"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Nota de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba


Enviado por editor en Mié, 28/09/2016 - 22:00


Durante los días 27 y 28 de septiembre de 2016 tuvo lugar la III Ronda de Conversaciones Migratorias entre Cuba y Panamá, la cual estuvo presidida por Ulises Arranz Fernández, Subdirector de la Dirección de Asuntos Consulares y de Cubanos Residentes en el Exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba y el Sr. Javier Carrillo Silvestri, Director General del Servicio Nacional de Migración del Ministerio de Seguridad Pública de Panamá.

Durante las sesiones de trabajo que se desarrollaron en un ambiente cordial y de respeto mutuo, acorde con el nivel de las relaciones bilaterales existentes, ambas delegaciones evaluaron el comportamiento del flujo migratorio entre Cuba y Panamá, así como el estado de implementación de los Acuerdos sobre intercambio de Alertas Migratorias e Información de Seguridad suscritos por las autoridades migratorias de ambos países.

Ambas partes reafirmaron la voluntad y el compromiso de sus respectivos gobiernos de realizar acciones conjuntas en aras de garantizar un flujo migratorio, regular, ordenado y seguro entre ambas naciones. Se inició la negociación de un Convenio en Materia Migratoria, como mecanismo efectivo para el control migratorio, el combate contra el tráfico de migrantes y la trata de personas y el tratamiento adecuado y de respeto a los derechos humanos de los migrantes.

La delegación cubana expresó su profunda preocupación por la persistencia por parte de los Estados Unidos de la Ley de Ajuste Cubano, la política de «pies secos-pies mojados», y el «Programa de Parole para profesionales médicos cubanos», que estimulan la emigración irregular e insegura, provocan pérdidas de vidas humanas y favorecen la comisión de delitos como el tráfico de emigrantes, la trata de personas, el fraude migratorio y el uso de la violencia, a la vez que crean problemas a otros países.

Una vez más, Cuba mantiene la disposición de recibir a todos los migrantes cubanos según la legislación migratoria vigente. (Cubaminrex)

Cuba seguirá participando en el Programa Más Médicos

Publicado en Cubadebate el 27 septiembre 2016

Médicos cubanos salen de misión. Foto: Oriol de la Cruz/ ACN.

Desde el año 2013, a solicitud del gobierno de la presidenta Dilma Rousseff y con la participación de la Organización Panamericana de la Salud, Cuba se incorporó al Programa Más Médicos. Por este programa del gobierno se han mantenido laborando durante este período en Brasil unos 11 400 médicos cubanos, los cuales han llevado servicios a 3 356 municipios, que representan el 83 por ciento de los 4 058 que participan en el programa.

Si se considera que en Brasil existen 5 570 municipios, nuestros médicos han estado presentes en dos tercios de ese país, beneficiando a 40 millones de brasileños, en particular a las familias de menos ingresos. Ello ha impactado positivamente los indicadores de salud de esa nación.

De cara al vencimiento del actual convenio y en medio de los recientes acontecimientos en Brasil, un enviado especial del gobierno cubano consultó el 30 de mayo pasado a la aún presidenta Dilma Rousseff e igualmente procedió a conocer la opinión del expresidente Luiz Inácio Lula Da Silva, un día después.

Dilma consideró que el Programa Más Médicos debía continuar porque era un patrimonio del pueblo de Brasil. Afirmó que Cuba había sido ejemplo por el trabajo de sus médicos y que agradecían infinitamente el gesto generoso de nuestro pueblo y nuestro gobierno de enviar sus médicos para atender a la población brasileña.

Lula, por su parte, aseguró que el Programa Más Médicos era una conquista ya enraizada en la cultura de Brasil y que no podía perderse, por lo que mantener el trabajo de los médicos cubanos sería un ejemplo no solo para el pueblo de Brasil, sino para el mundo.

En correspondencia, el Ministerio de Salud Pública de Cuba, comprometido con los principios solidarios y humanistas que siempre han guiado la colaboración médica de nuestro país, continuará participando en el acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud para la aplicación del Programa Más Médicos, mientras se mantengan las garantías ofrecidas por las actuales autoridades.


MINISTERIO DE SALUD PÚBLICA
La Habana, 27 de septiembre de 2016

Cuba, enemiga exclusiva de Estados Unidos

Por René Vázquez Díaz*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- El 14 de agosto del año pasado, el Secretario de Estado John Kerry dijo solemnemente en la reapertura de la embajada estadounidense en La Habana: “Estamos seguros de que este es el momento de acercarnos; dos pueblos ya no enemigos ni rivales, sino vecinos”.

Luego Obama fue a La Habana, donde recitó el catecismo doctrinario del capitalismo. Fue un brillante sermón politizado que, por fuerza, lo obligó a mentir. Su mentira más curiosa, que hoy se ha vuelto grotesca, fue cuando dijo en español: “Cultivo una rosa blanca”, y continuó: “José Martí hizo esta oferta de amistad y paz tanto a amigos como enemigos. Hoy, como Presidente de Estados Unidos de América yo le ofrezco al pueblo cubano el saludo de paz”.

Quedaba dicho: a partir de ahora la superpotencia que ha generado hambre, vicisitudes y muerte en el seno del pueblo cubano, nos ofrecía la paz nada menos que en nombre de Martí; ya no seríamos enemigos. Solo vecinos.

Pero ni Obama ni Kerry dijeron que seríamos buenos vecinos. Teníamos que conformarnos con una especie de vecindad sin enemistad. No estaba mal. La diminuta Cuba los había obligado a doblar la cerviz imperial y tuvieron que sentarse a negociar. Pero decir buen vecino era peligroso ya que la famosa “política del Buen Vecino” aplicada a Cuba en los años 30 fue un ejemplo escolar de dominación total: ante la situación revolucionaria que tumbó al dictador Machado, otrora buen amigo de Estados Unidos, el procónsul Sumner Welles fue enviado a Cuba junto con 29 buques de guerra para manipular, sobornar, amenazar y armar desesperadamente un muñeco de gobierno afín a Estados Unidos. La revolución del 33 quedó frustrada y dio paso al comienzo de la era que sería dominada por Batista. Luego fuimos buenos vecinos sometidos, hasta el primero de enero de 1959. Desde entonces Cuba fue la enemiga por excelencia. El año pasado los cubanos de dentro y de fuera creímos honestamente que habíamos dejado de ser enemigos.

Pero el 14 de septiembre de este año Obama echó por tierra la era imaginaria de la vecindad sin enemistad: ese día el Presidente prolongó una vez más la agresión contra Cuba, bajo la llamada Ley de Comercio con el Enemigo, un estatuto de 1917 aplicable en tiempos de guerra o de emergencia nacional. Cuba es el único país en esa lista de enemigos. Es una lista infame y, si se tiene en cuenta las declaraciones del Presidente y el Secretario de Estado, ahora también traicionera.

Esa lista de un solo país sería ridícula si no fuera porque la Ley de Comercio con el Enemigo es la que sustenta el bloqueo económico y financiero contra Cuba, que afecta a toda la población y en especial a los grupos más vulnerables. El bloqueo se aplica de manera extraterritorial en el mundo entero, contra todo individuo o entidad que haga negocios con Cuba o que facilite sus transacciones en el Mercado Mundial. Económicamente, todos pierden con el bloqueo, pero la prensa internacional finge que ya no existe.

La verdad es que el encarnizamiento contra el pueblo cubano continúa, a pesar de que Obama reconoció que ese acoso de 24 horas al día durante medio siglo fracasó en su afán de destruir a la Revolución. Y pese a las medidas insuficientes que Obama ha tomado para aliviar el asedio, lo que sigue sucediendo es lo siguiente:

El Gobierno de Estados Unidos prohíbe que sus propios ciudadanos viajen libremente a Cuba.

Prohíbe que los buques de cualquier país que atraquen en puertos cubanos toquen puertos estadounidenses durante 180 días.

Impide que Cuba importe, desde terceros países, productos que contengan más del 10 % de componentes norteamericanos.

Prohíbe que compañías estadounidenses realicen inversiones en Cuba.

Prohíbe que Cuba utilice el dólar en sus transacciones internacionales.

Persigue implacablemente a toda entidad financiera de cualquier país que haga transacciones con Cuba, imponiéndoles multas millonarias en tribunales estadounidenses.

Prohíbe las importaciones a Estados Unidos de servicios cubanos, así como de productos vitales de la economía cubana como el tabaco, el ron, productos sofisticados de la industria biotecnológica cubana e incluso prohíbe la importación de productos manufacturados en terceros países, si contienen materias primas cubanas como níquel o azúcar.

Crea obstáculos insalvables para el comercio de medicamentos y alimentos con Cuba, e incluso obstaculiza las donaciones humanitarias.

Pretende controlar totalmente el futuro político y económico de Cuba por medio de leyes estipuladas en Washington, pero que deben aplicarse en territorio cubano, como la Ley Helms-Burton y la Ley Toricelli.

¿Cómo explicar esta expresión inaudita de revanchismo primitivo contra un vecino pequeño y débil? ¿Cuál es el supuesto poderío secreto e invencible de Cuba, para que la potencia más grande de la Historia quiera aplastarla y fracase en el intento?

La Ley Internacional estipula que la población civil ha de estar protegida de los peores efectos de los conflictos entre las naciones. No obstante, las acciones agresivas de Estados Unidos, de las cuales sólo he citado algunas, imponen unas condiciones de vida deliberadamente calculadas para la eliminación física de una parte de la población. Por eso el bloqueo es una forma de genocidio silencioso.

El 26 de octubre próximo se realizará la votación anual en la ONU para exigir el levantamiento incondicional de las sanciones de Estados Unidos contra Cuba. El año pasado el aislamiento del agresor fue casi total; 191 países (de 193) votaron contra el bloqueo norteamericano. Solo Estados Unidos e Israel votaron por mantenerlo. Uno se pregunta cuándo el Estado judío votará de acuerdo a la justicia, y no por mera conveniencia.

Nota: Este art. fue publicado originalmente en Rebelión.

*René Vázquez Díaz, cubano residente en Suecia, escritor, traductor y periodista, presidente de la Asociación de Cubanos Residentes en Suecia.

Las cuatro elecciones más reñidas de la historia reciente de EE UU




Plató del primer debate entre Hillary Clinton y Donald Trump en la Universidad Hofstra en Hempstead, Nueva York (Paul J. Richards/AFP/Getty Images)

Hillary Clinton ya no lo tiene tan fácil. Se ha pasado de la victoria segura que casi todos le pronosticaban a un empate técnico. Desde la elección de George Washington en 1788, Estados Unidos ha celebrado 56 elecciones presidenciales y muchas se han decidido por un puñado de votos. Como puede que las de 2016 también acaben así, analicemos las cuatro elecciones más reñidas de la historia moderna del país.


El ya vencedor Harry Truman con el ‘Chicago Tribune’ cuyo titular reza “Dewey vence a Truman” (Mike Nelson/AFP/Getty Images)

Truman vs Dewey, 1948: la gran ‘upset’ (sorpresa)

Nadie daba un centavo por Harry Truman en 1948 y era normal. Había llegado a la Casa Blanca a la muerte de un coloso como Franklin D. Roosevelt, una figura difícil de reemplazar que había sacado al país de la Gran Depresión y lo había guiado a través de la Segunda Guerra Mundial. Truman se hizo cargo de una nación todavía en lucha y en su primera cita con las urnas, las legislativas de 1946, vio cómo su partido perdía el control de las dos cámaras del Congreso por primera vez en los últimos 18 años.

El candidato Truman era tratado con cierta condescendencia por las élites estadounidenses. Aún hoy es el último presidente que no se graduó en la Universidad y muchos se preguntaban: “¿qué puede hacer un vendedor de trajes de Missouri contra Thomas Dewey: gobernador de Nueva York, icono antimafia, el republicano favorito de todos los demócratas?”. Su partido además se presentaba dividido, con una candidatura alternativa en los estados segregacionistas del Sur y otra con un candidato más progresista que Truman. En resumen: tras 15 años con un demócrata dirigiendo el país, parecía que EE UU estaba listo para un cambio.

A todos los argumentos se sumaban además las encuestas. Los sondeos de Gallup, Roper y Crossby daban como ganador a Dewey con una cómoda ventaja de entre cinco y 15 puntos. Todos fallaron. Truman se impuso a Dewey por más de dos millones de votos y dejó una de las imágenes más icónicas de la historia de EE UU. La del presidente, pletórico, sosteniendo entre las manos un ejemplar del Chicago Tribune que anunciaba erróneamente su derrota. El titular ha pasado a la historia: “Dewey Defeats Truman”.

Es difícil no ver el paralelismo con Hillary Clinton y Donald Trump. La que llega con el cartel de segura ganadora y el candidato que viene pisándole los talones, con una campaña más audaz porque tiene menos que perder. Si Trump vence el 8 de noviembre será un choque a la altura del de 1948.


Fotos de John F. Kennedy y Richard Nixon. (Keystone/Getty Images)

Nixon vs. Kennedy, 1960: voto a voto

En el año 1960, eran los republicanos los que trataban de conservar la Casa Blanca después de ocho años de Gobierno de Dwight D. Eisenhower. Su joven vicepresidente, Richard Nixon, tenía por delante la siempre difícil tarea de oponerse al cambio. Al otro lado, el joven senador John F. Kennedy quería ser el primer presidente católico de un país fundado por protestantes. Ahora parece un detalle sin importancia pero el único que lo había intentado antes, Al Smith, había sufrido una de las peores derrotas de la historia de Estados Unidos.

La del 60 fue una campaña en la que se enfrentaron dos candidatos excepcionalmente capaces y además lo hicieron en un medio completamente nuevo: Kennedy y Nixon protagonizaron el primer debate televisado de la historia. La mínima ventaja que llevaba el demócrata se diluyó en los últimos cuando el muy popular presidente Eisenhower se involucró en la campaña, así que desde primera hora del día de las elecciones las dos campañas se prepararon para una noche larga.

En el cuartel general de los Kennedy en Hyannis Port se temieron lo peor durante buena parte de la noche pero finalmente, nada menos que en la tarde del día siguiente, el candidato demócrata pudo respirar tranquilo después de que Nixon reconociera su derrota. Había vencido por poco más de 110.000 votos entre 67 millones de papeletas, una ventaja de menos del 0,2%. Para la historia quedan serias acusaciones de fraude electoral en Texas e Illinois. Si Nixon hubiera ganado esos dos estados, Kennedy no habría sido presidente. 

Hillary Clinton se encuentra en esta campaña con muchas de las dificultades que hundieron a Nixon en 1960. Obama es inmensamente popular como lo era Eisenhower, de modo que no puede desmarcarse mucho de su antiguo jefe. A la vez, se enfrenta a un candidato claramente rupturista en un momento en el que representar al establishment no es la mejor carta de presentación ante los votantes. Esta dicotomía le costó a Nixon las elecciones, veremos si Clinton es capaz de conciliar esas dos realidades.


Jimmy Carter en una rueda de prensa tras ser elegido presidente de EE UU. (Gene Forte/AFP/Getty Images)

Ford vs. Carter, 1976: el paseo que no fue

La elección presidencial de 1976 tenía que haber sido un paseo para Jimmy Carter. Era difícil no verlo así: el país estaba aún horrorizado por el Watergate, la dimisión de Nixon y el nivel de marrullería alcanzado por su gobierno. Su sucesor, Gerald Ford, era un tipo agradable que había llegado al puesto de rebote pero que se había ganado la antipatía de una gran cantidad de votantes dándole un indulto a Nixon “por cualquier crimen que hubiera podido cometer”.

Nixon fue una gran peso en la espalda de Ford durante toda la campaña, sobre todo por las sospechas de que el indulto pudiera haber sido parte de un acuerdo para que el presidente, acosado, dimitiera. Aunque ayudó al país a superar por fin el trauma del caso Watergate, los medios fueron inmisericordes con Ford y los demócratas se lo hicieron pagar, convirtiéndolo en el primer presidente desde Abraham Lincoln en ir al Capitolio a dar explicaciones ante un comité.

Ford redondeó su desgracia con una de las peores meteduras de pata en la historia de los debates presidenciales, cuando dijo la famosa frase “no hay dominación soviética en la Europa del Este” y además trató de defenderla. Sin embargo, y a pesar de todo esto, Carter no conseguía quitárselo de encima y Ford tuvo un resultado bastante aceptable. Perdió, pero habría ganado sólo con vencer en Texas y Mississippi, dos estados que nunca han vuelto a votar por un demócrata. 

Es difícil saber, exactamente, qué impacto tuvo aquel error garrafal en el debate, lo que está claro es que muchos de los presidentes que vinieron después aprendieron del error de Ford. En lugar de negar la evidencia, muchos han preferido reconocer abiertamente cuando la han pifiado en un debate. Obama, sin ir más lejos, se refirió hace cuatro años a la “siestecita” que se había echado durante el primer debate en que Mitt Romney le pasó por encima.


El candidato republicano George W. Bush y el demócrata Al Gore durante un debate en la University of Massachusetts-Boston. (Stan Honda/AFP/Getty Images)

Bush vs. Gore, 2000: el más votado pierde

Sólo tres veces había sucedido que el candidato más votado perdiera la presidencia y la última había sido 112 años antes, pero el vicepresidente Al Gore entró en la historia tras sacar medio millón de votos más que George W. Bush y ver cómo éste se convertía en presidente. Tras ocho años de Bill Clinton, los demócratas estuvieron muy cerca de lograrlo pero chocaron con un escollo, Florida.

En la noche electoral más absurda de la historia del país, varias televisiones dieron la presidencia a Al Gore para luego echarse atrás. Al rato, el propio Gore llamó a Bush para felicitarle por su victoria pero más tarde le contactó de nuevo para retractarse. Todo mientras un ejército de abogados de ambos partido llegaba a Florida para influir en la batalla legal que iba a acabar decidiendo la presidencia. 

36 días después de que los estadounidenses votaran, la Corte Suprema decidió, en una apretadísima votación, detener el recuento en Florida y declarar como vencedor a George W. Bush. En un doloroso acto de lealtad institucional, tanto Gore como el resto de los líderes demócratas aceptaron la derrota. Los 25 votos electorales del estado empujaban a Bush a la cifra mágica de 271, sólo uno más de los necesarios para ser presidente.

En estas elecciones Florida volverá a ser clave y regresarán al estado los equipos legales de ambos partidos, listos para pelear si el resultado es tan ajustado como en 2000. Con su equilibrio entre la abundantísima población hispana y la gran cantidad de blancos que llegan desde el norte a pasar su retiro al sol, el estado del amanecer es un inmenso laboratorio del futuro político del país. De momento Trump y Clinton están empatados allí y harían bien en no olvidar las lecciones de la que hasta el día de hoy es la elección más reñida de la historia de EE UU.

Academia de Historia de Cuba se enfoca a los medios de comunicación

La sociedad, relanzada en 2010, aspira a promover un mayor y mejor tratamiento mediático de la historia nacional.
La AHC, como máxima autoridad en la investigación, estudio y promoción de la historia en el país, tiene como objetivo y misión fundamental salvaguardar el legado histórico de Cuba para proclamar la verdad de la nación y reafirmar su identidad.
La AHC, como máxima autoridad en la investigación, estudio y promoción de la historia en el país, tiene como objetivo y misión fundamental salvaguardar el legado histórico de Cuba para proclamar la verdad de la nación y reafirmar su identidad.
Foto: Jorge Luis Baños_IPS
La Habana, 28 sep.- La Academia de la Historia de Cuba (AHC) creó una comisión de divulgación y adoptó una estrategia de comunicación, para visibilizar sus acciones y promover el tratamiento de temas históricos en los medios de comunicación del país, casi todos a manos del Estado.
La estrategia comprende, entre otros pasos, continuar la grabación y salida al aire de un programa semanal en la emisora Habana Radio, elaborar y publicar el Boletín de la AHC, así como coordinar y facilitar la divulgación de las actividades con la Agencia Cubana de Noticias y otros órganos de prensa, radio, televisión y sitios web.
Propuesto en la reunión constitutiva de la comisión de divulgación, celebrada el 21 de septiembre, el plan incluye elaborar un listado de efemérides con el Instituto de Historia de Cuba y la Unión Nacional de Historiadores de Cuba para facilitarlo a la prensa, y divulgar las actividades conjuntas con la no gubernamental Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
En un comunicado de la comisión al que la Redacción IPS Cuba tuvo acceso, trascendió que los académicos aspiran a realizar gestiones con los medios de comunicación masiva para visibilizar la AHC y coordinar programas dedicados a la vida y la obra de los historiadores César García del Pino y Jorge Ramón Ibarra Cuesta.

La academia surgió en 1910 y, tras un período de cierre que comenzó en 1960, fue relanzada en 2010, luego de que el Consejo de Estado de la República de Cuba decidió su restablecimiento con la publicación del acuerdo correspondiente y el reglamento.
Las y los profesionales pertenecientes a la AHC acordaron también preparar bases de autores y efemérides así como referencias a libros publicados para incentivar la elaboración de trabajos periodísticos.
Reanudó sus sesiones el 24 de febrero de 2011, como homenaje a quienes iniciaron la tradición en Cuba de estudiar el pasado y legar a las futuras generaciones un análisis riguroso del devenir histórico.
Según el artículo primero del acuerdo, la AHC, como máxima autoridad en la investigación, estudio y promoción de la Historia en el país, tiene como objetivo y misión fundamental salvaguardar el legado histórico de Cuba para proclamar la verdad de la nación y reafirmar su identidad.
También debe promover, cultivar y verificar el estudio de la historia nacional y universal en el país; contribuir a elevar el papel de la historia en el desarrollo de la cultura nacional; promover proyectos de investigación histórica, humanística y de ciencias sociales; y diseñar líneas de investigación en los centros de investigación, educación, divulgación y promoción.
Por otro lado, le compete a la academia estimular el estudio de la historia nacional, su adecuada divulgación y fomentar el amor a su conservación y cultivo por medios propios.
Además de asesorar al Estado cubano en esos asuntos y contribuir a la correcta interpretación de los sucesos y hechos históricos, tiene la misión de realizar publicaciones producto de investigaciones de sus miembros así como patrocinar estudios.
En el acuerdo del Consejo de Estado para refundar la AHC, se aprobó que esté integrada por veintiocho académicos de número, dentro de los que se elige un presidente, un vicepresidente, un secretario, un tesorero y un vocal, de acuerdo a los principios y requisitos establecidos.
Las y los integrantes se eligen a título personal y sin sujeción a término, con carácter de honorario y ostentan la condición de académicos.
El presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y vocal, conforman la Junta Directiva de la Academia.
Así, el presidente, cargo que ocupa desde 2010 el investigador Eduardo Torres Cuevas, ostenta su representación legal y ejerce las funciones y obligaciones reguladas en el reglamento de la AHC. (2016)

Niño Donald, siéntese y aprenda

Por DIEGO FONSECA, New York Times


Donald Trump y Hillary Clinton el lunes en el escenario de Hofstra University CreditDoug Mills/The New York Times

No puedes ocultar quién eres.

Durante la primaria del Partido Republicano, Donald Trump fue elbully del aula. “Liar Ted!”, “Little Marco!”, “Low Energy Jeb!”. “¡Miren esa cara!”, dijo de la candidata Carly Fiorina. “¿Pueden imaginar esa, la cara de nuestro próximo presidente?”.

Trump mostró a los medios del mundo que un narcisista fanfarrón puede competir por la presidencia de la nación más poderosa del planeta sostenido por el festejo casi incondicional de una masa fervorosa. Arrastró el debate a una vocinglería propia de jovenzuelos inmaduros, una pandilla de pendencieros capaz de desafiar toda convención y norma, sentido común o derecho ajeno. Incluso ante la pobreza conceptual de sus oponentes republicanos, Trump jamás exhibió grandes ideas y prefirió provocar, mentir, insultar.

Pero, un día, conoció a la directora del instituto.

La noche del primer debate presidencial, Hillary Clinton puso en línea a Trump como una maestra encara al peor estudiante de la clase, en uno de los exámenes que determinarán si puede no ya egresar con algún honor sino al menos hacerlo con la calificación mínima.

Clinton presentó políticas en cada tema de la noche —desde comercio a raza, creación de empleo y crecimiento de la economía—, mientras Trump se refugió en la miseria de los camorreros: sacar al otro de quicio y patearlo cuando está en el piso. Trump balbuceó en comercio —en menos de cinco minutos atacó a México cinco veces y luego otras diez a China— y jamás dio precisiones sobre cómo creará empleo y atraerá millones de dólares expatriados a Estados Unidos. Fue errático en política exterior, frívolo en materia racial y peligrosamente incompetente en asuntos nucleares. Tropezó y desvarió.

Clinton pronto notó que Trump no sería mayor adversario. No iban cinco minutos y ya había sugerido que no era sino un malcriado crecido con dinero del padre interesado en beneficiar a otros tan ricos como él. Trump intentó llevar el juego al terreno del estudiante irrespetuoso dueño del aula e interrumpió a Clinton decenas de veces durante todo el debate. La mayor parte de ellas Clinton no cayó en la trampa. Mantuvo la compostura y siguió con su discurso, de modo que antes de alcanzar la cota de los diez minutos Trump bufaba y gesticulaba incómodo. Inquieto y fuera de control, mordió cada anzuelo. Su boca se frunció en una O pronunciada, como muestran los peces que respiran con problemas.

Desde el primer debate presidencial, la imagen juega un rol central en las elecciones. En 1960, un descansado, bronceado y juvenil John F. Kennedy se floreó ante un agobiado y sudoroso Richard Nixon y arrasó en la preferencia de los electores. Los debates son un delicado equilibrio entre conocimiento, composición de personaje y show, pero la integración de esa fórmula es imprecisa. Este lunes, Trump se vanaglorió de cuán rico es, una afirmación que en 2012 habría hundido aún más a Mitt Romney frente a Barack Obama.

Anoche Trump perdió tanto en compostura como en sabiduría mientras Clinton jamás abandonó el control de la sala. A medida que pasó el tiempo, la sonrisa de Clinton salió casi sin esfuerzo, relajó el cuerpo y avanzó con aplomo. En una oportunidad, ya sobre el final, Trump procuró atacarla por su aparente falta de energía para dirigir la política exterior, pero ella lo reconvino con un recorrido por su experiencia diplomática. Cuando Trump quiso argumentar ya era tarde; ella fue por todo y le recordó su rapacidad misógina. Sus críticas le resultaban inocuas.

A lo largo de la noche, Trump fue un irresponsable en sentido estricto: jamás tuvo un papel juicioso. No asumió que discriminó a afroamericanos ni a una Miss Universo, minimizó haber sido demandado y se quejó de ser auditado demasiadas veces. Un solo intercambio pudo definir su calidad moral para siempre. Clinton lo acusó de no pagar impuestos federales por años y él procuró apostillarla con engreimiento —“Eso es ser listo”—, pero ella captó la frase como las maestras que escuchan con oídos en la espalda mientras escriben en la pizarra, y le devolvió la respuesta sin siquiera mirarlo: si así es un tipo listo, entonces él no habría apoyado jamás a maestros, policías y millones de personas que dependen de esos fondos.

Trump fue menos infantil, hormonal y propenso a las bravatas que durante los debates del GOP, y aún menos que en campaña, cuando nadie puede rebatirle, pero el hombre que proclama que instaurará la ley y el orden se encontró durante todo el debate con que la ley y el orden eran encarnadas por la firmeza y aparente calma de Clinton. Trump no sabe nunca de qué habla y Clinton sabe demasiado bien qué se juega en la Casa Blanca: “Donald”, le dijo Hillary, “tú vives en tu propia realidad”.

La próxima lección para Trump será en el debate del 9 de octubre. En el primer debate la razón demócrata acorraló al delirio republicano. Las malas calificaciones de Trump podrían reflejarse en las encuestas inmediatas. Pero en una carrera donde la fe ha predominado sobre la inteligencia, es difícil saber si la lección de Clinton se traducirá en que el público hará a un lado de una vez el espíritu “yo-creo-lo-que-se-me-ocurra”.

Al final de la noche, los Clinton se abrazaban y saludaban a los asistentes al debate mientras los Trump se reunían en el escenario, sonriendo entre dientes y con cara de tragar amargura. Se fueron solos y pronto, como si entendieran que era mejor desvanecerse. Mientras lo hacían, Hillary Clinton seguía repartiendo sonrisas, pródiga y firme. La maestra resultó más inteligente, compuesta y popular que el chico que aún se cree el más listo de la clase.

Diego Fonseca es escritor argentino que actualmente vive en Phoenix y Washington. Es autor de "Hamsters" y editor de "Sam no es mi tío" y "Crecer a golpes".
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