negado repetidamente haber sido parte de cualquier esquema ilegal.

Algunos analistas anticipaban desde la campaña electoral la ruptura entre presidente y vicepresidente. Según María Paula Romo, exasambleísta y disidente de AP, la tensión entre ambos se remonta a la época en que el partido gobernante definía su candidato presidencial, y Moreno terminó nominado porque era mucho más popular que Glas. Pero el distanciamiento ha sucedido mucho antes de lo esperado. “Pocos nos imaginamos que sería tan rápido y virulento, acelerado por la cantidad de indicios que vinculan a Glas con los temas de corrupción. La corrupción y la situación económica desbordaron las propias preocupaciones y sospechas de Moreno”, dijo.


De izquierda a derecha, el actual presidente Lenín Moreno, el expresidente Rafael Correa y el vicepresidente Jorge Glas durante la convención en Quito del partido Alianza País en la que Moreno fue elegido como candidato presidencial por esa fuerza política, en octubre de 2016 CreditDolores Ochoa/Associated Press

Mientras Correa se queja desde Bélgica y Glas se atrinchera en su cargo, Moreno avanza con su agenda de gobierno, no sin protestas de buena parte de su partido. Algunos militantes le gritaron ‘traidor’ en una aparición en el balcón del palacio de Carondelet, la sede presidencial. Pero en el panorama general, Moreno parece consolidar su estilo y forma de gobierno: según la encuestadora Cedatos Gallup tiene una aprobación de gestión del 70%, veinte puntos más de lo que tenía al llegar al poder. 

En los últimos días, la pelea ha entrado en una tregua, pero el desenlace de la pugna podría darse en los próximos días. Nada está dicho aún, y es difícil saber cómo terminará. Oswaldo Moreno y María Paula Romo coinciden en que, sin el pararrayos de Rafael Correa, el vicepresidente Jorge Glas deberá defenderse solo. Moreno dejó su habitual ecuanimidad e hizo las declaraciones más fuertes que ha hecho en todo su gobierno en un evento público el 4 de agosto: “Lastimosamente, ingeniero Jorge Glas, el dedo apunta cada vez más hacia usted”.

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