"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

lunes, 1 de febrero de 2016

El jardinero

 Maria Montero Agosto 30, 2014 - 11:36 am


Tomás Sánchez conoce más nombres de plantas que de artistas, pero si fuera al contrario, a las plantas no les importaría. Mientras él reinventa la botánica en su estudio de Escazú, la galería Marlborough, en Nueva York, incrementa su catálogo en el mundo entero

Fotografías: Gloriana Jiménez

Cuando Tomás no anda sucio, por lo menos anda manchado, y en ambas circunstancias la sensación es de alivio. Lo cuenta él mismo, pero no como quien ofrece una explicación o una disculpa, sino como quien dicta evidencia judicial: “Vivo metido en la pintura, en la meditación o en el jardín. Siempre ando embarrado de tierra o de pintura”.

Cualquier intento biográfico podría extinguirse en esas dos frases, que marcan el perímetro exacto de la vida de Tomás Sánchez Requeiro: trabajo, meditación y clorofila. Sin embargo, Tomás, además de pintor, es un gran conversador, un narrador de fondo al que ni 40 años de yoga han podido silenciar. Sus cuadros también son así, conversadores. Cada centímetro trazado tiene millones de moléculas de información y, en lo que parecen las visiones tropicales del silencio, hay siempre un murmullo subterráneo.


En la casa de Tomás hay dos salas de meditación, aunque en esa casa uno podría meditar hasta en el baño de visitas, considerando que ese recinto es el lugar de meditación por excelencia. La casa es enorme y silenciosa de por sí. Sin embargo, el ruido que intentan aplacar esos espacios es de otra naturaleza: es el escándalo interior. Para Tomás, la pintura y el yoga son ejercicios indisolubles desde hace muchísimos años (en Cuba, en los años ‘80, llegó a meditar hasta 6 horas diarias) y prácticamente toda la casa y toda la propiedad –una hectárea y media en las montañas de Escazú– están dedicadas a ambos fines.

Hay senderos, estanques, fuentes, plazoletas. No hay un rincón sin flores o plantas: vencedores, abrecaminos, yagrumas… arbustos que probablemente tienen una denominación local pero que Tomás insiste en traducir al cubano.

“Lo que hay sobre las aguas no son lirios, es malangueta”, aclara.

Sembrados en el terreno, también hay un estudio para cada técnica –óleo, dibujo, grabado, acrílico– y cada construcción tiene algo especial, desde el rumor del río Catalina, agónico en verano, hasta la vista clavada en los cerros.





“El otro día me senté y en cinco minutos conté ocho cantos de pájaros distintos”, dice, mientras describe a los visitantes más regulares que atiende: mapaches, perezosos, tepezcuintles. A veces, coyotes. “Al estanque se echaron 39 kois y al año ya había más de 1000. Una vez se murieron en masa porque el agua se contaminó con un zacate que traía pesticida y se salvaron solo 100. El poquito de agua que la lluvia arrastró, acabó. En el momento en que se vieron en agua limpia, empezaron a reproducirse frenéticamente. Hoy hay más de 2000”.


En algún lugar de la mañana, entre las 5:30 y las 9:30, Tomás hace yoga, se baña, medita, desayuna y se sienta a trabajar. Pinta todos los días: ese es su trabajo, aunque su compromiso con la galería neoyorquina Marlborough, que maneja su obra a nivel mundial, consiste en hacer una exposición cada vez que ambas partes lo decidan.

“Yo no soy un pintor paisajista”, aclara Tomás, mientras se acerca a uno de sus enormes lienzos. “Mis palmeras están basadas en la palma real cubana, pero no son palmas reales, son un híbrido. Mis paisajes son espacios mentales”.

Tomás pinta de memoria lugares que podrían existir, o que podría parecer que existen. Paisajes naturales, basureros, crucifixiones. En ellos, la quietud es tan grande que no hay ni siquiera aire. No hay ni un sonido. En los paisajes gigantescos, hay al menos un hombrecito meditabundo, algunas veces en mitad de la planicie, y otras, camuflado bajo árboles que dan más silencio que sombra.



La paradoja es que el peso de su firma es tan enorme como su falta de ambición, o lo que en algún lugar de esa palabra pueda asociarse a la codicia. El tipo de cosas que Tomás Sánchez ambiciona con urgencia se relacionan con entender cómo se refleja una nube al amanecer sobre una selva, suponiendo que entre ambos espacios –ambos ficticios– haya varios kilómetros de distancia. O con el clima, la falta de lluvia, cómo oxigenar las aguas del río. No es fácil.

Para decirlo sencillo, Tomás Sánchez está considerado el artista vivo más importante de Cuba y eso, en el mercado, cuenta con traducción simultánea. Su nombre es, además, una empresa: una organización de una decena de empleados, entre asistentes especializados, pintores, curadoras, guardas y cocineras.



Todas las piezas de Tomás son increíblemente laboriosas, sin importar el tamaño que tengan. No es su dedicación de ahora lo que las hace especiales, aunque prácticamente todo lo que está pintando en este momento tiene un común denominador emocional: Cuba. Tras 27 años de no exponer pintura en La Habana, inaugurará una exposición en el Museo de Bellas Artes de esa capital en abril próximo. Una muestra de todas sus temáticas que tampoco podría considerarse una retrospectiva y que, sin embargo, entraña una emoción que no vale la pena evadir. “Estoy haciendo cosas con tanto vigor que los falsificadores, que los hay por montones en Cuba, van a perder el ánimo”, dice.


La costumbre de andar chorreado le viene desde que era un niño y se pasaba las horas tirado en el piso o en el solar de su casa, en Cienfuegos, experimentando con ciertas fuerzas naturales. “Pasaba casi todo el tiempo pintando o construyendo embalses de agua. Hacía represas y barquitos de madera. Mi padre me gritaba que si yo era bobo, que me fuera a jugar con los demás niños”.

Los exabruptos pedagógicos del progenitor no desanimaron al joven Tomás, porque él era como los demás niños, pero los demás niños no eran como él. Su afán no era convertirse en pintor, porque ya lo era. Su afán era pintar. Según la versión materna, una de las primeras frases completas que Tomás articuló fue ‘quiero ser pintor’, lo cual –tratándose de un niño de dos años– ha de haber sido un gran susto. La confirmación llegó una tarde en que su madre se dispuso a hacer una siesta en el sofá de la sala. Cuando se despertó, Tomás había dibujado en el piso los símbolos de los cuatro equipos de beisbol de Cuba: un León (La Habana), un Tigre (Almendárez), un Alacrán (Marianao) y un Elefante (Cienfuegos). “Ella creyó que alguien había entrado a la casa y había hecho los dibujos, pero no, eso fue obra mía”.

Tomás se recuerda perdido en interminables contemplaciones infantiles, como hasta la fecha. “Yo estaba tirado en el patio y se venían los vientos. Las hojas se viraban y eran plateadas contra el cielo negro”.


Aunque los mapas digan lo contrario, la vida de Tomás Sánchez es una línea recta entre La Habana y San José, pasando por México y Miami. Todo empezó el 22 de mayo de 1948, en Aguada de Pasajeros, provincia de Cienfuegos, Cuba, cuando Tomás vino al mundo en calidad de primogénito de Catalina Requeiro Lorenzo y Tomás Sánchez Ramos, “dos padres maravillosos”. Creció en ese mismo pueblo, pero en otro mundo: el Central Azucarero Perseverancia. “Le decían El Coloso de las Villas. El pueblito no pasaba de 1000 personas y todas trabajaban allí”. Solo tuvo un hermano, Luis Jacinto.

Fue un niño enfermizo pero feliz; un jovencito gordo que tuvo que enfrentarse al bulling cuando el fenómeno ni siquiera tenía su debido anglicismo. “Cuando tenía 7 años, un día amanecí llorando y sin poder moverme porque me dolía todo el cuerpo. El médico de la capital diagnosticó poliartritis. Tenía todas las articulaciones inflamadas. Ese año perdí tercer grado, pero más tarde me nivelé, porque entré con 5 años a primer grado. La artritis se mejoró con un tratamiento de cortisona que me engordó muchísimo. Tenía 11 años. El abuso terminó cuando reté a uno de los muchachos y le di una mano de golpes.”




“Mi padre era un hombre muy inteligente, que estudió hasta sexto grado. El primer trabajo que hizo fue de carbonero en la Ciénaga de Zapata. Tocaba el tres, y mi madre consideró una gran ofensa que él le diera una serenata, así que le tiró una lata por la cabeza. Él tenía 15 años y mi madre 13. Se casaron en 1946, cuando tenía 20 mi mamá y 22 mi papá. Mi mamá tuvo que trabajar desde los 7 años, a la muerte de su padre. Trabajaba por un litro de leche al día que tenía que compartir con 8 hermanos, y su mamá lavando ropa para la calle. Fue hasta primer grado y tuvo que dejar la escuela, aunque después la retomó. Estudió de noche y terminó noveno grado. Leía muchísimo. Leía tanto que mis compañeros de estudios no podían creer que no tuviera estudios universitarios. Escribía poemas, más bien, décimas”.


En 1964, a los 16 años, Tomás entró a la famosa academia San Alejandro a estudiar arte. Era uno de los estudiantes más jóvenes, pero rápidamente empezó a cosechar premios escolares y adulaciones. “Realmente San Alejandro era una escuela en decadencia en aquel momento, así que yo encajaba maravillosamente, porque lo que yo quería era ser un pintor realista”.

En principio, le esperaban cuatro años de estudios. “El primer año fui el mejor expediente de la escuela, entonces me dieron una beca de estímulo: 50 pesos cubanos al mes. Con eso vivía una persona perfectamente. Con eso viví el segundo año, pero entonces empecé a tener problemas con la profesora de Historia del Arte. Me insultaba en clase, me dejaba en los cursos. Al tercer año, me citó a su oficina en la dirección de la escuela, porque ella era la directora de la escuela”.

Tomás recrea el diálogo con naturalidad:

–Usted sabe que usted tiene una beca de esta escuela y que vamos a retirarle la beca porque usted ha desaprobado Historia del Arte.

–Sí, yo sé.

–¿Y qué tiene que decir al respecto?

–Nada. No me importa.

-¿Cómo? ¿Y por qué no le importa?

–Porque yo ya tengo una beca para estudiar en la Escuela Nacional de Arte.

–¡Con Antonia Eiriz! ¡Ese monstruo!

–Sí, precisamente con ella. Acabo de leer un artículo en la revista Cuba sobre Antonia Eiriz y me encantaría ser su alumno.

“La vieja se quedó pasmada y yo me fui. Al otro día, a la mañana, tempranito, me fui a la Escuela y me encontré a una muchacha, que me dijo: ¡Corre, que hoy son las inscripciones porque los exámenes son mañana! Aprobé perfectamente los exámenes de color y dibujo, pero la entrevista política casi la repruebo. Me dijeron que me iban a aprobar pero que tenía que llenar grandes lagunas políticas”.


Su primer encuentro con Eiriz resultó inolvidable, no solo porque la maestra sorprendió a sus estudiantes revelándoles que era coja –y para probarlo les mostró la pierna afectada de poliomelitis– sino porque les pidió que dibujaran un paisaje libre. El reto parecía muy sencillo. Antonia fue precisa: “No voy a calificar realismo, solo quiero ver cómo ustedes componen”. Muchos de los alumnos venían de escuelas provinciales y otros directamente de la calle, así que Tomás, que en ese momento tenía 18 años, sólo pensaba en lucirse.

“Hice una vista aérea de un pueblo con una calle que bajaba y subía y el horizonte… me esmeré muchísimo, haciendo todos los detallitos esos... Y lo termino pensando: Ahora la profesora se va a volver loca conmigo al ver cuánto conocimiento traigo de San Alejandro. Y Antonia llega, se me para al lado, y dice: Eso es una porquería. Estás muy equivocado si piensas que el arte es representar cosas de forma realista. Yo había pintado un sol en el cielo, y Antonia agrega: Un círculo es una forma geométrica. Un rectángulo es otra forma geométrica y un círculo sobre un rectángulo es un hueco. Ese trabajo no vale nada desde el punto de vista plástico”. Lo primero que yo pensé fue: ¡Esta profesora me tiene un odio! A la semana, me di cuenta de que estaba frente a una de las personas más buenas que había conocido en mi vida. Me tomó un cariño tremendo. Me encantaba que ella fuera tan radical”.


Tomás vive en Costa Rica desde hace 15 años. Es un hombre muy sencillo y muy sonriente. Dulce, atento, con una determinación infalible e infantil, bienintencionada. Parece convencido de algo que uno ignora. Más que llevadero, es llevable, pero lo más impresionante consiste en que lo que Tomás es coincide con lo que Tomás dice que es. Y también su capacidad, siempre oportuna, de ponerlo todo en perspectiva: “Mi abuelo era jardinero en Cienfuegos. Cultivaba lo mismo rosas que lechugas. Para mí, siempre fue tan importante pintar o dibujar como estar en interacción con la Naturaleza. Soy un botánico frustrado. Yo por ejemplo sé más nombres de plantas que de artistas. Todos los nombres de artistas y de críticos se me olvidan”.


Habana de ida y vuelta

Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu

Si se le pregunta a cualquier habanero dónde sitúa el corazón de La Habana, responderá sin vacilar que en La Rampa. Ese pedazo de calle que se extiende a lo largo de 500 metros por la Avenida 23, en el Vedado, desde la heladería Coppelia hasta el mar, es lo más céntrico y concurrido de la capital. El sitio ideal para el paseo, la cita amorosa, el encuentro de trabajo, la distracción… Así ha sucedido a lo largo de los últimos 60 años en los que La Rampa se convirtió, junto al Malecón, en el lugar más cosmopolita de la urbe.

Ir a La Rampa, reunirse en ella, son costumbres de los cubanos, como también lo es tomarla como punto de referencia para emprender camino después hacia otros sitios. Hay muchas maneras de recorrer La Habana. Una puede ser la de seguir el derrotero que marca aquí la historia. Otra es hacerlo a libre arbitrio, con paradas en aquellos lugares que merezcan un alto en el camino. Eso es lo que, con La Rampa como punto de partida, haremos en las páginas que siguen.
Estilos diversos

Se insiste tanto en los valores de La Habana colonial que se corre el riesgo de suponer que el resto de la ciudad no los tiene. De La Habana moderna lo mejor es el Vedado, logro mayor del urbanismo cubano. Con la instauración de la República (1902), esa barriada adquirió auge inusitado. Ya la Universidad se había instalado en ella y los señores de abolengo y los nuevos ricos hicieron construir sus residencias en la zona.

Se impuso entonces una modalidad ecléctica en la arquitectura que alcanzó sus mejores exponentes en la casa donde radica la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, el palacete que alberga el Museo de Artes Decorativas y el Auditórium Amadeo Roldán. Es de estilo genuinamente florentino la Casa de la Amistad, y neobarroca la casona donde está instalado el café-restaurante 1830 junto a la desembocadura del río Almendares.

Aunque existían en la capital algunos edificios altos —nunca mayores de diez pisos—, es en el Vedado donde prolifera el afán de los rascacielos —casi nunca mayores de 20. El Hotel Nacional (1930) sin embargo tiene solo ocho niveles, pero —con su estilo plateresco español— fue la primera instalación hotelera de verdadero lujo de que dispuso la ciudad. Poco después se construía el edificio de apartamentos López Serrano, de estilo art decó, que fue el más alto de La Habana hasta la década de los 50.

Es por esta época en que el Vedado vuelve a renacer. La Rampa, más que una calle, comienza a convertirse en un estado de ánimo. Se inauguran grandes hoteles —Rosita de Hornedo, Capri, Riviera, Habana Hilton— y edificios como los del Retiro Odontológico y el Retiro Médico marcan puntos muy valiosos en la arquitectura cubana. A estos se une el edificio Focsa, una de las construcciones más altas del país y maravilla de la ingeniería civil cubana.
La plaza

Claro que si de alturas conseguidas por la mano del hombre se trata, nada supera en Cuba al monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución. Desde la Avenida 23, la Avenida Paseo conduce directamente a ese sitio que ha sido centro de la vida política de la nación desde 1959. En ella, el cubano ha vibrado de emoción y júbilo con las palabras de Fidel, ha llorado como en la noche de la extraordinaria velada por la muerte del Che, se ha indignado como en la despedida del duelo de las víctimas del avión cubano saboteado en Barbados, en 1976, y en todo momento ha reafirmado su apoyo a una Revolución y a un líder victoriosos.

En la calle G, llamada también Avenida de los Presidentes, impacta el monumento al mayor general José Miguel Gómez, segundo mandatario de la nación (1909-1913), construido por cuestación popular en 1936, y el Castillo del Príncipe es exponente de uno de los baluartes definitivos de la ciudad colonial. Ya en la Plaza, enmarcada por los edificios de la Biblioteca José Martí y el Teatro Nacional, la sede de varios ministerios y el Palacio de la Revolución, la estatua del héroe, de 18 metros de alto, se recorta contra un obelisco de 142 metros. Una escalera de 567 peldaños y un ascensor conducen al mirador del monumento. Desde allí, con La Habana a los pies, se regala una perspectiva que corta el aliento.

El prado

El Paseo del Prado marca la frontera entre la ciudad moderna y la antigua. No se concibe a La Habana sin esa calzada; tampoco sin su Parque Central, que se asoma sobre el Paseo. Allí también se ubica ese palacio de palacios que es el Capitolio, inaugurado en 1929 y ahora en restauración.

La cúpula de este edificio es, en su estilo, por su diámetro y altura, la sexta del mundo. A la linterna que la remata, en el momento de construirse el edificio solo la superaban la de San Pedro, en Roma, y la de San Pablo, en Londres. Bajo la cúpula se aprecia la Estatua de la República, una de las más altas entre todas las esculturas que existen bajo techo, aunque poco se sabe acerca de la cubana que sirvió de modelo para la obra. A sus pies, empotrado en el piso del Salón de los Pasos Perdidos, un brillante que perteneció a una de las coronas del último zar de Rusia marcaba el kilómetro cero de todas las distancias de la Isla.

Obispo

Da gusto caminar la calle Obispo, arteria eminentemente comercial que enlaza el Paseo del Prado con la Plaza de Armas en La Habana Vieja. Esa plaza es la más antigua de la ciudad y fue el centro político-militar de la Isla durante la Colonia. Una de las edificaciones que a ese espacio se asoma es el Castillo de la Fuerza, la segunda de las fortalezas que los españoles construyeron en América y que luce en su torre de homenaje a La Giraldilla, símbolo de La Habana. Junto a la Fuerza se alza, con su patio andaluz y su portada mayestática, el Palacio del Segundo Cabo (1772) y en otro lado de la plaza, frente al que ocupa el hotel Santa Isabel, el Palacio de los Capitanes Generales (Museo de la Ciudad) se yergue como el exponente más genuino de la arquitectura barroca habanera.

Pese al esplendor de la Plaza de Armas, la de la Catedral es el conjunto más armonioso de La Habana de ayer, en tanto que la de San Francisco exhibe, aledaña al convento de ese nombre, la bellísima Fuente de los Leones, y la Plaza Vieja ofrece en sus edificaciones un compendio de estilos que va del barroco al art nouveau.

Resulta impensable salir de La Habana Vieja sin visitar la morada de la calle Leonor Pérez, 314. Es modesta, nada de lujos hay en ella, pero tiene para los cubanos una significación especial: allí nació José Martí, el Apóstol de la Independencia de Cuba.

El túnel

Es, sin discusión, «la obra del siglo» en Cuba. Se le considera una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana y un estudioso como Jacques Boudet la incluye entre las grandes obras de la humanidad. En efecto, en su libro The Great Works of Mankind(Londres, 1961) aparece el Túnel de La Habana junto a la ciudad de Machu Pichu y el Alhambra de Granada, la Gran Muralla china y la Ciudad Prohibida, el cable trasatlántico y el Canal de Suez, el puente de Brooklyn y la modernización de Moscú… Por primera vez un viaducto submarino se construía de esa forma y su proyecto y su tecnología revolucionarían el mundo de las construcciones.

Para hacerlo posible se dragaron 250 000 metros cúbicos de roca y más de 100 000 de arena. Tiene una extensión de 733 metros y un ancho de 22 y sus cuatro carriles se diseñaron para permitir el tránsito de 1 500 vehículos por hora en ambas direcciones. Los tubos o cajones que lo conforman se construyeron en un dique seco y luego se trasladaron por flotación para ser hundidos en el fondo del canal de la bahía habanera, donde previamente se había excavado la zanja en que se depositarían.

El Túnel de La Habana se inauguró el 31 de mayo de 1958, después de tres años de trabajo, y con la obra se hacía realidad el anhelo de enlazar de una manera rápida y cómoda a La Habana con lo que entonces se llamaba la Ciudad del Este y un rosario de playas de encantamiento con sus arenas blancas y aguas cristalinas. Basta con atravesar bajo el mar la rada habanera y eso se hace en cuestión de segundos.

Hacia el este

La ciudad se había expandido hacia el sur y hacia occidente, mientras que el este seguía constriñéndose a sus playas que atraían cada vez más la atención de vacacionistas y gente deseosa de invertir en ellas. Por la lejanía y el estado deplorable de los caminos, llegar a esas playas fue un martirio hasta la construcción de la Vía Blanca a mediados de los años 40. Y una vez inaugurada esta, el viaje seguía haciéndose innecesariamente largo cuando el túnel garantizaría una vía expedita y revalorizaría los terrenos situados más allá de las fortalezas del Morro y la Cabaña.

Los grandes propietarios del este no cejaban en su empeño y en 1949 se acometían estudios de factibilidad del Túnel de La Habana. En 1954 la idea era ya indetenible. Gracias al túnel, se desplazaría el centro de La Habana y, en principio, la capital crecería hacia el este los mismos 18 kilómetros que durante 40 años había crecido hacia el oeste. Las playas, por su parte, continuaban su expansión indetenible. Guanabo era ya una ciudad-playa y Santa María del Mar había crecido enormemente, y muy bien planificada, en menos de diez años. Se parceló y construyó en Boca Ciega, Tarará y Bacuranao, y la Vía Blanca propició el surgimiento de repartos residenciales en Colinas de Villa Real, Alamar, Bahía… mientras que Cojímar se consolidaba como un poblado de pescadores no exento de interés turístico.

Si del lado oeste de La Habana vivían un millón de habaneros y seguía luego la provincia de Pinar del Río, la «Cenicienta», pobre y olvidada, del lado este radicaba la mayor parte de la población cubana y se abría un territorio de pujante o potencial riqueza.

La vía más rápida

El Malecón resulta la vía más rápida para alcanzar el oeste habanero. Cualquiera de los dos túneles que cruzan bajo el río Almendares —uno de los cuales suplantó al famoso puente de Pote, que se abría en dos partes a fin de dar paso a las embarcaciones— enlaza el Vedado con Miramar, el barrio diplomático y empresarial por excelencia, con una Quinta Avenida fastuosa. Más allá, por la carretera Panamericana, la Marina Hemingway abre una puerta a la aventura.

El habanero se olvida a menudo del Almendares. Sin embargo, ese río es uno de los símbolos de La Habana y parte entrañable de su identidad. Por el Parque Metropolitano llegan a la capital los parques naturales, el pulmón verde que la capital necesita y del que forman parte, en la capital de la urbe, el Parque Lenin, el Jardín Botánico, los terrenos de Expocuba, Río Cristal y el Zoológico Nacional. Es difícil reproducir con palabras tanta maravilla.

Desde el sur, por la Avenida de Rancho Boyeros, puede retornarse al Vedado. La Ciudad Deportiva se encuentra en ese paso y, frente a ella, la Fuente Luminosa. Queda atrás la Plaza de la Revolución y se desemboca otra vez, de golpe, en la Avenida 23. Si se sigue por G hacia el mar, se apreciarán los monumentos a Salvador Allende, Benito Juárez, Omar Torrijos, Eloy Alfaro y Simón Bolívar y, más abajo, en la intersección con Malecón, el que rinde homenaje al general independentista cubano Calixto García. A la izquierda está la Casa de las Américas, una de las grandes instituciones culturales del continente.

Se impone una vuelta a La Rampa. ¿Qué tal un helado de chocolate o de vainilla? Bueno, ahí está Coppelia, más que una heladería, una institución nacional, donde a veces es posible degustar los mejores helados del mundo.

Discurso de Raúl en París: “Francia ha sido, es y será un importante socio para Cuba” (+ Fotos y Videos)


El Presidente francés Francois Hollande recibe al Presidente cubano Raúl Castro en el Palacio del Elíseo. Foto: AP

Declaración ante la prensa del General de Ejército Raúl Castro Ruz, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, en ocasión de la visita de Estado a la República Francesa, el 1ro de febrero de 2016, “Año 58 de la Revolución”.

(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)

Buenas noches.
Estimado presidente François Hollande;
Distinguidos miembros de la delegación francesa;
Representantes de los medios de prensa:

Ante todo permítanme trasladar un cordial y afectuoso saludo al pueblo francés y a sus autoridades, en nombre del pueblo y Gobierno cubanos. Nuestros países están unidos por vínculos históricos y culturales y por profundos lazos de amistad.

Agradezco muy sinceramente las palabras que ha pronunciado el presidente Hollande, así como la calurosa acogida dispensada a la delegación cubana.

Recién hemos concluido las conversaciones oficiales con el presidente François Hollande. Este intercambio, al igual que en mayo del pasado año en La Habana, ha tenido lugar en el clima cordial y de respeto mutuo que caracteriza nuestras relaciones bilaterales.

Esta es la primera visita de Estado de un presidente cubano a Francia y a un país miembro de la Unión Europea. Reafirma el excelente estado de nuestras relaciones y refleja la voluntad compartida de consolidar el diálogo político al más alto nivel.

Hemos sostenido conversaciones fructíferas sobre los diversos temas que integran la agenda bilateral, dando continuidad a los objetivos y acuerdos alcanzados en la históricavisita efectuada por el presidente Hollande a Cuba en mayo pasado, primera de un mandatario francés a nuestro país.

Ratificamos la voluntad de ampliar y diversificar las relaciones bilaterales con Francia en todas sus dimensiones: políticas, económico-comerciales, financieras y de cooperación, académicas y culturales.

Hemos suscrito una Agenda Económica Bilateral que representa un importante mecanismo conjunto para la proyección, seguimiento y promoción de los vínculos económico-comerciales, de cooperación e inversión, incluso a mediano y largo plazos.

Del mismo modo, destaca la firma del Acuerdo bilateral sobre la deuda de Cuba con Francia, con lo cual se crean condiciones más favorables para el desarrollo de las relaciones financieras y la ejecución de nuevos planes y proyectos conjuntos.

Como es conocido, el pasado 12 de diciembre Cuba llegó a un importante acuerdo con los países acreedores que integran el Grupo ad hoc del Club de París.

Reiteramos el agradecimiento al gobierno francés por su papel significativo y posición constructiva para alcanzar este importante resultado, lo que abre una nueva etapa en las relaciones económicas, comerciales y financieras de Cuba con estos países, y facilitará el acceso a financiamientos a mediano y largo plazos, muy necesarios para la ejecución de las inversiones previstas en nuestros planes de desarrollo.

Reconocemos y damos la bienvenida a la voluntad expresada por las autoridades francesas de acompañarnos y participar de forma más activa en los planes de desarrollo económico y social de Cuba.

Igualmente agradecemos el liderazgo de Francia en el fomento de la construcción de unanueva etapa en las relaciones entre la Unión Europea y Cuba, sobre bases de respeto y reciprocidad, y en particular en lo concerniente a la negociación del Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación, proceso en curso desde abril de 2014, que se encuentra en una fase muy avanzada.

Apreciamos la tradicional posición francesa a favor del levantamiento del bloqueoeconómico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba, que es el principal obstáculo al desarrollo de nuestro país, y a las relaciones económico-comerciales.

Hace apenas dos meses esta ciudad fue escenario del histórico “Acuerdo de París”, resultado de un arduo proceso de negociación en la vigésimo primera Conferencia de las Partes de la Convención Marco sobre Cambio Climático. Expresamos nuestra felicitación a Francia y a sus autoridades por la organización de ese evento y por su valiosa contribución, que permitió llegar a un acuerdo balanceado y aceptable para todas las partes.

El próximo mes de mayo, fruto del esfuerzo e interés por incrementar el conocimiento mutuo, tendrá lugar por vez primera un mes de la cultura cubana en Francia y de la cultura francesa en Cuba.

Hemos reiterado al gobierno francés la disposición y el compromiso con la continuidad de esta sólida relación. Francia ha sido, es y será un importante socio para Cuba.

Somos dos Estados con realidades históricas, culturales, geográficas y sistemas políticos diferentes. Sin embargo, la relación amistosa, productiva y respetuosa que mantenemos demuestra que es posible proponernos metas y proyectos comunes que tributen al desarrollo de nuestras respectivas naciones y de toda la humanidad.

Para concluir, reitero mi saludo afectuoso a esta majestuosa y hospitalaria ciudad que me honro en visitar, y mi sincero agradecimiento al presidente Hollande por la cálida acogida que nos ha dispensado.

Muchas gracias (Aplausos).

Galería de fotos de la Visita de Estado de Raúl a Francia

En Video

Palabras del Presidente Raúl Castro
Palabras del Presidente Francois Hollande
Recibimiento de Raúl en París

Nota de Prensa Alianza Martiana

1 de febrero de 2016
Envía: Andrés Gómez

RESULTADO DEL ACTO POR EL NATALICIO DE JÓSE MARTÍ 

Miami. Más de 80 personas participaron en el singular acto del domingo 31 de enero de 2016 convocado por las organizaciones que integran la Alianza Martiana en celebración del natalicio de José Martí el cual festejó el 15 Aniversario de la fundación de la Alianza Martiana, y fue dedicado a la continua lucha en contra de las crueles políticas de Bloqueo y la Ley de Ajuste Cubano.

Prevaleció un ambiente de contentura general. El acto lo presidió, Damián Díaz, presidente de la Alianza Martiana, y comenzó leyendo Damián, una Nota enviada por el Vicecónsul Primero, Armando Bencomo, en nombre del consulado cubano en Washington, felicitando a los miembros de la Alianza Martiana por el noble trabajo por ellos y ellas realizado en defensa del pueblo cubano a través de los quince años de fecunda existencia.

El momento especial del Acto fue la participación en el mismo, vía telefónica, de Gerardo Hernández, el único de los Cinco que aún no había participado vía telefónica en uno de los actos de la Alianza. Gerardo habló de muchas cuestiones relacionadas a la actual lucha del pueblo cubano por lograr un desarrollo social y económico estable y justo, y las continuas labores en contra del Bloqueo y otras reivindicaciones del pueblo de Cuba en el proceso de normalización de sus relaciones con Estados Unidos. Como también con profundo agradecimiento reconoció la difícil y meritoria labor realizada por los miembros de la Alianza por lograr la libertad de los Cinco.

Fue muy grato la entrega de Reconocimientos entregados por nuestro compañero Carlos Rafael Diéguez y otorgados por la Plataforma Hermes Internacional para reconocer el trabajo de compañeras y compañeros de Miami como activistas sociales y comunicadores. Se reconoció a: Roberto Solís, Lorenzo Gonzalo, Salvador Capote, Elena Freyre, Max Lesnik, Julio Ruiz, Yadira Escobar, Edmundo García, Andrés Gómez y de manera póstuma a Francisco González Aruca. Se entregó un reconocimiento especial a nuestro compañero Enrique González, el Vaquerito.

Fueron oradores en el Acto Max Lesnik, director de Radio Miami, Elena Freyre, presidenta de Fornorm (Fundación para la Normalización de Relaciones entre Estados Unidos y Cuba) y Andrés Gómez, Coordinador Nacional de la Brigada Antonio Maceo, quienes trataron temas relacionados a la continua lucha en contra del Bloqueo y la Ley de Ajuste Cubano, la labor de José Martí en lograr la unificación de las emigraciones cubanas patrióticas durante el siglo 19 para apoyar el proceso libertario del pueblo cubano; una actualización de las medidas tomadas por la Administración de Obama, en el lentísimo proceso de disminuir las crueles medidas del Bloqueo, y sobre el reconocimiento del importante y duro trabajo por desarrollar por los miembros de la Alianza Martiana en defensa de las libertades y derechos del pueblo cubano en el futuro.//


Fotos y Videos del acto tomados por el periodista Carlos Rafael Diéguez los puede encontrar en:









Falta de ética: Un serio problema de la sociedad cubana

Por Paquita Armas Fonseca

Los nacidos en esta tierra tenemos fama de jacarandosos, alegres, amistosos, amorosos, pero también impuntuales, incumplidores, y otras características que se entroncan muy bien con el llamado choteo cubano.

No creo que todos seamos de una manera u otra en cada día y en toda acción que emprendamos, pero en los últimos tiempos he sido testigo o doliente de actitudes que se relacionan con la ética, no con la “parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores” según reza en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, sino como se afirma en ese registro sobre la palabra de marras: “Conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida. Ética profesional, cívica, deportiva”.

El martes 26 fui al complejo cinematográfico Yara a ver La cosa humana. Antes llamé y pregunté si había mucha cola y me dijeron que no. Para mi asombro cuando llegué a la calle L, por 21 vi tremenda fila. Le digo a una amiga neoyorquina que me acompañaba que debía ser personas esperando el rutero. Pero no, era para el cine.

La función debía empezar a las cinco y treinta, llegamos a las cinco y veinte. Me extrañó, pero esperé. A las cinco y veinticinco me acerqué a la taquilla, no había nadie pero alguien me habló de una reunión. A las cinco y treinta desistimos de ver el filme, pero empezó a caminar la cola y cuando entramos a la sala había comenzado la proyección de la cinta “porque el horario de inicio es inviolable” según dijo una acomodadora. 

Cuando salí le pregunté (sin ningún estremecimiento por la cinta) a la compañera que recepciona las entradas y me dijo la misma frase que ya había escuchado “la película empieza en hora, aunque la cola esté caminando porque había una reunión con los trabajadores del centro”. Mi acompañante me comentó “no entiendo esa respuesta”, sin pensarlo le dije “yo tampoco”.

La culpa no la tienen ni la acomodadora ni la taquillera, sino quienes convocaron esa reunión. ¿Acaso la razón de ser del cine Yara no es proyectar películas para los asistentes a su sala? ¿Cómo es posible que se comience un filme con una buena cantidad de personas en fila porque no estaban vendiendo las entradas? Es una irresponsabilidad y una falta de ética porque se incumple una norma MORAL: prestar un servicio, en este caso cultural.

Tengo un amigo que para arreglar un cheque del motor de agua acudió a cinco personas, pagando lo que ellos desearan, y ninguno fue; un tiempo atrás un compañero de trabajo me trajo a un hermano para que me fabricara un baño: no sirvió nada de lo que hizo, ni siquiera la pared ¿dónde se ha quedado la ética porque pagué por adelantado de boba (por no decir lo que me merezco)?

¿Cómo es posible que se forme parte de la dirección de un grupo profesional se convoque un concurso y se acuerde que los directivos no puedan participar, y uno de ellos no sólo compita sino que gane el certamen y una bonita cantidad de dinero? ¿dónde quedó el comportamiento ético?

El ejercicio del criterio es un derecho soberano de las personas que expresan sus ideas, ya sea en el sector periodístico o artístico. ¿Por qué si una sale al ruedo de la esfera pública con un comentario, una canción, una película, un cuadro… tiene que negarle el saludo a otra persona que cuestiona lo que una expresa? ¿Acaso no sería más “bonito” y ético, por supuesto, llamar a esa persona y decirle nuestro desacuerdo?

Por este camino, por supuesto, que llegamos al precio de una libra de tomate, una cabeza de ajo, una vela, que aunque me digan que es un problema económico forma parte del “Conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida”, por lo menos en Cuba donde se pretende mantener equidad entre los habitantes del archipiélago.

Hace muchos años, ante un hecho público de corrupción, un transparente pensador me dijo: “el grave problema del socialismo es la ausencia o mala interpretación de la ética”. En los tiempos convulsos que vivimos, realmente creo que ese hombre de pensamiento superior tuvo y tiene razón. Así que rectifico el título de estas líneas escritas de un tirón: Falta de ética: El más serio problema de la sociedad cubana actual.



(Tomado de Cubasí)

CUBA, FRANCIA Y EL BLOQUEO YANQUI

Por Pedro Martínez Pírez


Ciento cuarenta y dos años después de la primera visita del prócer de la independencia cubana José Martí a Francia, está en París el presidente de Cuba, Raúl Castro Ruz, en lo que constituye una etapa importante en la batalla de Cuba por consolidar su segunda y definitiva independencia.

José Martí y Fidel Castro estuvieron en dos ocasiones en Francia en momentos históricos diferentes. El primero conoció y fue traductor de la obra de Víctor Hugo, y el segundo fue uno de los 61 jefes de Estado y de Gobierno que asistieron en París el once de enero de 1996 al sepelio del presidente Francois Mitterrand.

El presidente Mitterrand, entre otros gestos de amistad y solidaridad con Cuba, fue el único Jefe de Estado europeo que criticó al presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, por oponerse a la asistencia de Fidel Castro a la llamada Cumbre Norte-Sur, celebrada en octubre de 1981 en el balneario mexicano de Cancún.

Ahora es de nuevo Francia el país que marca la primera posición en el acercamiento europeo hacia Cuba para borrar la funesta herencia dejada por el reaccionario José María Aznar, autor de la tristemente célebre posición común, que tanto daño provocó a las relaciones entre Cuba y la Unión Europea.

A la visita efectuada a Cuba en mayo pasado por el presidente francés Francois Hollande, responde ahora Raúl Castro, con esta visita de Estado a Francia, que se produce a pocos días de que una de las 70 empresas francesas que tienen negocios con Cuba, la Pernord-Ricard, lograra en Estados Unidos una importante victoria contra la multinacional Bacardí, la cual desde 1994 usurpó la representación del ron Havana Club en el país que consume 40 por ciento de los rones que se producen en el mundo.

A pesar de que el bloqueo impide aún la comercialización en Estados Unidos del ron cubano Havana-Club, ya la Pernord-Ricard distribuye en el mundo 36 millones de litros de esta excelente bebida, que como los habanos y todos los demás productos de Cuba han estado prohibidos por las políticas de Washigton durante más de medio siglo.

Y Francia, que fue uno de los 191 países que votó en contra del bloqueo yanqui en la ONU hace pocos meses, recibe ahora al presidente Raúl Castro, convencida de que Cuba es un país que, más allá de su dimensión geográfica y económica, abre puertas en América Latina y el Caribe, una región de mucho interés geopolítico para Francia y otras naciones del mundo.

La Habana, 01 de febrero de 2016

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