"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

domingo, 20 de abril de 2014

Deportista revela cómo Los Zetas cruzaron por México desde Cuba a beisbolista estrella de los Dodgers

Ciudad de México,  (SinEmbargo).– Yasiel Puig, pelotero cubano y actual estrella de los Dodgers de Los Angeles y su amigo, el boxeador Yunior Despaigne, han sido amenazados por integrantes de Los Zetas ante una presunta falta de pago a los traficantes de personas que los ayudaron a salir de la isla en junio de 2012. 
 
De acuerdo con una investigación que publica Los Angeles Times, el escape de los deportistas cubanos había sido planeado “por un ladrón de poca monta en Miami” llamado Raúl Pacheco, quien había acordado pagar a los contrabandistas de los Zetas 250 mil dólares para que sacaran de forma clandestina de Cuba al toletero. 
 
Según se dio a conocer, la historia data de junio del 2012, cuando Puig salió de su casa en Cienfuegos, en la costa sur de Cuba. Viajaba con tres compañeros: Yunior Despaigne, su novia y un sacerdote de la religión yorubá. Puig debía ser llevado a un tercer país, no revelado, para que estableciera residencia y pudiera firmar como agente libre, algo que hacen usualmente los peloteros cubanos. 
 
A condición de su fuga, el pelotero cubano tendría que pagar el 20 por ciento de sus ingresos futuros a Pacheco. El LA Times relata que ante la espera de que Pacheco pagara los 250 mil dólares para que Puig fuera liberado, él y sus tres acompañantes fueron retenidos por Los Zetas en una habitación de un desconocido motel de Isla Mujeres en Quintana Roo. Pero el pago de Pacheco a los contrabandistas se demoraba, y éstos amenazaron con mutilar al jugador si no recibían el dinero. “Si ellos no recibían el dinero, decían que en cualquier momento podrían darle un machetazo. Cortarle un brazo, un dedo, lo que sea, y que no volvería a jugar al béisbol de nuevo”, expresó Yunior Despaigne, de acuerdo con un documento citado por el LA Times. 
 
Ahora Yunior Despaigne asegura que los traficantes de personas que lo ayudaron a salir de la isla los tienen amenazados de muerte desde mediados de 2012. En entrevista para Univision, señaló que es a él a quien están dirigidas directamente las amenazas por el pago. El pugilista reveló a la cadena hispana de EU que fue él la persona que contactó a Yasiel Puig cuando aún estaba en Cuba, sirviendo de intermediario a un grupo de personas interesadas en sacar al pelotero del país para ponerlo a jugar en las Grandes Ligas. A cambio de eso, Despaigne también podría participar en el viaje a Estados Unidos, sin embargo no tenía nada que ver con el pago al grupo que llevó a cabo el traslado de ambos deportistas. 
 
A causa de ello, ahora se encuentra bajo amenaza constante del cartel mexicano de los Zetas, quienes le advierten que Puig debe pagar. Despaigne dijo que un enviado de un jefe contrabandista conocido como Leo se enfrentó a él en Miami, exigiendo el pago . ”El hombre me empujó contra mi coche y me puso un arma en mi hígado y me dijo que le dijera Puig si no les pagaba, que lo iban a matar”, dijo a Los Angeles Times . Steve Moore , un agente retirado del FBI que dirigió las investigaciones extraterritoriales en la oficina de Los Ángeles, dijo al diario The Guardian que los informes sobre la deserción de Puig de la isla, y la manera en que se produjo, podría atraer el interés de las autoridades federales. “Cuando se usan redes de contrabando humano y los cárteles de la droga para hacer esto, se está estableciendo un precedente que no es útil para los Estados Unidos de América”, dijo Moore. Y agregó: “Si eso es lo que pasó aquí, puede descender hasta el punto en los Estados Unidos de América, y específicamente el Departamento de Justicia, tiene que hacer algo al respecto”. A través de un comunicado difundido a través de su agente, Adam Katz, Puig dijo que estaba al tanto de los informes, pero desea centrarse en ganar partidos . ”Entiendo que la gente es curiosa y tiene preguntas [...] pero no tendrá ningún comentario sobre este asunto”, dijo. Por su parte, el gerente de los Dodgers, Don Mattingly, dijo a la prensa que estaba preocupado acerca de los rumores de que los traficantes habían amenazado Puig. 
 
A su vez, otros altos funcionarios de los Dodgers se han quedado en silencio y el equipo ha hecho ninguna respuesta formal, publica The Guardian. El diario londinense afirma que Despaigne ha acusado a Puig de ayudar a las autoridades cubanas a detener a varios traficantes de seres humanos, con el fin de ganarse a las autoridades de la isla. La afirmación está contenida en una declaración jurada de 10 páginas del boxeador presentada en Miami, como parte de una demanda contra Puig por uno de los supuestos traficantes que se encuentra actualmente encarcelado en Cuba .

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La Asamblea Nacional de Cuba cambia de hábito

Por ALAN A. GONZÁLEZ CONSUEGRA 

Desde hace varios meses la capital cubana observa cómo poco a poco se desarrolla un intenso proceso constructivo en los alrededores del Capitolio de La Habana. Estas obras de restauración son acogidas con beneplácito por los capitalinos, pues esa majestuosa edificación ha sido testigo de grandes momentos de la historia contemporánea de Cuba y para el mundo es símbolo de la ciudad. Sin embargo, mayor fue el júbilo cuando el pasado 25 de abril el historiador de La Habana, doctor Eusebio Leal Spengler, con motivo de la re- inauguración del Sloppy Joe’s Bar, dio a conocer que la edificación volvería a ser sede del órgano legislativo de la Isla, según afirma la agencia AP en su portal digital. 

El hecho de que nuevamente el cuerpo legislativo cubano retorne a la sede que en el pasado lo acogió durante 30 años evidencia la buena voluntad del gobierno en fortalecer la institucionalidad vigente, al dotar a la Asamblea Nacional de una sede que por sus condiciones constructivas le permitiría un mejor ejercicio de sus funciones; no obstante, el hábito no hace al monje. 

El pasado 24 de febrero el General de Ejército Raúl Castro Ruz, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el discurso con motivo de su toma de posesión de la jefatura del Estado y el Gobierno del país, habló sobre la necesidad de llevar adelante cambios en lo económico, político y social, que por su importancia conllevarían a la necesaria modificación de la Constitución. 

La actual Carta Magna, vigente desde 1976, no está en total sintonía con la realidad de la Cuba del siglo XXI. La realización de una Asamblea Constituyente – modificar determinadas partes del texto constitucional no sería suficiente– supondría el análisis a fondo de todos los aspectos de la sociedad, a fin de que la Constitución naciente sea reflejo de su época, de su país, y disponga de la mejor técnica-jurídica constitucionalista del momento en Iberoamérica, como en su momento la tuvo la Constitución cubana de 1940. 

Sin lugar a dudas un elemento a tener en cuenta por la Asamblea Constituyente sería lo relativo a la estructura y funcionamiento de los órganos del Estado, lo que en la actual Constitución se regula en los capítulos IX, X y XIII. El órgano o poder legislativo entra en este análisis. 

Conforme a la previsión constitucional vigente la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) es el órgano supremo de poder del Estado, y único con potestad legislativa. Por mandato constitucional la Asamblea sesiona dos veces al año (art. 78) y sus diputados no ejercen sus funciones de forma profesional, lo que se infiere del artículo 82. Esto ha condicionado que en los últimos 37 años haya carecido de un establecimiento amplio, capaz de albergar en reuniones plenarias a la totalidad de los diputados, comprendiendo su sede actual un pequeño edificio ubicado en el municipio capitalino de Playa, solo suficiente para las oficinas administrativas. Las sesiones en pleno en las últimas décadas han tenido lugar en el Palacio de Convenciones de La Habana, anfitrión de múltiples eventos de carácter nacional e internacional. 

El cambio de lugar de la Asamblea Nacional pudiese llamarnos a interrogarnos: ¿mantendría el órgano legislativo su actual estructura unicameral, o adquiriría la estructura bicameral que tenía el antiguo Congreso, tal como se concibió antes? 

Al ocupar las oficinas de la ANPP tanto espacio, ¿supondría ello un aumento de la permanencia de los diputados en la capital, con sus oficinas establecidas?; 

¿habría mayor tiempo de sesiones del órgano?; ¿se profesionalizarían los diputados para el ejercicio de sus funciones? ¿Tendría el órgano en su dinámica interna el funcionamiento de los Congresos contemporáneos? 

¿Dejaría el Consejo de Estado de ser representante del legislativo entre uno y otro período de sesiones, para convertirse en una entidad u órgano independiente con atribuciones propias? Estas y muchas otras preguntas pudieran aflorar en el calor de un debate sobre el tema. 

II 

En relación con la estructura unicameral o bicameral del órgano legislativo, cualquiera de las dos fórmulas pudiese ser acertada. Todo está en las razones de su fundamento y en el ánimo de los miembros de la Asamblea Constituyente, aun cuando soy del criterio de que un parlamento unicameral sería lo más afín a nuestra realidad, sobre todo por nuestras raíces y tradición política. En la práctica, los congresos bicamerales tienden a frenar o dilatar más el proceso legislativo por los tortuosos procedimientos internos de y entre ambas cámaras. 

Ahora bien, el Capitolio Nacional de La Habana en el momento de su inauguración se concibió –como sus pares en el mundo– para que los miembros del órgano legislativo desarrollaran sus labores cotidianamente. O sea, los representantes y senadores asalariados del Estado por el ejercicio de su profesión de carácter público, tenían en el edificio del Congreso su centro de trabajo, amén de que tuviesen otras oficinas a tales fines. En la concepción democrática socialista cubana, el parlamento debe ser representación y reflejo de la diversidad del pueblo, descartándose el ejercicio profesional de una diputación. Esta concepción ha servido de bandera de lo positivo de nuestro sistema democrático, pero al mismo tiempo ha traído consigo varias desventajas. 

En Cuba no se legisla con la celeridad necesaria. Esto ha posibilitado que algunas leyes se encuentren en desuso, que existan lagunas o antinomias normativas en varias ramas del Derecho y, por lo tanto, que se acumulen temas cruciales ávidos del análisis y pronunciamiento del legislador. Se ha desarrollado la mala praxis de emitir normativas de jerarquía inferior para regular temas que no son de su competencia, verbi gratia: resoluciones que se pronuncian contrario a disposiciones superiores o a mandamientos constitucionales, o Decretos Leyes que regulan temas que por su trascendencia e implicaciones correspondería al pronunciamiento del legislativo. 

Por otro lado, el conocimiento del funcionamiento del Estado y el Gobierno por parte del Diputado; de sus derechos y obligaciones, de sus facultades, competencias, y rol social, en la mayoría de los casos –y es mi percepción personal– es muy bajo. Esta realidad obedece al hecho de que el Diputado no es un profesional de la política y está enfrascado cotidianamente en sus funciones laborales; súmesele además el carecer de asesores o personal que le asiste para hacer frente a la toma de decisiones sobre temas amplios y complejos en el proceso legislativo. 

La contraparte de esta realidad es la existencia de una consolidada y extensa Administración en proceso de fortalecimiento. En Cuba, al igual que en casi todo el mundo, el Consejo de Ministros es el Gobierno de la nación, su máximo órgano ejecutivo; sin embargo las relaciones entre los órganos de poder del Estado cubano, y la de estos con otros actores del sistema político, le otorgan al Estado un carácter atípico. 

La estructura del aparato estatal patrio no responde al canon establecido tradicionalmente por occidente sobre la tripartición de poderes del Estado, que a su vez se sostiene en la doctrina de la separación o división de poderes (trias politica) de Montesquieu. El texto constitucional se nutre de la concepción doctrinal marxista que ve al poder del Estado como único e indivisible, siendo asumidas las funciones (no poderes) ejecutivas, legislativas y judiciales, por los respectivos órganos de poder del Estado. 

La Asamblea Nacional, a través de la cual el Estado ejerce su función legislativa, le cede al Consejo de Estado su representación durante casi la totalidad del año fiscal (art. 89), recayendo en la práctica “la función legislativa cotidiana” sobre un órgano de aproximadamente treinta miembros, siendo su Presidente y Primer Vicepresidente los mismos del Consejo de Ministros (art. 74). Esto implica que el normal procedimiento de trámite válido y legal, en el cual el Gobierno se presenta ante la Asamblea Nacional con alguna iniciativa legislativa (art. 88, b.) para aprobar, modificar o derogar alguna Ley, en múltiples ocasiones no se produzca en tiempo y forma porque fue suplantado por la previa toma de decisión del Consejo de Estado mediante algún Decreto-Ley (art. 90, c.). 

Por un lado existe un marco legal para solucionar un problema o situación que no puede esperar el cónclave del legislativo; pero por otro se sesga el principio de “reserva de Ley” al ser esta práctica la más común. 

Estas particularidades nuestras en la estructura de poder del Estado han propiciado la existencia de otros órganos u organismos con marcadas funciones ejecutivas como son: las agencias, institutos, entidades, organismos, y programas subordinados al Consejo de Ministros (vid. art. 13, h, del Decreto Ley 272 de 2010), que conforman un gran ente burocrático organizado que responde directa o indirectamente al órgano ejecutivo para el mejor desempeño de sus funciones –como es lógico-; y al Comité Central del Partido Comunista de Cuba y sus dependencias. 

La representación de la Asamblea Nacional, que entre uno y otro periodo ordinario de sesiones hace el Consejo de Estado (art. 89), ha contribuido en la práctica a una concentración de facultades en el órgano; que sumada a la amplia y consolidada administración existente, y a las deficiencias en el funcionamiento de la Asamblea, condicionan la percepción de un débil ór- gano legislativo, contrario sensus al precepto constitucional del artículo 69. 

Asimismo, el Partido Comunista de Cuba, único existente en la nación y que no elige ni postula a los diputados, es, según el artículo 5 de la Carta Magna “la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”, lo que determina su protagonismo en la vida política del país y su intervención directa en el aparato de poder. 

Creo resueltamente que el diputado patrio bien puede dedicarse a su labor legislativa de forma profesional (asalariada), sea cual fuere su procedencia social, siempre y cuando sea electo y revocado directamente por el pueblo, en un proceso exento de campañas políticas de corte mercantilista. No es inconciliable la tesis del ejercicio profesional de la diputación, con la defendida por nuestro modelo político social. El obrero o el campesino verdaderamente preocupado de la suerte de los que representa, de los intereses de su gremio, puede ser tan buen legislador como el mejor de los abogados o economistas. No existe un colegio donde enseñen a legislar, ni licenciatura o grado académico que lo certifique, es algo que se aprende con la práctica en relación con las normas internas del órgano legislativo, teniendo en cuenta las reglas de la técnica legislativa, así como los principios y valores jurídicos presentes en la base del ordenamiento jurídico de la sociedad.

El legislador no es un eslabón aislado. Se concadena con los asesores, el necesario trabajo de las comisiones (donde debe tener un papel protagónico la de Asuntos Constitucionales y Jurídicos en el asesora- miento general del órgano); y con las eficientes recomendaciones de la Dirección de Asesoría y Legislación del Ministerio de Justicia en lo referente al proceso de creación de las leyes.

Y ese es uno de los retos que enfrentaría el parlamento cubano de funcionar como tal: un cambio en su dinámica interna. Para ello se podría tener como referencia esas normas muertas que alguna vez determinaron el funcionamiento del Congreso nacional que otrora tuvo su sede en el Capitolio; también habría que acudir al Derecho comparado y ver cómo funcionan otros en la región como el de Venezuela, el de Argentina, el de Ecuador, etc.; y sobre todo aprovechar la experiencia acumulada, nuestras particularidades. Parece algo trivial, pero no lo es. Mientras más acceso tenga la población al funcionamiento de este órgano; mientras más transparencia tenga la labor del legislador, más participativo y democrático será el sistema.

Resulta importante este aspecto porque el dinamismo interno del órgano legislativo incide proporcionalmente sobre la actividad política de la nación. Es algo sobre lo que la Asamblea Constituyente deberá trabajar. La cada vez mayor participación directa del pueblo en los órganos del Estado a través de las distintas instituciones, el acercamiento de la toma de decisiones a la base, la amplia información, el debate, la rendición de cuentas y el control popular, parecen ser la fórmula más viable para el fortalecimiento de la democracia frente a la clásica representación y sus males o el centralismo democrático.

Por su parte, el Consejo de Estado es hasta la fecha el órgano más importante de la Asamblea Nacional, se encarga de representarla entre sus periodos de sesiones y ostentan “la suprema representación del Estado cubano”, vid. artículos 89 y 90 de la Constitución. Es un órgano particular, y sustituye formalmente la figura del Presidente de la República, cargo que en Cuba no existe, siendo su Presidente el Jefe de Estado y de Gobierno, vid. artículo 74.

De existir una Asamblea Nacional con un funcionamiento permanente, el Consejo de Estado no tendría sentido de ser como lo conocemos actualmente, ya que la Asamblea no tendría que ser representada por órgano alguno. Aun así, la permanencia de este órgano en la superestructura estatal cubana no es desacertada. El hecho de ser colegiado, mas la experiencia que ha acumulado en la práctica, le vale como un elemento a tomar en cuenta a la hora de hacer el diseño político futuro de nuestro Estado. Cualquier otro criterio al respecto sería especulativo, máxime cuando a estas alturas no se conoce ni cuándo ni cómo será el proceso de creación de la Asamblea Constituyente.

III

El regreso de la Asamblea Nacional a la sede que por derecho le corresponde, debería ser visto como un símbolo de los cambios que deben darse en Cuba para fortalecer los órganos de poder del Estado y por ende su sistema político. El Capitolio Nacional es literalmente un sólido e invaluable legado artístico y arquitectónico con casi diecisiete lustros de existencia; así de fuerte y hermosa deberá ser la patria que le leguemos a las generaciones futuras. Con ese fin no se puede perder de vista la relación conceptual existente entre Patria, República, y Revolución. La primera existirá siempre, independientemente de la forma de gobierno adoptada o el proceso político dominante; la segunda es el escenario necesario para que el pueblo pueda realmente ser soberano; la tercera es la obra opcional pensada y construida diariamente por el pueblo en su afán de consolidar y preservar su soberanía.

Si se quiere que los logros y conquistas sociales, políticas y económicas –resultantes de ese proceso político-social y económico que llamamos Revolución– perduren en el tiempo, se deben crear instituciones republicanas sólidas, que como macro-instrumentos le permitan al pueblo desde la base luchar por sus derechos en cualquier momento histórico y en cualquier circunstancia política. Si el poder es del pueblo, el pueblo debe tener más participación en el ejercicio de su poder.

Las generaciones presentes y futuras de cubanos están llamadas por la historia a ser fieles al legado de todos esos hombres que han aportado su grano de arena en la edificación de ese gran edificio independiente que es la República de Cuba. La Revolución es un medio, las instituciones democráticas nuestros instrumentos, el bienestar de la Patria toda nuestro fin. Sirva, pues, el bruñimiento del antiguo palacio habanero como inspiración y aspiración de ese futuro por el cual tanto trabajamos desde nuestra cotidianidad.

Lo que EE UU no es y no era

Por: Paul Krugman Premio Nóbel Economía
 
He recibido un correo: “Paul, usted es un traidor comunista infrahumano que debería ser deportado. Es una deshonra para los fundadores de EE UU y una afrenta a la Constitución. Los republicanos creen en la protección del dinero de los trabajadores, no de los que viven de las rentas. Todos los trabajadores, ricos y pobres, deberían ser protegidos por igual de los impuestos elevados”.

Recibo al menos uno de estos mensajes cada día. Pero es bastante interesante leer esto justo después de reseñar el libro de Piketty, porque uno de sus argumentos es que la idea moderna de que la redistribución y el “penalizar el éxito” no es estadounidense y es antiestadounidense choca frontalmente con la historia real de nuestro país. Un apartado del libro se titula Confiscatory Taxation of Excess Incomes: An American Invention [La tributación confiscatoria de las rentas excesivas: un invento estadounidense]; Piketty muestra que EE UU en realidad fue pionero en imponer impuestos muy elevados a los ricos: “Cuando observamos la historia de la fiscalidad progresiva en el siglo XX, resulta sorprendente ver lo muy por delante que iban Gran Bretaña y EE UU, especialmente este último, que inventó el impuesto confiscatorio sobre las rentas y las fortunas “excesivas”.

¿Por qué era así? Piketty señala que se debió al ideal igualitario, junto con el temor de que se crease una aristocracia hereditaria. Los impuestos elevados, especialmente sobre los patrimonios, vinieron motivados en parte por “el temor de llegar a parecerse a la Vieja Europa”. Entre los que pedían una tributación sobre el patrimonio elevada por razones sociales y políticas se encontraba el gran economista Irving Fisher.

Solo para recalcar el argumento: durante la Era Progresiva, era normal y mucha gente aceptaba apoyar los impuestos elevados a los ricos concretamente para evitar que los ricos se hiciesen más ricos, que es una postura que hoy día pocas personas en la política se atreverían a adoptar.

Y como las personas que me escriben ilustran tan gráficamente, mucha gente cree actualmente que la redistribución y los impuestos elevados a los ricos se oponen a los ideales estadounidenses, y que, de hecho, son prácticamente comunistas. No tiene ni idea (y no se lo creería) de que la redistribución es, en realidad, tan estadounidense como el pastel de manzana.

Traducción de News Clips.

© 2014 The New York Times.

Along the Malecón: Posada Carriles court transcripts

Along the Malecón: Posada Carriles court transcripts: Three years ago this month, former CIA operative Luis Posada Carriles, now 85, was acquitted on charges of perjury, obstruction of justice a...


Alan Gross: ¿Balón de ensayo?


Alan Gross con parte de los dispositivos traídos a Cuba para fomentar redes clandestinas

Seguí como muchos cubanos las artimañas de Alan Gross desde su detención en diciembre del 2009 -“con las manos en la masa”- hasta la condena a quince años de prisión.

Fue una causa judicial muy transparente, el delito cometido fue demostrado en su totalidad a pesar de las mentiras con que trataron de encubrirlo él, sus defensores y el influyente aparato mediático conjurado contra Cuba.

Abandoné el caso cuando en el máximo del cinismo trató de igualarse a nuestros Cinco Héroes, aprehendidos y condenados injustamente en los Estados Unidos, y el gobierno imperial pretendió imponer la liberación incondicional del espía. ¡Era demasiado para mí!

Los lamentos no han cesado, primero era que lo mandaron con totales desconocimientos de la ilegalidad de su misión en nuestro país y los riesgos que corría: ¡un verdadero angelito el niño! Después trató de escudarse en falsas gravedades de sus enfermedades crónicas y, por último, pidiendo clemencia por ser su mamá de avanzada edad y sufrir de un delicado padecimiento.

Gross no ha conocido en nuestro país una cárcel de máximo severidad, con mucha rapidez, tras chequeo médico de rigor, fue traslado a un hospital donde recibe todas las atenciones especiales necesarias y un régimen alimentico basado en una dieta diseñada para su persona.

Él no sabe lo que es “el hueco”, ni prohibición de ver sus familiares, recibir visitas consulares o despachos con su abogado.

Tampoco ha estado entre presos comunes. un hombre ién valentía y convencimiento que tendrá apoyo. ¿Ha probado usted en sano y pleno juicio permanecer un día sin alimentarse? ¡Le sugiero que no haga la prueba! comunes. Pero debe purgar su condena por el grave delito cometido.

Ahora este mercenario, asalariado por la USAID, empresa del gobierno de los EE.UU., vuelve a la palestra pública. Un hecho lo aupó, su hipócrita anuncio de comenzar una huelga de hambre en un intento por llamar la atención y conmover a gobernantes de Cuba, y al presidente Barack Obama y sus familiares.

Ya el subcontratado renunció a la huelga de hambre así que fue una “huelguita” de hambre. Es dura, difícil y para ella se requiere una gran disposición parida por muchos maltratos recibidos.

No es para nada el caso. Ahora ampara su abandono en una petición de su progenitora –con 92 años de edad- lo que es posible aunque venga de él, madres son madres, nadie como ellas.
Pero hay una gran verdad: el descubrimiento de un enorme complot para desestabilizar a Cuba -auspiciado y desarrollado por la misma agencia con que pactó- utilizando redes “sociales” como Zunzuneo, Piramideo, basadas en el desarrollo de la telefonía celular criolla, ha resquebrajado las bases para reclamar su liberación y además de tensó más las relaciones entre ambos países.

El secretario del Departamento de Estado, John Kerry, ha manifestado hace cerca de un mes sobre poseer dos ideas para lograr la liberación de Gross.

Al parecer no las ha hecho llegar a nuestras autoridades dado el contenido de la nota dada a conocer por la compañera directora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, Josefina Vidal Ferreiro, el 8 de abril de 2014, donde refiere que:

“El gobierno cubano reitera su disposición a buscar, de conjunto con el gobierno norteamericano, una solución al caso del Sr. Gross, aceptable para ambas partes, que contemple las preocupaciones humanitarias de Cuba relacionadas con el caso de los tres cubanos del grupo de los Cinco, que continúan injustamente encarcelados en Estados Unidos por más de 15 años”.

Por otra parte, la USAID salió muy mal parada de la rendición de cuenta ante el Senado de su país donde no pudo dar respuestas medianamente coherentes, y por si fuera poco, la acción fue calificada con los peores adjetivos. Allí renunció a tener responsabilidad alguna con la excarcelación de su contratado, descargó tal gestión en el Departamento de Estado así como continuó acusando a nuestra dirección por imponer una sanción arbitraria al espía confeso.

La política norteamericana es tan sucia que nos obliga a hacernos varias interrogantes:

¿Sera la apertura de estas plataformas una acción provocativa para llevar a ambas naciones a nuevos tiempos de una guerra fría? ¿Fue Alan Gross un señuelo para estudiar la reacción del gobierno cubano ante tales agresiones? ¿O formaba parte de la acción provocativa?

¿Su acción era de aseguramiento logístico para las entonces próximas aperturas de ZunZuneo y Piramideo? ¿Por qué tal desconocimiento a las autoridades?

Todo apunta un desprecio total por el presidio de Alan Gross. Recuerdo aquella película italiana que estuvo de moda: Cornudo y apaleado.

¿Fue Alan Gross un balón de ensayo de la “Agencia”, después abandonado a su suerte?

Viví para contarla.Diálogo singular con Gabriel García Márquez

Mario Jorge Muñoz Lozano

Estás jugando al plagio con uno de mis títulos, diría el dueño de los mejores cien años que ha vivido Latinoamérica, si tuviera la posibilidad de leer este texto. Pero fueron seis horas tan intensas que para mí, alumno de tercer año de la Facultad de Periodismo, aquel encuentro con el premio Nobel de Literatura se convirtió en uno de los acontecimientos más grandes de mi vida.

Él caminaba por el bullicioso Coppelia, uno de los lugares más variopintos de la urbe capitalina. Sí, porque desde hace más de tres décadas, la Catedral del Helado es la vidriera de los más disímiles sabores de La Habana: fresa, chocolate, enamorados, trabajadores, vainilla, almendra, guajiros, extranjeros, coco, mango, policías, jineteras, menta, malta, excéntricos, vagos, naranja, guayaba, madres, niños, mantecado, almendra, becados, reclutas...

Sitio de estudios, amores, proyectos, rupturas. Increíble todo lo que se ha urdido en sus cientos de metros cuadrados. Siempre vi Coppelia como una orilla atractiva, tentadora, para la pesca de personajes exóticos. Corazón del realismo mágico que destila a cántaros esta urbe caribeña. Que les pregunten a Senel Paz, a Titón, al Caballero de París. ¡Sí, señor!

Pensé que García Márquez andaba a la caza de una nueva historia. En ocasiones me he preguntado cómo en tantos años de amistad con prominentes hijos de este archipiélago y de vivir un tiempo en Cuba, periodista tan sagaz no ha hecho fuente de su obra a esta Isla, laboratorio ineludible de utopías, fantasías y muchas locuras.

Pero ahí estaba —vestía una elegante guayabera blanca— paseándose, confundiéndose entre el aroma de la Rampa y los apremios de la cotidianidad. Y yo persiguiéndolo como un enamorado sabedor de lo inevitable del choque, pero no de cómo modelar aquellas primeras y tan difíciles palabras. Temeroso de una negativa, de un «lo siento, ¿acaso desconoce que no doy entrevistas?»

Sin embargo, no podía echarme atrás. O en buen cubano, no debía asumir la presunción del hombre del cuento del gato. Así que le fui arriba. Ante tal adversario, acostumbrado a la persecución de reporteros y paparazzis, ya había decidido que mi mejor arma debía ser la sinceridad, o sea, esgrimir la inocencia de mis 20 años. Parapetado detrás de uno de los tantos árboles de la calle 23, exactamente a la entrada de la Agencia de Información Nacional, aproveché que el escritor frenó unos segundos para disfrutar el ritmo cadencioso, increíble, de una bella criolla.

«Gabo (de acuerdo, después comprendí que fue una frescura llamarlo con tanta confianza), mi nombre es Mario —le dije— soy estudiante de Periodismo, y me gustaría hacerle algunas preguntas, si no fuera una molestia. Imagino que su tiempo esté bastante ocupado»

Todo fue muy rápido. Lo tomé por sorpresa. Y todavía no había respondido cuando le solté una andanada de razones: que si con la misma edad que yo, más o menos, él había encontrado el camino de la escritura, luego de volver, por primera vez, a Aracataca (el mágico Macondo). Que si impartía conferencias en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, en las afueras de La Habana; en la cátedra Julio Cortázar, de la Universidad de Guadalajara; en Madrid, París... y no pasaba por nuestra Facultad de Periodismo. Que ya conocía de su rechazo total a los cuestionarios, pero hacía mucho tiempo que no compartía sus vivencias con la prensa cubana...

Ahora recuerdo y pienso que lo asusté. En su cara advertí el atolondramiento. Y no era para menos, casi lo estaba regañando. De pronto, levantó las manos: «De acuerdo, me rindo, tengo tiempo, ¿para dónde vamos?», dijo.

Quedé sin palabras. Decenas de pensamientos pasaron en ráfaga por mi mente: imaginaba ya cómo aparecería en el aula, mostrándole al profesor Hugo Rius y a mis compañeros —en especial a Olivia, Maricel, Fabiola... ¡Mujeres!— el resultado de mi conversación ¡exclusiva!, con uno de los más grandes escritores del planeta. Entraría a formar parte de las «grandes ligas» de la entrevista, junto a Juan Marrero, que nos fascinara narrando su encuentro con Alexei Mereziev, el piloto sin piernas de Un hombre de verdad; al lado de la colega Marta Rojas, quien había conocido a Ho Chi Minh; con el ilustre Orlando Castellanos que con su Formalmente Informal guardara para la posteridad la voz y el pensamiento de grandes personalidades de la vida nacional y extranjera...

Por suerte, desperté rápido de aquel orgasmo mental —qué sería de la Humanidad sin ellos. Revisé: grabadora, agenda y bolígrafo estaban en el bolso. Interrogantes sobre su vida y obra sobraban. Pero, ¿adónde podría invitar a un ser humano que ha desfilado por los más refinados salones del mundo? Estudiante al fin, hasta el mes entrante, cuando mi madre me entregara la siempre esperada remesa, mis bolsillos estarían huérfanos. Al parecer, él se dio cuenta, porque me invitó a acompañarlo. Explicó que había decidido aprovechar unas horas libres para pasear, tomar el aire tranquilo y seductor del Malecón.

«No sabe usted cuánto se lo agradezco. Será una oportunidad única» —le dije aún apenado.

En el breve trayecto por la Rampa le hablé de nuestra escuela de Periodismo, las asignaturas que recibíamos. Se interesó en conocer cómo y cuándo comenzábamos a publicar en la prensa, de nuestro vínculo con los medios, si compartíamos con los viejos colegas.

Bajábamos ya por la Rampa. Luego de una larga explicación y no pocos encontronazos con gente que lo reconocía y le pedía autógrafos, hicimos un alto en las inmediaciones del Pabellón Cuba. Se quedó mirando hacia el edificio de enfrente, donde radican las oficinas de Prensa Latina. Él había sido uno de los primeros corresponsales de la agencia en Nueva York. Comenzó a hablar; por un momento olvidó que me encontraba a su lado: «Los que me despidieron sin darme siquiera el pasaje de regreso hoy viven en Miami. Es curioso, mi relación con Fidel casi surge de ese pleito. Juré que no volvería a Prensa Latina hasta que Fidel me lo pidiera personalmente. Y no me lo pidió. Pero nos hicimos amigos. Ahora, cuando estoy en Cuba, la que discute con Fidel es Mercedes (esposa del escritor), y en la cocina, con un “porque te he dicho que eso no lleva tanto picante”, o “porque no cortes así las cebollas y deja de una vez la sartén”. A Fidel le encanta cocinar».

Lo escuché en silencio. Compartía sus pensamientos. Pasó un vendedor de maní y aproveché para agasajarlo. Aceptó, aunque no sé si por amabilidad o porque hubiera recordado que él también fue un estudiante sin un centavo en el bolsillo. Traté de provocarlo:

—Me acabo de leer su autobiografía Vivir para contarla —le dije. Y, sinceramente, la primera parte me enganchó mucho, está contagiada por ese halo místico de una vida muy cercana al Macondo de Cien años de soledad, pero más adelante, en la medida en que pasan los años y se empieza a enredar su vida con premios, personajes famosos, se me hizo menos interesante la narración. Quizá fue que la distancia en el tiempo le permitió fabular, enriquecer los primeros recuerdos, mientras que los sucesos más cercanos se enfrentaron a la diabólica objetividad de mantenerlos aún frescos en la memoria. Seguro que dentro de un tiempo narrará de manera distinta lo vivido en estos últimos años. ¿Dio a leer el texto a sus amigos, como hace siempre?

—Siempre cuento lo que estoy escribiendo a mis amigos para ver qué efecto produce, pero después puede ser que al fin lo cambie todo.

Habíamos reanudado el paso. Caminaba despacio, recordaba.

—¿Con Cien años de soledad sucedió así?, le pregunté. Estábamos a unos metros de la añeja cinta de concreto que se extiende por el extenso litoral habanero, protector de la ciudad ante la ira destructora del mar, asiento de enamorados, familias, románticos y pensadores.

—A Álvaro Mutis (un amigo) le contaba la historia cuando preparaba Cien años de soledad. Estaba extasiado con la idea. Cuando tuve el primer capítulo y se lo di a leer, me dijo furioso: «Eres un hijo de p..., esto no tiene nada que ver con lo que me contabas, ahora he quedado mal con mis amigos, a los que les había dicho otra cosa».

«Con Cien años de soledad, me solté el moño. La tierra podía ser una naranja, un galeón español podía naufragar en el medio de la selva y los gitanos del circo podían traer los últimos adelantos de la ciencia».

Hablaba de la famosa obra como si se tratara del amor de su vida. Escuchaba a El Gabo y me arrepentía de haberlo llevado conmigo, quizá hubiera podido convencerlo para que impartiera una conferencia en la Facultad.

La bella vista y el sabor de un aire distinto nos recibieron en el Malecón. Buscamos un lugar donde acomodarnos para recibir la grata fragancia de la mar —para mí es hembra—, y compartir su música, a veces contaminada por el rugir de autos que volaban a nuestras espaldas.

García Márquez callaba, como si intentara descifrar los acordes de tan bella sinfonía. Aproveché para preguntarle acerca de sus sentimientos por la escritura.

«No hay una mayor felicidad en la vida que escribir —contestó sin pensarlo mucho. El orgasmo no vale nada (reímos). Tiene su interés, claro, pero no como cuando uno está escribiendo».

—¿Y le resulta fácil hacerlo? —se había generado una atmósfera rica para las confesiones.

—Al principio, antes de sentarme a escribir, vomitaba el desayuno. Me sentaba porque lo único que quería era escribir. Pero el problema de la página en blanco es absolutamente real, y es aterrador.

«Cuando era joven e inexperto, leí un reportaje, ahora muy conocido, que le hacían a Hemingway, creo que en el París Review. Allí contaba cómo lo resolvió».

Hizo una pausa para reflexionar. Pensé que era el momento propicio para desenvainar la grabadora o mi libreta de apuntes. Pero temí que se rompiera el hechizo, que se perdiera el ambiente de intimidad logrado. No lo hice.

Sabía que detrás del relato sobre el genial novelista norteamericano me hablaría de su eterna receta: la de comenzar por escribir las mejores ideas para entrar en calor. «Si después no sirve, lo botas —aseguró—; pero ya está empezado. Y a la mitad del camino, cuando va surgiendo mayor identificación y uno comienza a escribir como si alguien te estuviera soplando, no te levantas; sigues con el principio del día siguiente antes que el brazo se enfríe. Al día siguiente, empiezas en la cola del anterior».

—¿Cuál es el mejor lector? —volví a la carga.

—El que me hace la burrada de leerme en una noche. Lo odio, porque él se despacha en unas horas lo que a mí me costó años escribir. Pero me encanta el haberlo podido atrapar al punto de obligarlo a no dejar el libro hasta el fin.

—En su obra ese éxito tiene que ver mucho con la ficción…

—Lo esencial de la ficción no es lo verdadero —advierte—, sino lo verosímil. Inventar la vida, eso es una maravilla.

«En Cien años de soledad, cuando José Arcadio Buendía, el joven, va a buscar a Pilar Ternera para su debut sexual, yo sé muy bien lo que sentía. Estando en Bogotá, en el internado de la escuela secundaria (por 1944, a los 15 o 16 años), yo tenía una novia que vivía con sus padres, en una época en que no se hacían esas cosas. Los padres de los costeños, cuando partíamos a Bogotá para estudiar, nos hacían dos advertencias: cuidarse de la pulmonía —Bogotá está a una altura en que conocen el frío— y no embarazar a una cachaca, que es como les dicen a las bogotanas. Eso les pasaba a todas las hijas de dueños de pensión.

«Además de la novia de mi edad, yo tenía otra, casada, que vivía con el marido, los padres y las hermanas, en una de esas casonas de antes donde todos los cuartos rodeaban un jardín, en Sipaquirá, un lugar famoso en Colombia por su moral estricta. Ella me avisaba cuando el marido se iba de viaje y me invitaba por la noche a su cuarto, que era el último de la casa. Me dejaba la puerta de calle sin tranca, y yo tenía que atravesar por un pasillo el cuarto donde dormían los padres, el de la hermana casada que dormía con su marido y sus niños, y otro cuarto que se usaba como costurero. De entrada, pasaba muerto de risa. El problema era a la salida, exhausto, asustado. Salir era terrible. (Sonaron nuevas carcajadas).

«Para escapar del internado me descolgaba por detrás, mientras los compañeros me ayudaban, con la condición de que les contara después. Lo que ocurría en el cuarto era como un temblor de tierra, igual que para José Arcadio. Era yo el que decía no soy capaz, pero cómo hago para no ir».

—Es evidente su pasión por los recuerdos de familia. Además, pienso que es una gran suerte para un escritor haber vivido esas historias.

—Empecé a contar con lápiz; antes de poder escribir inventaba historias dibujando. Eso hice cuando el abuelo me llevó a ver una función del mago Richardine, que le cortaba la cabeza a su ayudante. Quedé deslumbrado. Lo dibujé sobre la pared en la casa de Aracataca. Creía que era un dibujo absolutamente realista (igual que cuando escribo). Pero al verlo otra vez después de muchísimos años, el mago monumental que había quedado en mi memoria medía solo 50 centímetros. Y era imposible darse cuenta si cortaba una cabeza y a quién.

«Barranca era el pueblo de mi abuelo, donde mató a un hombre en una riña de gallos (como José Arcadio Buendía en Riohacha). Durante una de mis vueltas por La Guajira, en los años 50, cuando iba a vender enciclopedias, un señor me dijo: “Usted es nieto del coronel Márquez, yo soy nieto de Prudencio Aguilar, entonces su abuelo mató a mi abuelo”. Al principio me asusté, pero el hombre era amabilísimo. Resultó ser un contrabandista con gran sentido del honor. Llevaba siempre un fajo de billetes para el guardia de aduana. ¿Y si un día no te lo recibe?, le pregunté. No voy a tener más remedio que matarlo, contestó, porque lo que gano es para la educación de mis hijos».

—A pesar de los más de 30 años transcurridos luego de escribir Cien años de soledad, aún no logra zafarse de ella. Es como un matrimonio. Y no es para menos, supe que fueron 18 meses sin hacer otra cosa que escribir.

—Durante tres meses no salí siquiera a la puerta de la casa. Uno de los problemas que tenía para resolver por esos días era cómo hacer desaparecer a Remedios la Bella, que en la realidad de Aracataca se había ido con un hombre cuando ya tenía nietos. En el pueblo, eso no se decía porque a la familia le daba vergüenza. Explicaban, en cambio, con toda seriedad, que un día se había volado. Y así resultaba más creíble que la verdad.

«En esas estaba cuando miré por la ventana hacia el patio y vi a la chica que ayudaba en la casa colgando unas sábanas durante una tarde con mucho viento. De esa forma salió Remedios del libro: se fue volando aferrada a las sábanas furiosas de truenos».

Mientras hablábamos, se acercó una pareja de guitarristas que propuso tocarnos algunas canciones a cambio de unos pesos. Le pusieron la tapa al pomo cuando presentaron el menú: Los Buquis, Pasteles Verdes, Pimpinela, Juan Gabriel... y La Guantanamera, para complacer peticiones, algo que no podía faltar «porque siempre nos la piden».

Los despedimos para hacerle mejor caso a una vendedora de empanaditas de queso. Estaban calientes, exquisitas.

Mientras comíamos, aproveché para mostrarle al Profe que conocía bastante su historia, de cómo había publicado su primer cuento en un diario de Bogotá y no tenía ni un centavo para comprar el periódico. Luego, fue el segundo, el tercero, el cuarto, cuya publicación fue anunciada en el periódico del día anterior. Pero por el Bogotazo tuvo que mudarse a Cartagena.

Los primeros pasos en la profesión del famoso novelista habían sido tortuosos. Debió comenzar los estudios de Derecho porque su padre quería convertirlo en abogado.

«Pasaba por la puerta del diario El Universal —esta vez no me miraba, hablaba con el mar. El salitre se pegaba al rostro y la espuma de las olas bañaba nuestros pantalones— y un día vi al otro lado de la vitrina un señor solo; entonces me atreví a entrar. Cuando le dije el nombre, se acordó de los cuentos publicados en Bogotá y me tomó.

«En esa época los jefes de redacción eran verdaderos maestros, le corregían a uno las notas con lápiz rojo. Mi primer artículo era todo lápiz rojo. Luego, cada vez fue menos, hasta que el lápiz rojo desapareció del todo. El periodismo era una cosa estupenda».

Si alguna vez tuve dudas acerca de mi posible apego al periodismo —y las tuve, porque lo que más me interesaba era conocer mundo—, todas ellas quedaron disipadas. Cada palabra de aquel hombre transpiraba un enorme respeto y amor por la profesión.

De sus aventuras en Cartagena saltó a su vida en Barranquilla, donde trabajó en la redacción de El Heraldo. Allí, «la edición cerraba a la una de la madrugada y en la noche dormía dentro del mismo periódico. Me quedaba con el linotipista hasta que cerrara. El ruido a lluvia de los linotipos era ideal para escribir. Ahí escribí La hojarasca».

Entonces, el joven periodista vivía al día; radicaba en un viejo hotelucho que sus amigos apodaron «El Rascacielos», donde las habitaciones estaban divididas por paredes de cartón.

«¡Las cosas que se oían —me dice con mirada pícara—, las voces que se reconocían! Los gobernadores, los funcionarios, ellos todavía no saben todo lo que yo sé. Todo mi equipaje era un pantalón, una camisa y dos calzoncillos. Uno puesto y otro secando. A la mañana, quedaba yo solo con las chicas y les pedía: “¿Quién me presta un jabón?”. Fue en ese tiempo que mi madre vino a buscarme para vender la casa».

—Ha llovido mucho desde entonces —le dije—. Creo que usted no es el mismo desde 1967, cuando se publicara la edición argentina de Cien años de soledad y comenzara una carrera de incesantes ediciones de libros, con tiradas de cientos de miles de ejemplares. ¿No cree que tantos ojos puestos sobre cada letra nueva que se le ocurra, se conviertan en obstáculo a la hora de escribir?

—A mí, toda la vida se me fue eludiendo obstáculos que me impedían ser escritor. Incluso, cuando ya lo era, hecho y derecho, tenía que vivir de los periódicos, la radio, la publicidad, el cine. Mi padre me dijo, cuando hubo de resignarse a que abandonara los estudios de Derecho: “Comerás papel”.

«Cuando uno se sienta a escribir, tiene que querer ser mejor que Cervantes. No lo será, pero es un buen impulso».

¡Qué bueno estaba eso! Ya no podía aguantar más. Iba a reventar. Trataba de almacenar en mi memoria las ideas más sobresalientes, que luego me permitieran armar un texto, pero todo lo hallaba importante.

La grabadora, indigna, continuaba en reposo. La saqué del bolso a la velocidad que un cowboy de Hollywood exhibe para desenfundar su Colt. Era la única manera de poder eludir la pena. Le expliqué que no podía permitir que se me escaparan tantas reflexiones interesantes. El Gabo sonrió confuso. Estaba claro que no entendía por qué no lo había hecho antes. Monté un casete, Song for America, del grupo Kansas —uno de mis favoritos—, a esa hora daba igual, no me pondría a mirar en cuál grabar. Las manos me sudaban. Apreté la tecla REC. No encendía el diminuto bombillo rojo que anuncia el normal funcionamiento del equipo. La vieja Sony no andaba. La revisé, él me ayudó, probé el remedio santo de los puñetazos —ideal con televisores y radios soviéticos— y tampoco dio resultado.

Entonces recordé que llevaba tiempo usando las mismas baterías. Esa debía ser la razón. Así que le ofrecí disculpas, me lancé de la cama al buró —a un paso, en mi apartamento todo está muy cerca—, donde guardaba celosamente un par de baterías nuevas, se las puse a la máquina y volví a acostarme.

Di vueltas y vueltas, conté ovejas, hice ejercicios de relajación. Pero no lograba volver a dormirme. Así estuve hasta las seis de la mañana. El calor, como siempre, era insoportable. Me vestí, y algo «depre», salí caminando para la redacción. Debía entregar un reportaje sobre la Casa de las Tradiciones de Santiago de Cuba, un lugar donde seguro el genial Gabriel García Márquez encontraría buen trigo para sus asombrosas historias.

En lo adelante, pasé días, semanas, acostándome tarde, siempre con la grabadora —con las nuevas baterías puestas, claro, lo de antes no me vuelve a pasar— en la mano. La apretaba para que no se me olvidara. También ahorré algunos quilos para invitarlo a unas cervezas.

Han pasado tres meses esperándolo y nada. Camino Rampa arriba y Rampa abajo, regreso al Malecón y no aparece. Teresa me regaña: además de dormir mal, en la madrugada la he golpeado con la grabadora. Ahora el pequeño equipo duerme debajo de la almohada. ¿Se acordará el Gabo que me debe un sueño?

Nota: Los parlamentos de Gabriel García Márquez fueron extraídos de 15 horas de seminario que sostuvo, durante tres días, con estudiantes y profesores en la cátedra Julio Cortázar de la Universidad de Guadalajara, 1996.

Tuve la dicha de conocer a Gabriel García Márquez hace unos diez años, durante la inauguración de una exposición del artista de la plástica Alexis Leyva Machado (Kcho), quien nos presentó y le dijo que yo era periodista. Inmediatamente, vi reflejado el peligro en los ojos del genial escritor de que le pidiera una entrevista. Conocía yo, de antemano, su rechazo a los interrogatorios, así que me le adelanté y le dije que no se preocupara, que ya yo lo había entrevistado hace algunos años. La curiosidad lo atrapó y de inmediato fue él quien me «comió» a preguntas: ¿Cómo la había escrito? ¿En qué momento le había dado a conocer la verdad al lector? El Gran Gabo sabía que yo no lo había entrevistado nunca, pero admiró la iniciativa y me pidió que le enviara el artículo. Estuvimos conversando un rato, minutos que seguiré calificando entre los momentos más excepcionales de mi vida. Ahora, al conocer de su muerte, confieso que no siento tristeza alguna, porque García Márquez seguirá habitando en sus libros, como lo ha hecho siempre, y en esta América Nuestra a la que tanto conoció y amó durante toda su vida.

Tres milisegundos muy caros

Hace cuatro años, Chris Christie, el gobernador de Nueva Jersey, canceló de repente el que probablemente era el proyecto de infraestructura más grande e importante de Estados Unidos, un nuevo túnel ferroviario por debajo del río Hudson que se necesitaba desesperadamente. Pueden contarme entre quienes culpan a sus ambiciones presidenciales y creen que intentaba congraciarse con las bases republicanas que odian el transporte público y al Gobierno.

Sin embargo, aunque un túnel se cancelaba, otro estaba a punto de completarse, ya que Spread Networks acababa de abrirse camino a través de las montañas Allegheny de Pensilvania. El túnel de Spread, sin embargo, no estaba pensado para transportar pasajeros, ni siquiera mercancías; era para un cable de fibra óptica que reduciría en tres milisegundos —tres milésimas de segundo— el tiempo de comunicación entre los mercados de futuros de Chicago y los mercados de valores de Nueva York. Y el hecho de que este túnel se construyese y el túnel ferroviario no, nos dice mucho sobre lo que no marcha bien en el Estados Unidos de hoy.

¿A quién le importan los tres milisegundos? La respuesta es que a los corredores de Bolsa de alta frecuencia, que ganan dinero comprando o vendiendo acciones una pequeñísima fracción de segundo más rápido que otros agentes. No es de extrañar que Michael Lewis inicie su exitosísimo nuevo libro Flash Boys, un ataque contra la negociación de alta frecuencia, con la historia del túnel de Spread Networks. Pero la verdadera moraleja de la historia del túnel es independiente de la invectiva de Lewis.

Piensen en ello. Pueden creerse o no el retrato que hace Lewis de los tipos de la alta frecuencia, a los que describe como villanos, mientras que presenta como héroes a quienes intentan boicotearlos. (Si me preguntan, les diré que no hay buenos en esta historia). Pero en cualquier caso, gastar cientos de millones de dólares para ahorrar tres milisegundos me parece un enorme despilfarro. Y esto forma parte de una situación mucho más general, en la que la sociedad dedica una parte cada vez mayor de sus recursos a financiar tejemanejes, para obtener poco o nada a cambio.

Gastar cientos de millones de dólares para ahorrar 3 milisegundos parece un enorme despilfarro

¿De cuánto despilfarro estamos hablando? Un artículo de Thomas Philippon, de la Universidad de Nueva York, lo cifra en varios cientos de miles de millones de dólares al año.

Philippon empieza por la conocida observación de que el sector financiero ha crecido mucho más deprisa que la economía en general. Concretamente, el porcentaje del PIB que corresponde a los banqueros, corredores de Bolsa y demás casi se ha duplicado desde 1980, cuando empezamos a desmantelar el sistema de regulación financiera creado en respuesta a la Gran Depresión.

¿Qué estamos recibiendo a cambio de todo ese dinero? Que nosotros sepamos, no mucho. Philippon demuestra que el sector financiero ha crecido mucho más deprisa que cualquiera de los flujos de inversión que canaliza o que los activos que gestiona. A los defensores de las finanzas modernas les gusta argumentar que estas prestan un gran servicio a la economía al destinar el capital a sus usos más productivos; pero resulta difícil sostener ese argumento tras una década en la que los mayores logros de Wall Street han consistido en dirigir cientos de miles de millones de dólares hacia las hipotecas de alto riesgo.

Los amigos de Wall Street también afirmaban que la proliferación de los instrumentos financieros complejos estaba reduciendo el riesgo y aumentando la estabilidad del sistema, por lo que las crisis financieras eran algo del pasado. No me digas.

Pero si nuestro descomunal sector financiero no nos está haciendo más seguros ni más productivos, ¿qué está haciendo? Una de las respuestas es que está tomándoles el pelo a los pequeños inversores haciéndoles gastar cantidades inmensas en un intento vano de ganarle la partida al mercado. Y no es que lo diga yo; es lo que declaró el presidente de la Asociación Financiera Estadounidense en 2008. Otra posible respuesta es que se está destinando mucho dinero a actividades especulativas que son rentables para los individuos, pero improductivas para la sociedad.

Hay una correlación clara entre el auge financiero y el aumento de la desigualdad

Podría objetarse que esto no puede ser cierto, que la mano invisible del mercado garantiza que los beneficios privados y los sociales coincidan. Sin embargo, hace mucho que los economistas saben que cuando se trata de especulación, esa proposición simplemente no es cierta. Allá por 1815, el barón Rothschild ganó una fortuna porque supo el resultado de la batalla de Waterloo unas horas antes que los demás; resulta difícil ver de qué modo ese conocimiento pudo enriquecer a Reino Unido en su conjunto. Es todavía más difícil ver de qué modo la ventaja de tres milisegundos que proporciona el túnel de Spread Networks puede hacer más rico al Estados Unidos moderno; pero está claro que esa ventaja vale la pena para los especuladores.

En resumen, estamos entregando cantidades ingentes al sector financiero y recibiendo a cambio poco o nada (tal vez menos que nada). Philippon cifra el despilfarro en el 2% del PIB. Pero incluso esa cifra, diría yo, subestima el verdadero coste de nuestro inflado sector financiero. Porque hay una correlación clara entre el auge de las finanzas modernas y el regreso de Estados Unidos a unos niveles de desigualdad propios de finales del siglo XIX.

Así que da igual el debate sobre cuánto daño exactamente hacen las operaciones de alta frecuencia. Es el sector financiero en general, no solo esa parte, el que está minando nuestra economía y nuestra sociedad.

Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008

© New York Times Service 2014

Traducción de News Clips.

Cultura de Cuba ya no es para cualquier bolsillo

Por Ivette Gonzalez
 
LA HABANA, 20 abr 2014 (IPS) - En la fila para entrar a un concierto en el Centro Cultural Fábrica de Arte de La Habana, Alexis Cruz, de 26 años, revisa ansioso la billetera donde guarda el monto de la entrada, 50 pesos cubanos (dos dólares), y tres CUC (moneda equivalente al dólar) para beber algo.

“Pocas veces puedo asistir a estos espacios que se llevan un cuarto de mi sueldo de 450 pesos (casi 19 dólares), pero todos los precios están igual o más caros y al menos aquí escucho buena música”, dice a IPS el joven abogado.

La falta de opciones atractivas y asequibles de cultura y entretenimiento afecta a la mayoría de los 11,2 millones de cubanos, en un país donde el salario en el sector estatal, empleador casi monopólico, no excede los 20 dólares.

Para los deprimidos bolsillos familiares, exprimidos en más de dos décadas de crisis, es casi imposible pagar los precios de discotecas y clubes que reaniman la vida nocturna cubana tras la reforma económica de 2010, que abrió espacios a la empresa privada.

Las diferencias se hacen notar.

Mientras en glamorosos bares privados de barrios residenciales como el Vedado, Miramar y Playa se divierte la emergente clase adinerada habanera, para el resto las opciones son escasas.

“Si quiero salir a bailar a un lugar bueno ahorro uno o dos meses gracias a que mi mamá hace dulces para una cafetería privada y aporta casi todo el dinero de la casa”, asegura Jorge Mario Rodríguez, 24 años, de la barriada periférica El Palmar.

Como a otros jóvenes, a Rodríguez, cobrador de la estatal Empresa Eléctrica, le gusta el reguetón, el pop y y la salsa, pero no es asiduo a conciertos, al teatro ni al cine.

“Esos lugares quedan en el centro y el transporte está muy malo. Cuando no hay fiesta en casa de algún amigo, trato de quedarme mirando series y películas en el DVD”, explica.

Según varias investigaciones, cubanos y cubanas consumen preferentemente audiovisuales y música para recrearse.

Más allá de lo que transmiten los cinco canales estatales, una difusión alternativa ofrece las últimas producciones de la industria del entretenimiento mundial.

Esa red informal incluye casas de alquiler y copia, puestos de venta de discos piratas –legalizados como trabajo por cuenta propia en 2010— y la venta a 50 pesos (dos dólares) de una recopilación digital de casi un terabyte de música, películas, series, telenovelas y espectáculos televisivos internacionales, conocida como “paquete semanal”.

Cada martes, la sala de Laudelina Rodríguez es un hervidero de gente que copia en memorias USB lo último de la semana. Pagando entre cinco y 20 pesos cubanos (menos de un dólar), el cliente puede llevarse hasta ocho gigabytes de contenido variado.

Entre una clientela de casi 300 personas en el municipio del Cerro, la cuentapropista Rodríguez distribuye por semana unos 600 gigas y tres o cuatro paquetes completos. Según su registro, 66 por ciento de los compradores tienen menos de 30 años.

“Lo más demandado son las narconovelas y las telenovelas mexicanas, seguidas por las series norteamericanas (estadounidenses) y los concursos de participación como ‘La Voz Kids’ y Nuestra Belleza Latina”, dice Rodríguez a IPS.

“También gustan las películas cubanas y los espectáculos humorísticos, pero casi nunca vienen obras nacionales, tal vez para no complicarse con problemas de derecho de autor”, justifica.

Este tipo de consumo escandaliza a los intelectuales de Cuba, cuyo gobierno socialista se empeñó por más de 50 años en construir el “hombre nuevo”, guiado por valores que no fueran los del capitalismo occidental.

El congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), celebrado entre el 11 y el 2 de abril, reclamó cuidar las jerarquías artísticas y enfrentar la banalidad creciente en los gustos de la población.

“Tenemos que desmenuzar el ‘paquete’ para que la gente entienda que la están estafando”, dijo el escritor y exministro de Cultura, Abel Prieto, en una de las sesiones transmitidas por la televisión estatal.


La Feria Internacional del Libro de Cuba es uno de los eventos culturales más populares y también de los que más ingresos recaudan. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Prieto, quien ahora se desempeña como asesor presidencial, reconoció en entrevista con la revista digitalOnCuba la responsabilidad del Estado en lo que considera deformación del gusto popular y defendió la urgencia de crear productos culturales entretenidos, con gancho para la gente joven, “pero sin vaciarlos de sentido”.

Los reunidos en el congreso reclamaron aflojar viejas tensiones entre arte y mercado, en este país donde el acceso masivo a la cultura siempre fue subvencionado.

La reforma económica de 2010 eliminó los subsidios, y ahora artistas e instituciones deben buscar cómo se rentables.

En 2013, el presupuesto para cultura, arte y deporte se redujo en 172 millones de dólares respecto de 2012. Y solo uno por ciento de las inversiones fueron a ese sector, según estadísticas oficiales.

Cuba tiene casi 300 salas de cine, 361 teatros y salas, 267 museos y 118 galerías de arte. En ellas, la programación es financiada por el Estado y las entradas son subsidiadas.

Pero buena parte de la audiencia queda insatisfecha porque las instalaciones están cada vez más deterioradas, la calidad es irregular, los horarios son poco flexibles y la promoción es deficiente.

El congreso de la Uneac propuso evaluar la gestión no estatal de artistas y proyectos culturales, por ejemplo las cooperativas.

Pero el gobierno tiende a reaccionar con restricciones a las iniciativas autónomas, como muestra el cierre de las salas de cine en 3D el 2 de noviembre, con el argumento de que no se ajustaban a las actividades establecidas para el sector privado.

Pese a ser más costosos que el cine estatal, esos negocios lograron en poco más de un año despertar el interés del público por el séptimo arte y revitalizaron opciones culturales en los barrios menos céntricos.

Ulises Aquino, director de la compañía Ópera de la Calle, que reúne a 120 artistas, intentó autofinanciarse con presentaciones en su restaurante privado El Cabildo. Pero el gobierno se lo clausuró en 2012 por supuestas irregularidades de gestión.

“Cubríamos nuestros gastos personales y financiábamos nuestras producciones artísticas”, dice Aquino a IPS.

“Pero (las autoridades) se asustaron cuando medios de prensa internacionales dijeron que había construido un imperio al mejorar el nivel de vida de nuestros artistas”, asegura.

Ahora, Ópera de la Calle depende del presupuesto asignado por el Consejo Nacional de Artes Escénicas, que no garantiza la reparación de equipos, instrumentos musicales ni vestuarios, ni asegura las meriendas y el trabajo comunitario.

“Es necesario que sigan existiendo creaciones y creadores subsidiados, pero no por tradición o por nombre, sino porque tributen verdaderamente al bienestar espiritual y cultural de la nación”, dijo una participante, Elena Estévez, de la sección interactiva de IPS Cuba.

Para la economista y experta en cultura Tania García estas no son “gratuidades indebidas”, porque cuando se cubren los gastos de espectáculos a bajos precios se invierte en crecimiento humano, dice a IPS.

En el último quinquenio, el arte aportó entre 4,3 y 4,7 por ciento del producto interno bruto. Pero a eso hay que agregar, según García, el valor de las exportaciones y los impuestos a los ingresos personales de los artistas.
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