"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

martes, 6 de diciembre de 2016

Miles colman Auditorio Nacional de México en homenaje a Fidel Castro

Publicado en diciembre 6, 2016  MÉXICO 


El pensamiento de Fidel Castro cobra hoy renovada vigencia, coincidieron aquí miles de mexicanos que colmaron el Auditorio Nacional para rendir homenaje al líder histórico de la Revolución cubana.

Fue una convocatoria del Movimiento Antorchista, organización popular que pretende reformas estructurales en México para erradicar la pobreza, y cuyo secretario general, Aquiles Córdova, instó a ‘continuar las enseñanzas y el ejemplo de Fidel’.

El emblemático coloso del Paseo de la Reforma, escenario de importantes acontecimientos culturales, lucía en su escenario la imagen del estadista cubano, que se repetía dentro y fuera de la instalación.

Decenas de personas que no pudieron entrar siguieron desde una pantalla gigante el encuentro, amenizado por la Orquesta Sinfónica de Chimalhuacán, municipio del Estado de México, así como con interpretaciones de poemas y canciones cubanas.

El líder antorchista, orador de la velada, dijo que la gesta libertaria encabezada por Fidel Castro otorgó a la isla caribeña una ‘independencia genuina y la autodeterminación de su pueblo’.

‘Los lacayos del imperio le temen a las verdades de Fidel y del pueblo de Cuba, y es un terror genuino porque un día los pueblos se harán justicia’, proclamó.

Calificó de asesina la política de bloqueo contra la mayor de las Antillas que, por el contrario, ‘formó médicos y otros profesionales de países del Tercer Mundo’.

Los hombres buenos lloran, aplauden y rinden tributo a Fidel Castro, exclamó.

Recordó que el expresidente cubano organizó sus aprestos revolucionarios en tierra mexicana, de donde partió hace 60 años junto a 81 expedicionarios en el yate Granma para combatir, y finalmente derrotar, a la dictadura de Fulgencio Batista.

México tiene parte, modesta pero gloriosa, en la gesta libertaria de Cuba, concluyó.

PL

Cuba y los Estados Unidos realizarán quinta reunión de la Comisión Bilateral

Enviado por editor en Mar, 06/12/2016 - 09:44


LA HABANA, 6 de diciembre 2016. Delegaciones de Cuba y los Estados Unidos se reunirán en La Habana, el miércoles 7 de diciembre, en ocasión de la quinta edición de la Comisión Bilateral.

La delegación cubana estará presidida por Josefina Vidal Ferreiro, directora general para EE.UU. del Ministerio de Relaciones Exteriores, y la estadounidense, por Mari Carmen Aponte, secretaria adjunta para el Hemisferio Occidental.

Se revisarán los acuerdos de la cuarta reunión, efectuada el 30 de septiembre pasado en Washington, y se realizará un balance sobre los resultados alcanzados desde la creación, en agosto de 2015, de la Comisión Bilateral como mecanismo para dar seguimiento a los vínculos entre los dos países, tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas.

Además, se definirán las acciones que se realizarán en las próximas semanas para avanzar en el proceso de mejoría de las relaciones, incluyendo visitas de alto nivel, nuevos acuerdos de cooperación en áreas de interés común, encuentros técnicos y diálogos sobre temas de interés bilateral.

Los representantes de Cuba ratificarán que el levantamiento del bloqueo, la devolución del territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval en Guantánamo y la eliminación de otras políticas del pasado, será esencial para normalizar las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.

(Cubaminrex)

Docencia, decencia y socialismo en la universidad cubana


Hace varios días rueda por las “redes sociales” la información y comentarios sobre el hecho de que, a Julio Antonio Fernández Estrada, jurista, profesor universitario y socialista confeso, no le actualizaron su contrato como profesor en la Universidad de la Habana. Varias son las razones y los supuestos que sobre este particular se conocen, entre ellas la publicación de un artículo titulado “No quiero saber nada de los industriales ni de Obama”. 

Como sucede con cualquier dato o acontecimiento nacional, este permite encausar el permanente debate sobre la realidad cubana, sus tensiones, desafíos y alcances. Otra oportunidad para mirar algunos elementos de nuestra realidad compleja, diversa, llena de matices y aparentemente inabarcable. Con este fin convido a un grupo de personas, sobre todo del mundo de las ciencias sociales y el activismo en la vida pública, y de clara sensibilidad con el proyecto de justicia social y soberanía en Cuba, a comentar alrededor de un par de preguntas sobre Julio Antonio en particular y sobre algunos significados de su salida de la Universidad en general.

¿Cuál ha sido su acercamiento a Julio Antonio Fernández Estrada y a los contenidos generales de los textos recientemente publicados en su columna de OnCuba?

Juan Valdés Paz: Conozco al “joven” (como los de ochenta llamamos a los de cuarenta) Julio Antonio Fernández Estrada, hace más de una década. Lo primero a decir de Julio Antonio es que es una persona decente y que no conozco nada de él que no sea recto, lúcido y comprometido con los ideales de la Revolución. Lo segundo, que Julio Antonio es uno de los más brillantes intelectuales de su generación, con un estilo profundo y mordaz, como corresponde a un buen senequista. Tercero, que es uno de nuestros más destacados juristas, Catedrático de Derecho Constitucional y Romano, profesor universitario por más de veinte años, siempre elegido por el alumnado de la Facultad como el mejor de sus profesores. Cuarto, que Julio Antonio ha sido un trabajador de la Universidad de La Habana desde su graduación, pero esta Alta Casa de Estudios se ha venido deshaciendo de su magisterio gradualmente, no obstante, la solidaridad de algunos de sus colegas, hasta que recientemente le fue rescindido o no renovado su contrato, rompiendo así su último vínculo con la Universidad y sin que importen muchos los argumentos utilizados al efecto puesto que a una persona decente no se le deja sin trabajo. Quinto, que en cuanto a sus escritos en OnCuba me parece fuera de discusión su derecho a ejercer sus opiniones, puesto que de eso se trata; en todos los trabajos de Julio Antonio que conozco, sus críticas han estado acompañadas siempre de un fondo ético y político, inobjetables, pero en todo caso, dignos de ser debatidos y nunca penalizados. 

Mylai Burgos: Entré a estudiar Derecho en la Universidad de La Habana en 1993, por la misma puerta que Julio Antonio, nos separaban aulas, personas y un poco más. Épocas repletas de escaseces donde sobrevivíamos de la inventiva y agarrados a la historia para seguir activismos estudiantiles de antaño. Julio y yo nos conocíamos, pero nos replicábamos entre la introversión de uno y la extroversión propia, estuvimos cerca y también lejos muchas veces. Pero la vida desdeña lo superfluo y une la honestidad para asentar la amistad. Por eso algunos años después empezamos a caminar juntos pensares y quehaceres, tan juntos que el sendero se ha vuelto un andar mutuo.

Compartir sus palabras ha sido uno de los motivos de esos andares, pero hace un tiempo tuvieron un repunte al saltar a las redes sociales pequeños textos temáticos de su sentir, que es el sentir de muchos y muchas. Hablar de la coyuntura política, del barrio, de las expectativas truncas, de la discriminación, de la democracia, de la república, de la constitución, de ese derecho que estudiamos con su padre, nuestro maestro excelso, donde la libertad no existe sin igualdad, y la justicia fraterniza con la política, hablar y poner sobre la mesa con prosa poética lo que a muchos nos golpea el alma, desde la isla y por ella, es lo que ha sucedido en los últimos meses con sus textos en el mundo virtual.
Mi acercamiento no es nuevo, van conmigo en sus reflexiones lo que nos duele y nos mueve por el presente y el futuro de Cuba.

Aurelio Alonso: Si hablamos de “acercamiento” tendría que empezar por decir que estoy cerca de Julito desde antes de que naciera debido a la estrecha amistad que tuve con Fernández Bulté desde los años sesenta, cuando nos iniciábamos en la compleja tarea de la docencia desde perspectivas teóricas a las cuales la Universidad había sido adversa hasta el triunfo de la Revolución. Vi crecer a Julio Antonio, y formar su inteligencia, entre la estampa cultural ideológicamente comprometida de su padre y la ternura de su entrañable madre. Lo recuerdo, todavía estudiante de Derecho, en una de las conversaciones sobre temas polémicos que Julio y yo solíamos sostener cuando le visitaba, pronunciarse contra la pena de muerte con argumentos tan sólidos que me impresionaron por su madurez. Me atrevo a caracterizarlo hoy como uno de los estudiosos más serios de su generación. Sus trabajos recientes en On Cuba reflejan, como todo lo que he leído de él, esa correspondencia del compromiso con el ideal socialista y la indispensable originalidad de pensamiento, que no puede ser digerida desde los extremos, pero termina por abrirse paso cuando mantiene su curso y se logra profundizar con coherencia.

Israel Rojas: A día de hoy la circulación de ideas en la red cubana es mayor que nunca y es imposible estar al tanto de todo. A veces siento que se ha pasado bien pronto del murmullo por escasez de voces a una etapa de mucho ruido e incapacidad de asimilar tanto. 

Hay sin embargo un grupo de comunicadores que tienen el don de proyectar luz con largo y certero alcance. Se destacan. Nutren y oxigenan. Imposible no estar al tanto de sus comentarios y reflexiones. Los artículos de Julio Antonio Fernández se ganaron mi atención. Se coló en mi lista personal de líderes de opinión. De mentes a la que arrimar el alma. De voces que compartir y recomendar.

Está de moda escribir bien, a veces de manera genial, sobre la derrota, el escepticismo, el descompromiso, o el llamado al “todos contra todo”. Por otro lado,está el lenguaje gastado y lleno de zonas comunes que tanta discusión ha motivado en los congresos de la UPEC y la UNEAC, pero del cual evidentemente no es fácil deslindarse rápido.

Soy de una generación que, aunque desordenado, no le gusta el desorden. Que cree que el espíritu más libre es el que asume compromisos y que aun sabiendo que no fue posible crear al hombre nuevo, ve en muchos cubanos y cubanas los síntomas positivos de aquella aspiración. Quiero soberanía, progreso y mayores libertades para el futuro, pero para todos equitativamente según su buen hacer y no solo para una parte afortunada.

Entonces es obvio que soy lector de Julio Antonio Fernández. Un comunicador que logra atraparme por la calidad de los contenidos y la manera de abordarlos. Una voz pedagógica y jurídicamente calificada que ilustra y convoca a entender temas complejos y cotidianos. Que se hace mis mismas preguntas y se aventura con las respuestas. Corre el riesgo. Da la cara. Nos devuelve palabras en todo su sentido real y no en el que el nuevo imaginario desideologizante por desgracia va imponiendo. Y para colmo de bienes, se desnuda en uno de sus más recientes entregas periodísticas para hablarnos como hijo. En un mundo en el que los padres del tamaño del suyo, muy pocos viven como vivió su padre y mucho menos dan hijos que prefieren la docencia, el doctorado, el periodismo escrito y la investigación social ¡Con tanta firma extranjera que administrar! ¡Con tanto negocio que hay para hacer! Y mucho menos le llamarían a su hijo José Julián, que es más que nada una declaración de fe.

Me van a disculpar, pero tengo que creerle a Fernández Estrada. Ojalá un día la vida privada de muchos hombres públicos sea así de transparente. 

Espero siempre su columna en OnCuba. Y a veces me pregunto por qué no se reproducen algunos de estos excelentes trabajos en medios de mayor alcance como la radio, la televisión o la prensa plana nacional. Se desaprovecha o al menos no se explota al máximo el potencial que en materia de pensamiento cubano contemporáneo aportan muchos buenos hombres y mujeres, solo por el pecado de publicar desde una “plataforma informal” y sospechosa.

Debo aclarar que jamás he compartido con Fernández Estrada ni una cerveza. Acaso un saludo cortés en una sola ocasión. Pero le conozco por lo que escribe y ya en eso, confieso que pueden estar viciadas de nepotismo estas letras. 

Llanisca Lugo: Mis encuentros con Julito siempre han venido de la mano con los recuerdos de la Plaza Agramonte en la Universidad. Para mí Julito siempre está en las aulas, lo recuerdo saliendo del Anfiteatro o de las aulas de la Facultad de Derecho rodeado de estudiantes que le preguntaban, comentaban, exploraban otro tipo de relación con el derecho, con la pedagogía, con la ética revolucionaria a través de un diálogo lleno de romance, compromisos y prácticas coherentes. 

Para mí Julito, es siempre el del premio PUM de los estudiantes, el de las polémicas, el del halo de magia y seducción que ponía siempre la democracia en el centro del compromiso pedagógico y también viceversa. 

Un amigo me dijo una vez que hubiera querido ser como Julio Antonio, por la valentía con que defendió su tesis de licenciatura a pesar de que podía traerle problemas, y yo fui comprendiendo mejor por qué la admiración expresada en la plaza de árboles y bancos donde se hablaba de todo porque en todo estaba la diferencia. 

Después vino un taller en el Centro Martin Luther King donde socialismo y revolución venían con brazos de trabajo llenos de sudor, y otro taller para vivir la revolución cubana a cincuenta años de su triunfo, y su tremendo buen humor que hace reír y pensar, que hace buscar. 

Sus textos me traen esa historia como hilo que teje el tiempo y siempre veo al mismo muchacho, un poco más viejo, padre, maestro, lo veo escribir para seguir corriendo los límites de las preguntas que tanta falta nos hacen. Sus textos son una síntesis del sentido común cuando la mirada a la vida cotidiana se hace sin cortinas, son como piezas hilvanadas en el sentir más sencillo, donde además de la belleza, aparece la verdad que siempre se puede entender porque se puede tocar. 

Hoy nadie tiene dibujado el proyecto de consenso con el pueblo cubano, y no están las respuestas agotadas y claras, pero Julito contribuye en el campo de las preguntas y en la ampliación de la reflexión sobre lo posible que aparece cada vez más constreñido y limitado. 

Julio César Guanche: Conozco bien a Julio Antonio Fernández Estrada desde hace más de 20 años. Muy reconocido como profesor universitario, nació casi literalmente en la Universidad de la Habana y a ella ha dedicado, al completo, su vida. Es, acaso, el más destacado especialista en Derecho Romano en el país –una disciplina muy compleja, y de conocimiento imprescindible para entender la base del sistema jurídico cubano. Asimismo, tiene gran competencia en materias de Filosofía del Derecho, Derecho Constitucional, Teoría del Estado y el Derecho e Historia del Estado y el Derecho, tanto para el ámbito global como el nacional. Al mismo tiempo que ha trabajado en esta formación, ha mantenido relaciones muy estrechas con todas las generaciones de estudiantes que ha formado, y ha participado junto a ellos de cuanto proyecto político o empeño social han seguido dentro y fuera de la Universidad. Antes de los 30 años ya había obtenido dos licenciaturas (Derecho e Historia) y un doctorado. Contar con un profesional de esta entidad y calidad es un orgullo para los que respetamos y admiramos a la Universidad de la Habana como una de las instituciones centrales de la cultura científica y política del país, y para todos los interesados en la docencia e investigación del Derecho y en la promoción de la cultura jurídica hacia el ámbito de lo social. Un profesional así es, además, el tipo de “patrimonio” universitario y cultural que cualquier sociedad se precia en tener, por lo que contribuye con toda ella, y no solo hacia sus alumnos en específico.

Además, Julio Antonio pertenece por derecho propio –y no solo por la “herencia” recibida de su padre, Julio Fernández Bulté, el más grande jurista cubano desde 1959 hasta hoy—a la gran tradición cubana de intelectuales públicos, que se deben tanto a la docencia universitaria como al debate nacional sobre los asuntos cruciales del país. Es la tradición, por ejemplo, de Raúl Roa García, profesor celebérrimo de la Universidad y decano en ella dos veces, intelectual de vanguardia en América latina y político plenamente comprometido con la justicia social y el socialismo, cuya labor fue en su tiempo una de las grandes inspiraciones de la juventud estudiantil cubana.

Los textos de Julio Antonio publicados en ONcuba, como sus artículos académicos, intervenciones públicas, charlas, conferencias, cursos, clases, etc, tienen el mismo espíritu y la misma vocación: presentar disputa en el espacio público cubano a favor de lo que, por aprovechar la mención antes hecha a Roa, este llamaba “el socialismo de la libertad”: un socialismo comprometido con la libertad, la justicia, y también la belleza. Julio Antonio ha sido capaz de situarse, con brillantez, en el difícil género de la crónica y ha entregado, con su columna en ONcuba, uno de los espacios más lúcidos y legibles que existen hoy en Cuba no solo para reflexionar, sino para reencantar con el socialismo, la revolución, la democracia y la república, a un público que confirma, descubre, o redescubre, en sus textos, que el socialismo puede ser confundido por algunos con la ignorancia histórica, con la mediocridad intelectual, con el entusiasmo por rechazar el pensamiento crítico y con la vocación de entender el “debate político” como una cacería de brujas que haga irrespirable el cielo, por demás tan azul y despejado de Cuba, pero que el socialismo en este país ha sido, es y puede ser más libre, más justo, más hermoso (y más eficiente) que esas distopías cometidas en su nombre.

Julio Antonio, que además es un buen conocedor de la cultura y el lenguaje popular de Cuba, sabe que nació en un país que debe, para mal y para bien, su historia, en buena parte, al azúcar. Por ello, sabe también que en esta isla ser un “amargado” es un crimen de lesa cultura nacional. Sus textos en ONCuba tienen así, y lo tienen naturalmente, como están en el carácter de su autor, el humor, la alegría, la música, la seriedad, la gracia, la profundidad y la sofisticación de la Cuba que se merece Cuba. Creo que esa columna es hoy una gran aula para expresar y sentir parte de lo mejor que tiene este gran país nuestro.

¿Qué lugar tienen en los espacios institucionales en Cuba hoy los enfoques que Julio Antonio Fernández, y qué desafío pudieran plantear? 

Juan Valdés Paz: Considero que las opiniones de Julio Antonio, la mayor parte de las cuales comparto, deben ser debatidas en su contenido y forma, aceptadas o impugnadas, pero siempre respetadas como un derecho de opinión y nunca tomadas de excusa para descalificar a la persona, menos aún si se trata de un revolucionario.

Creo que lo que publica Julio Antonio en OnCuba podría y debería ser publicado en otros órganos de prensa, en otros espacios en los que pudiera ser conocido y debatido. 

El caso de Julio Antonio Fernández es el de todos los revolucionarios o no revolucionarios, que desde “dentro de la Revolución” reclaman tener voz para expresar sus opiniones y propuestas; el de aquellos que responden al reiterado llamado del Presidente Raúl Castro para que los ciudadanos en general y los intelectuales en particular, contribuyan con sus talentos y criterios al proceso de cambios que el país demanda.

La ausencia de suficientes espacios plurales, las restricciones en los medios y la falta de una cultura del debate, hace que las opiniones por fuera del discurso oficial les parezcan a algunos disonantes cuando no disidentes. Esto puede dar lugar a un escenario de malos entendidos, pero también a actitudes defensivas, sectarias u oportunistas. Solo el debate de las diferencias nos permite discernir en qué estamos todos de acuerdo y sobre esos acuerdos, construir el consenso y asegurar la unidad política de la nación. 

Mylai Burgos: Llevo la isla muy dentro, por eso, aunque viva fuera de ella hace catorce años, estoy al tanto de su hacer constante. 

El debate ideológico cubano vive en la triple tensión de lo que se puede, con lo que se debe y lo que se quiere. Todos dicen que intentan, pero nadie lo logra, y no se sabe si es porque no se puede, no se debe o no se quiere, o las tres a la vez.

Los debates están en todos los medios de comunicación, a lo que se ha sumado el mundo virtual donde el control es imposible y la libertad navega entre la profundidad y la superficie, hay de todo, mucho para desechar y un poco más para rescatar.

El Derecho en estos lares, la constitución, sus articulaciones democráticas, la libertad con igualdad, los derechos, sus garantías, el respeto a la legalidad, la norma jurídica como fenómeno dialéctico que es, el derecho como contén a la corrupción, a la arbitrariedad, pero también a la explotación, nunca han sido temas preponderantes en ningún espacio en la isla, la institucionalidad pasa por el discurso del orden, la disciplina, el control pero nunca por el derecho, los derechos, donde también hay deberes y obligaciones. Esta situación ha tenido un devenir histórico constante en el proceso revolucionario cubano, por eso la conciencia jurídica campea por su ausencia en los procesos ideológicos, en el actuar político institucional y en las prácticas cotidianas de la sociedad isleña.

La discusión jurídica en Cuba ha tenido mínima cobertura desde los años noventa en algunas publicaciones de revistas sociales como la Revista Temas de Cuba y la Revista El Otro Derecho de Colombia. Hubo producción de revistas sobre el derecho, aunque azotada por el período especial pero también por sus desidias descriptivas y poco rigurosas propias del positivismo marxista ortodoxo, que de marxismo sólo tenía el nombre. En los últimos diez años, han aparecido una serie de libros que, con contadas excepciones, siguen la misma línea, exposiciones escolásticas de temas diversos sin un debate de contradicciones, sin un estudio de la realidad sociojurídica, sin un cuestionamiento del status quo jurídico desde sus instituciones, estructuras, funciones y sociabilidades.

Al debate ideológico jurídico cubano hoy hay que extirparle la triple disfuncionalidad antes descrita, el poder, el hacer y el querer, pero también el anquilosamiento perpetuo, la inercia mediocre, la ignorancia con miedo y llenarlo de intempestiva valiente, frescura, profundidad, intimismo, verdad y crítica. Pero, sobre todo, empaparlo de socialismo, que, por ende, implica todo lo anterior y más.

Este es el debate que nos trajo Julio Antonio en el mundo virtual pero que sobre todo ha realizado en sus clases, enseñando derecho en la Universidad de la Habana desde hace más de quince años. Porque este debate jurídico no está solamente en los medios de comunicación, sino en las aulas donde se enseña, en los centros donde se investiga, en los bufetes donde se aplica, en los tribunales donde se impone con persuasión y justicia. 

Cercenar ese debate honesto y socialista, como se refleja en los escritos y el actuar de vida de Julio Antonio, quitándole su mejor expresión, que es la voz de sus clases impartidas, es cercenarnos a muchas y muchos, y como se ha dicho varias veces, es una derrota del proyecto revolucionario cubano.

Aurelio Alonso: Los espacios institucionales están marcados por las circunstancias y no solo, aunque igualmente, por las personas que los dirigen (circunstanciales también), con sus virtudes y defectos, su competencia y sus limitaciones; y por una orientación que les viene dada – explícita o implícita – y simplemente comparten y replican. En escasas ocasiones son autónomos. Ni siquiera cuando se identifican así. La abolición de la autonomía universitaria en nuestro país se produjo en el entendido de que las libertades que la Revolución nos trajo podría haberla hecho superflua. No obstante, la historia muestra que una conducción intolerante siempre puede incidir nocivamente en los “espacios institucionales”. Para decirlo sin rodeos, no se trata solamente de que se acabe por cometer una injusticia (aunque sea lo primero), sino también del daño que la institución se inflige a sí misma al privarse de inteligencia, de debate, de creatividad, por el simple hecho de percibirla o sospecharla contestataria al sistema de conjunto. Para el intelectual revolucionario, diría yo que el mayor desafío es el de la coherencia, el no traicionarse a sí mismo porque quien no es capaz de defender lo que piensa difícilmente pueda ser confiable para la defensa del ideal de una sociedad superior. Es decir, más equitativa, más participativa, más justa, más armónica con la naturaleza, más solidaria aún que la que hemos logrado hasta hoy, que no es poca cosa pero que dista de ser ideal. 

Israel Rojas: La aparición de nuevos actores de la comunicación y la conformación de la opinión pública que trajo la era digital no acaba de sincronizar con buena parte de la institucionalidad cubana en general. Y es una pena. Un ordenamiento jurídico vetusto y poco ágil para atemperarse a los tiempos lo hace complejo. De repente académicos, intelectuales o ciudadanos con determinada pericia demostrada adquieren voz propia y ponen en circulación ideas que los políticos o responsables de cierta esfera no estaban considerando oportuna, efectiva o incluso, ni siquiera sabían que existía tal problema y en vez de generar un efecto proactivo, revolucionario, edificante, produce exactamente lo contrario.

Estos enfoques deberían tener un papel primordial por trasformadores. Y en el caso que no logre transformar, al menos ayudar a interpretar la realidad. Diagnosticar a tiempo. Movilizar la participación colectiva. Identificar los líderes de cada momento, temática o tarea.

Ya sabemos que nadie es bueno para todo. Y que un grupo motivado, convencido y con objetivos comunes es siempre más eficiente que un sujeto por muy estrella que este sea. 

Pero percibo que hay demasiadas sentaderas cuidando sillas. Las variables “correr riesgos” y “asignación de combustible” son inversamente proporcionales. Se va imponiendo el desmovilizador “no te metas en eso” y “no cojas lucha”, remarcado con el muy popular y metafísico argumento post/guillotina “por algo será”. Entonces mucha gente capaz se cansa y deja de ser tan útil como los necesitamos.

Uno de los desafíos mayores que veo en lo inmediato es que los capaces no se nos cansen. 

El tiempo está a favor de los persistentes. Porque los que no tienen luz pueden eclipsar un rato, pero no tienen luz. Más temprano que tarde las razones se abren paso. Los antagónicos orgánicos y cívicos se complementan y reconocen porque en el fondo se necesitan y admiran. Ya sucedió antes con grandes intelectuales cubanos y más recientemente con los casos del profesor Esteban Morales Domínguez, con el Blog “La Joven Cuba” o con “Cartas desde Cuba”. Quien persiste y no se deja envenenar por el rencor, el tiempo le premia con el único atributo que nadie puede imponer por decreto: la credibilidad. Y este será un elemento fundamental en la Cuba de los próximos años. 

Llanisca Lugo: La manera que tiene julito de trabajar, contar, involucrarse, dar testimonio, es hoy muy necesaria a nuestra institucionalidad que no puede quedar en el lugar de la quietud y el óxido para que fuera de sus campos se renueven los consensos y las participaciones, no podemos tener instituciones seguras en la parálisis y la repetición mientras la sociedad se transforma en los bordes. Corremos el riesgo de metamorfosis en lugar de transformaciones, de vidas que crecen en lugar de proyectos de vida. No podemos enfrentar la despolitización y conservatización de la sociedad solo en los espacios pequeños, las periferias, lo alternativo o desde los grandes discursos históricos, será bueno sacudirse por dentro, atreverse, tomar riesgos, vivir la experiencia de la participación real desde las voces e historias del pueblo.

Julio César Guanche: Los enfoques de Julio Antonio no son en caso alguno raros en Cuba. Son perspectivas compartidas por una vastísima cantidad de intelectuales y de personas de diversas profesiones, formaciones y oficios en todo el país y en sus diásporas. La inmensa mayoría de estas personas saben cosas de sentido común: que es mejor dialogar que prohibir; que es normal vivir entre diferentes; que es imprescindible hacer escuchar a las voces distintas; que un país y una sociedad son formaciones sociales extraordinariamente más complejas que un núcleo de militantes idénticos entre sí; que es difícil pero imprescindible lidiar con el talento; que los jóvenes deben tener espacio desde sus propias voces; que vivimos en el siglo XXI; que gritar en la calle es de mala educación, pero que actuar políticamente a través de la exclusiva “gritería” es algo peor aún, es una aberración; que la gente sabe más sobre sus propias vidas que “intelectuales” y “políticos” que hablan en su nombre, y monopolizan el “nosotros” y el “pueblo” para marchar sobre el espacio público como elefantes sobre cristalerías; que la discreción, la humildad, el compartir y la solidaridad son, en política, virtudes infinitamente superiores al narcicismo, la depredación y el monopolio. Sin embargo, ese “sentido común” —con todas las complejidades que entraña esa expresión— está resultando bastante inaccesible para algunos cursos políticos que estamos presenciando. Resulta toda una conquista en estos días alcanzar al menos la sensatez.

Actuaciones como las que se han seguido contra Julio Antonio no son “locuras”, aunque sean absurdos. Son el resultado “lógico” de la acumulación de ignorancias en puestos políticos, de la falta de necesidad y compromiso con enfrentar y procesar las diferencias, del despliegue de estructuras burocráticas ensimismadas sobre sí que, por años, se han “liberado” de demasiada gente con talento; de la convicción, nacida en la soledad de las oficinas, que es mejor constreñir que discutir, hasta apreciar este hecho como un resultado “normal”, cuyo culpable es la víctima porque “no entiende que no puede hacer eso”. Es el resultado, también, de un espacio público compartimentado que impide a la sociedad enterarse de estas actuaciones, que atentan contra todo derecho y contra toda ética mínimamente revolucionarias, y organizarse para defenderse ante ellas.

Más recientemente, a estas tendencias de antigua data se han sumado las complejidades del escenario global y de las nuevas relaciones con los Estados Unidos. Ante la complejidad del contexto, algunos creen que la única solución es multiplicar exponencialmente los “enemigos” y atrincherarse entre los exactamente iguales. Esas personas aprecian el mundo entero que les rodea como un vasto, compacto, cejijunto y unánime adversario que les ataca por todos lados. No es necesario abundar sobre los peligros de esta visión medieval de la política, aterrorizada, que parece pretender defenderse cavando un hueco en la tierra para sí misma, dejando contaminado el aire que no puedan atesorar.
Luego, los desafíos son viejos y nuevos, son complejos, pero no son novedades radicales. La política socialista los conoce bien y ha luchado a lo largo de toda su historia por alcanzar victorias en esos campos. Cuando las ha conseguido, ha sabido reconocerlas y festejarlas: ampliación del poder de la organización social, popular y ciudadana; burocracias estatales más responsables, eficientes y transparentes; extensión al unísono de derechos políticos y sociales, esferas públicas ampliadas, democracias impulsadas por iniciativas “desde abajo”, luchas contra todas las discriminaciones, economías reguladas a favor del bien común, control por parte de los trabajadores sobre los espacios productivos, relaciones internacionales justas, espacios solidarios de sociabilidad, pacificación de la existencia y dignificación de la vida. 

Ante la eficiencia con que una corriente política cubana, muy minoritaria en lo social y apuntalada a cal y canto en zonas de poder institucional, pretende producir más con menos, esto es, muchos más enemigos con mucha menos política, debemos “resolver” lo que tanto necesitamos: no solo más pan y más libertad, como quería el Apóstol, sino también más lucidez y más dignidad. Como dice el propio Julio Antonio en su columna, todo lo que se “consigue” en Cuba tiene que “rendir”. Nos hace falta resolver más, y hace falta que nos rinda a cada vez muchos más cubanos.

Sobre los autores: Ariel Dacal Díaz, historiador y educador popular; Aurelio Alonso, sociólogo y Premio Nacional de Ciencias Sociales; Juan Valdés Paz, sociólogo y Premio Nacional de Ciencias Sociales; Israel Rojas, músico y compositor, director de Buena Fe; Julio César Guanche, jurista e historiador; Llanisca Lugo, psicóloga y educadora popular; Mylai Burgos, jurista y profesora.

Declaración del Viceministro de Relaciones Exteriores Abelardo Moreno

Enviado por editor en Mar, 06/12/2016 - 09:52

Cuba acoge con satisfacción las decisiones adoptadas por el Consejo de Asuntos Económicos y Financieros de la Unión Europea que tuvo lugar el 6 de diciembre de 2016 en Bruselas, con las cuales el bloque comunitario concluyó el proceso de consultas y decisiones internas concernientes al Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación entre Cuba, por una parte, y la Unión Europea y sus Estados Miembros, por otra.

Cuba reconoce de manera particular, la alta significación política de la decisión que permite derogar definitivamente la llamada posición Común de 1996, que desde su adopción fue firmemente rechazada por nuestro país, debido a su carácter injerencista, selectivo y discriminatorio. Esa política unilateral había sido superada de facto, como lo evidencia la positiva evolución que en los últimos años han tenido los vínculos de Cuba con la Unión Europea y sus Estados miembros.

Para Cuba era imprescindible que tal vestigio del pasado, contradictorio con las bases de igualdad, reciprocidad y respeto, sobre las que se desarrollan sus relaciones con la Unión Europea desde el 2008, fuera abolido completamente.

Las decisiones adoptadas por la UE crean las condiciones propicias para la firma del mencionado Acuerdo, el cual dotará por primera vez a las relaciones entre ambas Partes de un marco contractual recíproco, respetuoso y mutuamente ventajoso para el desarrollo del diálogo político y la cooperación, incluida la facilitación del comercio.

La Habana, 6 de diciembre de 2016.

(Cubaminrex)

🎥 La Habana Magazine - Cuban Cinema Issue - December 2016

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Cuban Cinema Issue

December 2016

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In this Issue

Fidel: life in pictures
Cuban Cinema
10 must-see Cuban Films
A Film Buff’s Travel Calendar to Cuba
A New Map for Cuban Documentary Films in the 21st Century
Animated Films in Cuba: A story of perseverance
Cuban Cinema Chronology
Cuban Posters: off the streets and into the imaginary
El Acompañante (review)
Forecast for 2017: A great year for the Cuban Cinema
Havana seen through the eyes of an indie
Independent Cinema in Cuba
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December 17, Pilgrimage to Rincón for the feast of San Lázaro
The craziest Christmas Eve Party
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Fidel: Frei Betto



Fidel junto a Frei Betto y un grupo de científicos cubanos en la Inauguración del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana. Foto: Cortesía del CIGB

En medio de estos días bastante atareados, me llega el recordatorio de que Frei Betto me había solicitado unas breves palabras para un libro que se quiere editar y ya está listo.

Creo que se pueden publicar muchas cosas amables sobre él, pero no puedo permitir que se nos escape así.

Primero debo decir que lo conocí hace algo más de 35 años, cuando visité Managua el 19 de julio de 1980, en ocasión del primer aniversario de la Revolución Sandinista. Las calles vibraban con los cantos sobre el héroe y creador de la lucha contra la tiranía somocista: «Carlos Fonseca, tayacán vencedor de la muerte, novio de la patria rojinegra, Nicaragua entera te grita: ¡Presente!», y aquello se repetía y repetía con la voz clara y musical de los nicaragüenses.

Un desfile militar presidido por el Comandante Edén Pastora, a quien sin duda le gustaban las ceremonias militares y marchaba erguido a la cabeza de aquella vigorosa milicia, desfilaba ante Daniel Ortega y demás miembros de la dirección del movimiento revolucionario. Allí estaba Rosario Murillo, que acompañó a Daniel en el audaz viaje que llegó a la ciudad de Matagalpa, cuna del poeta Rubén Darío, en pleno apogeo de la lucha revolucionaria.

En aquella conmemoración tuve el honor de conocer a Frei Betto, jubiloso y feliz con aquella revolución en pleno corazón de Centro América tras la huella del heroico General de Hombres Libres, Augusto César Sandino, asesinado por los intervencionistas yankis.

Desde entonces pude apreciar que se trataba de una persona de vasta cultura, amplios conocimientos y profundas convicciones.

Motivado desde muy joven por la fe religiosa, había transitado por una vida revolucionaria en la que sufrió prisión en dos ocasiones. La primera, sin haber cumplido aún los veinte años; y más tarde, entre 1969 y 1973.

Vivió en favelas y compartió con los más pobres. Se consagró a la concientización y movilización populares, y el contacto con el pueblo lo confirmó en la causa que abrazó para toda su vida.

En 1992, durante el «Período Especial», momento difícil para nuestro país, organizó con otros amigos brasileños el Vuelo de la Solidaridad a Cuba.

Contribuyó con sus opiniones y experiencias a la preparación de la visita a Cuba del Papa Juan Pablo II, y participó como invitado en ese encuentro. Del Papa Francisco, que nos visitó recientemente, conocíamos su simpatía por la paz y su lucha resuelta por el bienestar de todos los pueblos, a quien obsequié el libro Fidel y la religión, escrito por Frei Betto, quien a su vez me había hablado sobre el carácter progresista y las ideas del nuevo jefe de la Iglesia Católica.

En Frei Betto está presente un alto sentido de lealtad y amistad. Ha defendido con vehemencia a Cuba y a la Revolución, sin dejar de tener puntos discrepantes o diferentes a los nuestros, y los hemos analizado y discutido de modo constructivo entre revolucionarios y verdaderos amigos, como se comprueba en el diálogo sostenido entre ambos, publicado por él, bajo el título Fidel y la religión.

Asumió como suya la causa de los Cinco Héroes cubanos y la hizo valer en las más diversas tribunas internacionales.

Hombre sencillo, de habla pausada, con la modestia y la humildad que enaltece su condición de fraile, se identificó con los valores genuinos de nuestra revolución que, según afirma, son también los de la religión que él profesa: justicia, igualdad, compromiso con los pobres y discriminados.

Pero nadie piense que no discutimos bastante. Betto sostiene teorías científicas en las cuales cree decididamente, basadas en el «Big Bang». Fue una de las primeras personas que me habló del singular fenómeno. A mí, que cursé el 5to. grado de primaria en el colegio Dolores de Santiago de Cuba, regido por jesuitas bien preparados y exigentes, me habían explicado la existencia de los planetas que giran alrededor del Sol, y las distancias de cada uno de ellos y del nuestro en la inmensa galaxia donde estamos ubicados.

En aquella época progresaba la economía imperialista emanada del colonialismo. Los mapas del África, gran parte del Oriente Medio, el Sur y el Sureste de Asia, Oceanía, Australia, Canadá, Dinamarca, el Caribe y las Malvinas, aparecían con los colores típicos de cada uno de los países anglosajones europeos dueños; y de algunos otros como Francia, Italia, Bélgica y España, todos desarrollados en mayor o menor grado, que avanzaban hacia las sociedades de consumo desde hace menos de un siglo.

Para Betto, versado además en cuestiones científicas, la evolución de la materia estaría acompañada de un elevado porcentaje de radiaciones, visibles unas, y oscuras otras, cuyas consecuencias en miles de millones de años, un número ya incalculable de científicos en más de 500 ―quinientos― centros de observación espacial, no se atreven a predecir.

No sé lo que recordará ahora Frei Betto de aquel intercambio. Téngase presente que solo en mi memoria guardo los recuerdos del encuentro en que me interrogó a su antojo durante un montón de horas en mi propio despacho, donde, como cosa curiosa, yo miraba de vez en cuando una foto de Ernest Hemingway junto a una gigantesca aguja ―dos veces el tamaño del autor de El viejo y el mar― que este me había obsequiado.

Yo estaba avergonzado de mi propia ignorancia que no me permitía un análisis profundo sobre el tema. Me preguntaba por qué había estudiado Derecho. Pensé que fue la falta de orientación profesional lo que me llevó a ese error. El hábito de discutirlo todo dio lugar a que muchos dijeran que yo iba a ser abogado; y cuando me preguntaban qué carrera pensaba estudiar, respondía mecánicamente: «abogado». Matriculé esa carrera, pero estudiando una asignatura ―Economía Política― temida por todos los alumnos del primer curso, descubrí la verdad. Un exigente profesor, que no tenía paz con nadie, en ocasiones examinaba él mismo oralmente a los alumnos; yo, que andaba ocupado con otras tareas de atención a los propios alumnos como cabeza de la candidatura del primer curso de ese año, dejé para el segundo curso la Economía Política, impresa en mil páginas de mimeógrafo con borrosas letras, pues no había libros de textos. Leí varias veces aquel complejo material y me presenté al examen oral. No fue poca mi sorpresa cuando después de un largo examen, el profesor me otorgó la nota de «sobresaliente».

Era precisamente lo que me interesaba: la política; cómo enfrentar los fenómenos de superproducción, las crisis económicas, el desempleo, el hambre y la injusticia social. Por ello incluí otra carrera, la de Ciencias Sociales. Fiel a la idea, a partir del tercer curso, me dediqué a estudiar más de 30 asignaturas correspondientes a estos temas. Me parecía el objetivo a seguir como instrumento de la política revolucionaria que era realmente la idea que se venía gestando en mi mente.

Después de cumplir compromisos de apoyo político al Partido del líder independentista puertorriqueño, Pedro Albizu Campos, por un lado, y por otro con el pueblo dominicano en su lucha contra Leónidas Trujillo, donde adquirí las primeras experiencias en la lucha armada, me dediqué al estudio. En 1959 visité Harvard y allí compré El Capital de Carlos Marx, en inglés, aunque tenía una copia en español. Imagínense la idea de estudiar a Marx en inglés, un autor difícil de comprender en español.

Tal era la fiebre política, que aún conservo.

Debo consignar que no podría concluir estas líneas si no afirmo que, en mi opinión, estamos viviendo un momento decisivo para nuestra especie. Es como si los seres humanos fuésemos incapaces de comprender que nuestra especie está al borde del más grave de los errores, desde que surgió hace menos de un millón de años o tal vez mucho menos, en que varios tipos de seres humanos, entre ellos el Homo Sapiens, el Neandertal y tal vez otro u otros, fuesen capaces de pensar, aunque todavía no se haya dispuesto de las pruebas definitivas. Por otro lado, las noticias sobre las llamadas «civilizaciones» datan desde hace apenas cuatro mil quinientos años, es lo que yo creía desde que al final del Bachillerato pude leer los legendarios poemas atribuidos a un poeta griego llamado Homero; sin embargo, el propio Frei Betto me explicó que la ciudad de Jericó tiene más de diez mil años, él conocía de sobra lo que se ha investigado sobre aquella ciudad, y describía, como si acabara de llegar de una visita, hasta los colores y arquitectura de las casas.

En los últimos cien años dos poderosas potencias, la URSS y la República Popular China, partieron de las ideas marxistas-leninistas en la búsqueda de la libertad y la justicia social por la única vía posible: ¡La Revolución social! Cualquiera de ellas adquirió con los años el poder suficiente para enfrentar al poderoso imperio basado en la opresión y el saqueo. Solo el espíritu realmente aventurero e irresponsable puede llevar a Estados Unidos a una guerra con cualquiera de ellas, independientemente de los hechos que se produjeron en el Estado socialista multinacional de la URSS en el último decenio del siglo XX.

Entre Rusia y China, que tanto hermanó la Revolución, se desarrollan excelentes relaciones.

Hoy Betto recibirá la Categoría Especial Dr. Honoris Causa en Filosofía en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Cuando Frei Betto vuelva a Cuba tendrá que estar bien pertrechado para discutir con su ignorante amigo.

Fidel Castro Ruz
Octubre 12 de 2015
1 y 15 p.m.


Frei Betto en la presentación de su libro “Fidel y la Religión”. Foto de Archivo


Fidel y Frei Betto el domingo 16 de febrero de 2014.
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