"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

sábado, 15 de febrero de 2014

Elogio a la útil inutilidad

By Amalio Rey

La reciente obra de Nuccio Ordine, que lleva como título “La utilidad de lo inútil”, tenía necesariamente que llamar mi atención. Se trata de un librito breve que va a interesar a cualquiera que intuya, como yo, que las cosas a menudo no son lo que parecen.

Es un texto oportuno, que va a ayudar a visibilizar un problema de gran actualidad, aunque tengo que decir que siendo una lectura necesaria, no satisfizo las elevadas expectativas que me había hecho. Para mi gusto le falta frescura y fluidez, porque se construye a través de una densa concatenación de citas que reflejan erudición pero que terminan siendo demasiado reiterativas. El texto, a pesar de su brevedad, me pareció redundante y no consiguió engancharme. De hecho, casi que disfruté más el apéndice del libro, que es un ensayo de Abraham Flexner titulado “La utilidad de los conocimientos inútiles”.

Sin embargo, me sigue pareciendo “útil” dedicar un post a reseñar algunas ideas expresadas por Ordine en su Manifiesto, porque encaja con el seriado que estoy escribiendo sobre la urgencia de recuperar las humanidades en la formación/educación de profesionales, gestores y directivo/as.

Antes se seguir, conviene recordar que el autor incluye dentro de lo que esta sociedad llama “inútil” no sólo los saberes que no producen beneficios sino también aquellos ajenos a cualquier finalidad utilitarista. Son saberes o acciones que en principio se tachan de “inútiles”, por estar alejados de toda intención práctica, pero que terminan siendo “útiles” porque “ayudan a hacernos mejores”. O sea, el saber tiene un valor en sí, con independencia de que produzca o no ganancias y resultados prácticos. Lo que importa es que sea bueno, y no necesariamente “útil”.

En un post anterior sobre cosas que haría para mejorar la educación insistía en una idea que para muchos es contraintuitiva: Las humanidades ayudan (indirectamente) a mejorar la empleabilidad, y me quejaba precisamente de que estamos en un momento de exaltación de “lo práctico e inmediato”, del Saber-Hacer y de la formación utilitarista, que agudizado por la crisis promueve una especie de acoso-y-derribo de las Humanidades, a las que se presentan como un gasto superfluo. Ya sabemos aquel sabio consejo que nos dio el Ministro Wert de que “los universitarios no deben estudiar lo que quieren sino lo que les emplee”.

Nuccio Ordine, en un prudente ejercicio de autocontrol, reconoce que “sería absurdo cuestionar la importancia de la preparación profesional en los objetivos de las escuelas y las universidades”, pero reclama la importancia de que “se subordine a una formación cultural más amplia”. Cita los ensayos de John Henry Newman sobre la “universidad profesionalizada” para insistir en que “el desarrollo general de la mente” ha de tener primacía sobre el “estudio profesional y científico”.

Me parece esencial el debate que abre sobre la utilidad de la investigación científica, en un momento de restricciones presupuestarias que priman obsesivamente la “ciencia productiva”. Hay que recordar una y otra vez que muchas investigaciones de ciencia básica, que solo buscan desentrañar el por qué de las cosas, terminan generando de forma inesperada aplicaciones de gran relevancia. Son inversiones que “no generan retornos inmediatos, ni monetizables”, que no son “ciencia productiva” porque satisfacen una curiosidad puramente teórica, pero que a medio y largo plazo revierten en enormes beneficios prácticos.

El ensayo de Abraham Flexner ataca directamente esta cuestión, que es probablemente de las que más me interesan, aportando numerosos ejemplos (Marconi, Maxwell, Hertz, Galileo, Newton, etc.) de descubrimientos relevantes para la humanidad hechos por hombres y mujeres que “no se guiaron por el afán de ser útiles sino por el mero deseo de satisfacer su curiosidad”. Y por eso insiste en una idea clave con la que estoy totalmente de acuerdo: la necesidad (en las políticas públicas e instituciones científicas) de darle a la curiosidad una total libertad.

Todo el libro me recuerda el “principio de oblicuidad” que propone John Kay en su más que recomendable libro “Obliquity”, según el cual suele cumplirse esta paradoja: “Goals are often best achieved without intending them”. ¿Qué es “lo útil”? ¿Alguien lo sabe realmente? ¿Se puede afirmar con seguridad que una actividad “no sirve para nada”?. Charles Eames lo tiene claro: “My dream is to have people workings on useless projects. These have the germ of new concepts”.

Esta paradoja nos lleva también al viaje inverso. Lo “inútil” puede ser útil, del mismo modo que lo “útil” a menudo se manifiesta inútil, como bien sugiere el desenfreno consumista en el que estamos metidos, comprando cosas que no sirven para nada de lo que dicen que sirven. Por cierto, me resultó curiosa la cita que se hace en el libro de Giacomo Leopardi al hablar de las mujeres, a las que considera más indiferentes a la lógica productivista porque “al ser menos severas, se muestran más condescendientes con nuestra inutilidad”.

Pienso que soy un tío más práctico que soñador. Me dedico a la consultoría, así que eso dice algo de mí. Creo que la gracia está en el equilibrio, así que déjame también que diga esto: hay bastante retórica hipócrita con el postureo de despreciar lo material. Por ejemplo, dice el poeta Jean Starobinski que él “renunciaría antes a las patatas que a las rosas”, una frase que suena molona siempre que no esté pasando hambre.

Igual que desconfío del exceso de pragmatismo productivista, me cuesta tragar al “inútil crónico” que aboga por un modo de vida hedonista-existencialista, que despotrica de todo lo práctico-material pero bien que le gusta zamparse un filetón, dormir en un colchón cómodo o conducir por una carretera bien hecha. Para tener alimentos de calidad se necesitan buenos agricultores y ganaderos, los colchones se diseñan y fabrican por especialistas, y las infraestructuras no se construyen sin saberes técnicos. Ya ni te digo lo importante que es el desarrollo profesional en el mundo sanitario o la educación. Los saberes profesionales importan tanto como tener buenos escritores o artistas. Para los comunes de los mortales disfrutar de una vida digna implica también tener un empleo, y para tenerlo hay que saber producir y gestionar. La ignorancia es peligrosa como lo es también la miseria material.

Todo va unido y todo es importante, aunque el Manifiesto de Nuccio Ordine apunta en el sentido correcto porque vivimos un evidente desequilibrio a favor del “hombre práctico” y el “homo economicus”. Hay un sesgo economicista que desprecia las humanidades, así que ponerse en el lado castigado de la balanza es casi un acto cívico de resistencia.

En fin, me quedo sobre todo con estos reclamos: La inspiración socrática de buscar la verdad por todos los medios posibles solo por el placentero (y digno) hecho de conocerla. La necesidad de crear, y de imaginar. La importancia de habilitar también caminos largos e indirectos sin un propósito predeterminado. La mágica utilidad de las artes como manifestación desprovista de un fin utilitario. La lectura de los clásicos como una actividad autotélica. El disfrute de la belleza en su sentido más placentero y trivial, o como dice Gautier: “¿No es suficiente con que sirva para ser bello?”.- See more at: http://www.amaliorey.com/2014/02/12/elogio-a-la-util-inutilidad-post-394/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+blogdeamalioarey+%28Blog+de+Amalio+A.+Rey%29#sthash.AJmpJh7e.dpuf

Revolución, cultura y marxismo

Por Fernando Martínez Heredia
 
Estoy muy impresionado por la presencia del marxismo en el tema que me piden ustedes. Las palabras “cultura” y “revolución” forman parte del lenguaje corriente, pero el marxismo ha estado casi ausente en Cuba durante mucho tiempo. Es una señal muy importante, a mi juicio, que ustedes lo incluyan en sus búsquedas. Hablaré poco de marxismo en esta intervención, pero en realidad en casi toda ella estaré apelando al marxismo, o en diálogo con él.

Es imprescindible conocer y manejar conceptualmente las nociones de revolución, cultura y marxismo, con dos fines básicos, por lo menos: que la conciencia pueda recuperar terrenos que hemos perdido y se vuelva más capaz ante los retos actuales; y trabajar concretamente con esos conceptos y con los valores a los que ellos pueden ser referidos, tanto en el campo específico que nos toca en cada sector como en las dimensiones más generales de la sociedad, las cuales es ineludible abordar y conocer. Hoy es cuestión de vida o muerte para la Revolución que nosotros aprendamos a pensar, situarnos, valorar y asumir criterios propios; a comprender el movimiento en su conjunto, como pedía Carlos Marx en el Manifiesto Comunista. El compañero Raúl planteó la necesidad de articular y desarrollar un pensamiento propio en su discurso del día 1º en Santiago, reclamo que resulta providencial para nuestro tema.

Debo ser selectivo, aludir a cuestiones que debería exponer en detalle, e incluso ser parcial y omiso. Mi propósito es instigarlos a que sostengamos un diálogo a partir de esta intervención, y alentarlos a que estudien cada vez más. Por las características del asunto que nos reúne resulta imprescindible incluir la dimensión histórica en el análisis; por consiguiente, abordaré elementos que considero esenciales del proceso iniciado en 1959, aunque, como es natural, la actualidad tendrá un lugar principal en nuestro encuentro. Solo insisto en que debemos apoderarnos de la historia del proceso de este medio siglo —que, desgraciadamente, es muy poco conocida—, porque sin ella no se puede pensar bien el presente ni proyectar bien el futuro.

Después de 1945, el capitalismo mundial se vio precisado a realizar cambios y reajustes realmente importantes en su sistema, que se vieron facilitados por el predominio a escala mundial de EE.UU. en el seno del capitalismo. Su naturaleza, historia, medios y modos de actuar eran más aptos para la nueva transformación que los de los poderes europeos, además de no cargar con el pesado fardo histórico del viejo colonialismo, ni el más reciente del fascismo. Es fundamental para nuestro tema tener en cuenta uno de esos cambios: el gran proceso de democratización de los consumos culturales que emprendió el capitalismo, un instrumento que ha tenido un valor grande y creciente en las reformulaciones de su hegemonía. Por su parte, los demás países independientes que se modernizaban y los nuevos Estados que se constituían a partir de la terminación de los sistemas coloniales se encontraron ante dos necesidades muy difíciles de separar: asumir una cultura que tenía una tendencia cada vez más universalizante, a la vez que defenderse de los efectos desarmantes sobre las culturas propias y de dominio extranjero que aquella portaba. Sin olvidar la gama extraordinaria de especificidades e identidades que albergan estos países —que en numerosos casos u oportunidades se ha vuelto decisiva—, resolver bien ese desafío ha seguido siendo crucial hasta el día de hoy.

También después de 1945 sucedieron revoluciones de liberación nacional profundas y consecuentes en varios países del que comenzaban a llamar “Tercer Mundo”, las cuales animaron la formación de un nuevo campo ideológico revolucionario e influyeron en un arco afroasiático de posiciones políticas que aspiraban a ser independientes de la influencia de las grandes potencias.

El socialismo y el marxismo habían sufrido un estancamiento en su centro mundial, desde el trágico final del proceso revolucionario bolchevique en la Unión Soviética durante los años Treinta. Pero aquel país emergió triunfante de la prueba mortal de la Segunda Guerra Mundial, y su peso decisivo en la victoria sobre el fascismo alemán le aportó un inmenso prestigio, potencialmente extensible al socialismo. Sucedió entonces un segundo desencuentro funesto para la universalización del socialismo revolucionario marxista en el siglo XX, entre lo que podía ser su motor e influencia principales y los movimientos y las ideas de liberación de los pueblos del mundo que el capitalismo había sojuzgado.[1] Después de 1953, la URSS no logró ir más allá en cuanto a cambios que algunos reajustes en su sistema, en el del campo que había constituido con varios países europeos y en el conjunto de organizaciones políticas que lideraba a escala mundial. Pero se convirtió en el rival geopolítico mundial de EE.UU., y en ese carácter constituyó un factor favorable para el llamado Tercer Mundo, en formas y medidas diversas.

La incapacidad de continuar desarrollando una nueva cultura, diferente y no solamente opuesta al capitalismo, tarea ciclópea iniciada por la Revolución bolchevique, y la apelación cada vez mayor a elementos de la cultura del capitalismo, fueron decisivas en el proceso histórico de la Unión Soviética. Todo el que pretenda situarse bien como socialista en la actualidad está obligado a estudiar aquel proceso.

Menciono al menos que desde los años Veinte las experiencias de resistencias, rebeldías y organizaciones habían producido intentos prácticos y cuerpos de ideas dirigidos al desarrollo del socialismo y el marxismo desde las realidades, las necesidades y los proyectos del mundo colonizado y neocolonizado. Su conjunto configura un acervo cultural revolucionario tan valioso como poco difundido y apreciado.

El triunfo de la Revolución cubana fue un evento formidable. En medio del Occidente burgués, al pie mismo de EE.UU., un pequeño país inauguró los famosos años Sesenta en enero de 1959. Sus noticias, sus fotos, sus imágenes, conmovieron a América Latina y se expandieron por el mundo. El dirigente máximo del movimiento insurreccional y de la guerra revolucionaria, Fidel Castro, se convirtió en el líder supremo de la Revolución, conductor y radicalizador del proceso, educador político principal, artífice y símbolo de la unidad de los revolucionarios y del pueblo, y uno de los líderes políticos protagonistas en la escena internacional.

Para ilustrar lo que significó la Revolución en cuanto a cambios culturales en una multitud de terrenos, transformaciones que habían sido inconcebibles hasta aquel momento, me detengo un momento en el año 1961.

Aquel año es tan famoso y recordado por la campaña de alfabetización como por la batalla de Girón. La primera fue la vía para la multiplicación de los actores capacitados en el proceso de la Revolución: una masa enorme se apoderó de la palabra escrita y la esgrimió como una conquista de la sociedad liberada, se transformaron los datos esenciales de una parte enorme de la actividad cultural y de comunicación, y una primera generación de jovencitos tuvo su gesta revolucionaria posterior a 1958. La segunda fue la puesta en práctica del armamento general del pueblo que había preconizado Marx como requisito de las revoluciones proletarias, en una apoteosis de sangre y victoria que confirmó la capacidad de defenderse de la Revolución, bautizó al socialismo cubano y legitimó a las Milicias como su principal organización de masas.

En 1961 se hicieron palpables los desgarramientos que implicaba aquel proceso descomunal. Cincuenta y siete mil personas se marcharon por el aeropuerto de La Habana hacia EE.UU. entre junio y agosto, mientras la disyuntiva heroica se expresaba en formas personales y familiares de rechazos y abandonos, o de nuevas razones de uniones más íntimas y fuertes. Entre los momentos estelares y los avatares cotidianos se desarrollaba una familia nueva, hermosa y enorme: la de las compañeras y los compañeros. Al mismo tiempo, se plasmaba una nueva unidad nacional que llegó a excluir de la condición de cubano a quienes se marchaban del país, y se emprendía —quizás demasiado pronto— un intento de organización política de la Revolución, fallido porque pretendió parecerse demasiado a la que regía en el campo europeo de la URSS.

La cubana fue una revolución socialista de liberación nacional, un tipo de revolución que no aparecía en el alud de textos de marxismo que llegaba a Cuba en esos años. Ese carácter le fue dado por la praxis consciente y organizada, primero de una minoría combatiente que se ganó el apoyo popular, y a partir del triunfo, de cientos de miles de personas que se concientizaban y organizaban, y de un consenso popular muy activo y muy decidido. De ese modo, la Revolución rompió una y otra vez los límites de lo posible, y creó nuevas realidades. Por consiguiente, el hecho mismo de la Revolución, su fuerza y su pervivencia, no se explicaban por un requisito fijado por aquellos textos tan normativos: la obligada correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción; más bien lo contradecían. Unir la liberación nacional y el socialismo fue un gran logro revolucionario que Cuba le aportó a la cultura del siglo XX, después de tantas décadas de intentos usualmente frustrados, discusiones estériles y conflictos que más de una vez llegaron a ser trágicos. El concepto de pueblo sirvió para comprender las luchas de clases y patrióticas que se necesitaban, y la acción del pueblo demostró su exactitud sobre el terreno.

En una sociedad con realidades y conciencia social referidas a lo mercantil y al dinero desde su primera gran expansión económica hace más de doscientos años, la política práctica y la conciencia política habían sido sumamente desarrolladas desde las revoluciones por la independencia —que violentaron el curso esperable de la evolución económica— y durante toda la época de la república burguesa neocolonial. En la etapa de los veinte años previos a la insurrección —la segunda república—, la sociedad civil y las dimensiones política e ideológica, con sus soluciones cívico-electorales para los problemas esenciales del país, sus organizaciones y su libertad de expresión, tenían mucho más desarrollo y expectativas que la formación económica burguesa neocolonizada. El resultado era un callejón sin salida.

La revolución liberó al país del poder de la burguesía y del imperialismo norteamericano, de hecho y en la dimensión de la hegemonía, mediante el recurso a desatar y multiplicar una y otra vez las fuerzas del pueblo y del poder revolucionario. Implantó la justicia social a fondo, sin temor y sin fronteras, y sometió a sucesivas destrucciones la división de la sociedad entre élites y masas. A una escala y profundidad que no se habían soñado, se fueron creando una nueva conciencia y una nueva educación política. El cambio de la actitud ante el consumo —que era inducida y reforzada por extraordinarios aparatos de publicidad y marketing— fue realmente ejemplar. Cambió inclusive el sentido de los tiempos, cuando el presente se pobló de una multitud de acontecimientos, el pasado fue requerido para que apoyara a la lucha revolucionaria y revisado, y el futuro dejó de tener plazos cortos y efímeros para las mayorías, y se convirtió en un proyecto liberador muy trascendente que exigía, estimulaba y justificaba, digno de la entrega de los que no les alcanzaría la vida para verlo realizado.

La Revolución tuvo que emprender y llevar a cabo modernizaciones colosales en innumerables aspectos de la vida de las personas, las relaciones sociales y las instituciones, primero por perentorios actos de justicia, pero pronto, como consecuencia de las mismas expectativas que iba creando en una población que crecía sin cesar en capacidades y necesidades. Pero para ser realmente socialista debía emprender al mismo tiempo la crítica del carácter burgués de la modernidad y de las relaciones y contradicciones que existen entre civilización y liberación. Fidel y el Che supieron comprender, actuar y divulgar en ese terreno complejo pero vital, y le abrieron un cauce formidable al radicalismo revolucionario que había planteado tan tempranamente José Martí. La primera revolución socialista autóctona de Occidente supo enfrentarse a todos los colonialismos.

La gigantesca transformación creó la necesidad de un pensamiento trascendente, razón mucho más válida que la asunción del socialismo para comprender el súbito predicamento que alcanzó la filosofía marxista en Cuba. Lo que vengo planteando —y otras cuestiones que no menciono— levantaba desafíos nunca vistos antes al pensamiento y exigía la construcción de una filosofía de la Revolución cubana. Agrego solamente dos requisitos tremendos que confrontó desde el inicio el proceso de transición socialista: actuar, en lo fundamental, yendo más allá de la supuesta “etapa del desarrollo” en que se encontraba el país; y revolucionar una y otra vez las condiciones generales de la sociedad, las relaciones e instituciones principales, la actuación revolucionaria y la propia organización social. Estas dos necesidades siguen siendo condicionantes de la transición socialista hasta la actualidad. La plena conciencia de ellas, y su expresión pública, caracterizó a la dirección revolucionaria. Por ejemplo, el Che dijo: “hemos sustituido la lucha viva de las clases por el poder del Estado en nombre del pueblo”. Concibió a la Revolución como un puesto de mando sobre una economía con apellido, puesta al servicio de los trabajadores y el pueblo al mismo tiempo que dirigida al desarrollo del país y a su defensa.

En la Cuba de los años sesenta existía la conciencia de que aquellas profundas transformaciones serían al mismo tiempo la premisa para desplegar procesos de liberaciones cada vez más profundas y abarcadoras, capaces de subvertir hasta sus propias creaciones previas, en busca de nuevas personas, una nueva sociedad y una nueva cultura. La Revolución franqueó el acceso a un formidable avance de la conciencia que sería suicida olvidar: la certeza de que todas las sociedades que llaman modernas funcionan garantizando la reproducción general de las condiciones de existencia de la dominación de clase y la dominación nacional, y que ellas han sido y son suficientemente competentes y hábiles para reabsorber y reapropiarse procesos que durante una época fueron revolucionarios.

Después de las nacionalizaciones masivas y la batalla de Girón quedó claro y expreso que Cuba era socialista, pero al mismo tiempo se desplegaron serias diferencias y algunos conflictos dentro del campo de la Revolución, acerca de cuestiones fundamentales de la comprensión del socialismo. Todo el pensamiento existente en 1959, cuya riqueza, amplitud y diversidad es conveniente no olvidar, resultaba, sin embargo, insuficiente desde sus propios principios para enfrentar los nuevos retos. Por cierto, en condiciones muy diferentes, estamos hoy ante una insuficiencia análoga.

Había que poner el pensamiento a la altura de los hechos, de los problemas y de los proyectos, porque él debía ser un auxiliar imprescindible, un adelantado y un prefigurador. Sucedió entonces una colosal batalla de las ideas, que después fue sometida en su mayor parte al olvido y que está regresando, en buen momento, para ayudarnos a comprender bien de dónde venimos, qué somos y adónde podemos ir. El democratismo de los años Cuarenta y Cincuenta, que había contribuido mucho a formar ciudadanos más capaces y exigentes, no pudo encontrar su lugar en medio de la tormenta revolucionaria. El socialismo del campo soviético no podía servirle al propósito liberador; el hecho de ser la URSS el principal aliado que tuvimos y el entusiasmo con que nos abalanzamos sobre el marxismo más bien fueron factores de confusión y perjuicio en los terrenos de la política y del pensamiento. La teoría de Marx, Engels y Lenin había sido reducida por el llamado comunismo a una ideología autoritaria destinada sobre todo a legitimar, obedecer, clasificar y juzgar.

Necesitábamos un marxismo creador y abierto, debatidor, que supiera asumir el anticolonialismo más radical, el internacionalismo en vez de la razón de Estado, un verdadero antimperialismo y la transformación sin fronteras de la persona y la sociedad socialista, como premisas militantes de un trabajo intelectual que fuera celoso de su autonomía y esencialmente crítico. Un marxismo que no se creyera el único pensamiento admisible, ni el juez de los demás.

“Pensar con cabeza propia”, entonces, no era una frase, sino una necesidad perentoria. Pero se trataba de un propósito muy difícil, porque el colonialismo mental resulta el más reacio a reconocerse, porta la enfermedad de la soberbia y la creencia en la civilización y la razón como entes superiores e inapelables. La educación sistemática convencional, y una gran parte de la que se adquiere por medios propios, es una formación para convertirse en un colonizado. Asume formas groseras y formas sutiles. Hay modernizaciones que parecen aportar autonomía, cuando en realidad solamente “ponen al día” los sistemas de dominación. La colonización de las personas sobrevive a la terminación de la colonización territorial y logra perdurar después del cese de la dominación neocolonial. Es una oscura revancha, que un día se despoja de sus disfraces y pasa a reinar.

Sin embargo, la revolución verdadera todo lo puede, y en aquellos años se reunieron las grandes modernizaciones y el ansia de aprender con el cuestionamiento de las normas y las verdades establecidas, la entrega completa y la militancia abnegada con la actitud libertaria y la actuación rebelde, la polémica y el disenso dentro de la Revolución. En todo caso, estaba claro que el pensamiento determinante también tendría que ser nuevo. Por otra parte, para pensar con cabeza propia hay que tener instrumentos. Por eso, leer era una fiebre. Junto a las obras y las palabras de cubanos, una gran cantidad de textos y autores de otros países se consumían o se perseguían.

Es cierto que el dogma y el catecismo, el marxismo como un talismán o como una propiedad privada, seguían vivos y activos, y que cumplían funciones muy diversas, que iban desde darles confianza y seguridad en la victoria futura del socialismo y el comunismo a muchos revolucionarios hasta la de encadenar y empobrecer el pensamiento, imponer autoritarismos y neutralizar voluntades, bloquear iniciativas, crear sospechas, condenar los desacuerdos y, en el terreno intelectual, animar la erudición vacía, la intolerancia y las citas de autoridad. Pero esa doctrina había retrocedido mucho y había perdido legitimidad.

Quiero destacar que existía entonces un gran número de trabajos marxistas latinoamericanos muy valiosos, y seguían apareciendo sin cesar. Entre ellos hubo obras que aportaron mucho, y como marco de esa producción existía entre nosotros y en el continente un ambiente social, político y cultural en el que las nociones marxistas, o las que se le atribuían al marxismo, tenían un amplio espacio de aceptación o de manejo. Los que tenían conocimientos de esa teoría o estaban adquiriéndolos buscaban, leían y discutían con entusiasmo a autores marxistas europeos, asiáticos y norteamericanos, pero con ánimo de volverse más capaces de utilizar el marxismo frente a sus propios problemas y de formular mejor sus propios proyectos y sus estrategias. La mayoría de los jóvenes no conoce la inmensa riqueza de la obra intelectual latinoamericana del tercer cuarto del siglo XX: se les ha privado de ella. Su rescate puede ayudar mucho a que sea posible enfrentar con éxito los desafíos actuales.

La que considero segunda etapa de la Revolución en el poder —de inicios de los años Setenta al inicio de los Noventa— fue sumamente contradictoria. Por una parte, registró grandes avances en la redistribución de la riqueza, el consumo personal y la calidad de la vida, con salarios reales superiores a los nominales, servicios de educación, salud y otros universales y gratuitos, y un gran desarrollo de la seguridad social. El nivel educacional experimentó un salto gigantesco, quizás único en el mundo para un intervalo tan corto, y una gran parte de la población tuvo a su alcance grandes oportunidades de ascenso, aunque la movilidad social fue algo menor que en los años Sesenta. Se lograron las mayores producciones azucareras de toda la historia del país, con un nivel alto de mecanización de la cosecha. El internacionalismo, gran formador de altruismo y escuela superior de socialismo, se expandió y llegó a ser de masas. Pero, por otra parte, Cuba estableció una sujeción económica a la URSS como gran exportadora de azúcar crudo y níquel e importadora de alimentos, petróleo, vehículos y equipos, fórmula que aseguró el presente pero cerró puertas a la autosuficiencia alimentaria y a un desarrollo económico autónomo, a pesar del gran crecimiento de profesionales, técnicos y trabajadores calificados.

Se produjo una profunda burocratización de las instituciones y organizaciones de la Revolución, y la eliminación de los debates entre los revolucionarios. La ideología dominante en la URSS fue impuesta como el único y legítimo socialismo, y se copiaron parcialmente instituciones y políticas de aquel país. Como los rasgos esenciales del socialismo cubano se mantuvieron, el resultado fue híbrido y contradictorio. Un autoritarismo férreo se abatió sobre la dimensión ideológica y los medios de comunicación, sometidos a dura censura y a algo peor, la autocensura. El pensamiento social fue dogmatizado y empobrecido. Predominaron las ideas civilizatorias sobre las de liberación socialistas. Aunque las características positivas de la etapa les restaban importancia, aparecieron privilegios e intereses de grupos, doble moral, oportunismo o indiferencia, y otros males diversos.

Desde mediados de los años ochenta, Fidel lanzó una campaña política e ideológica llamada de “rectificación de errores y tendencias negativas”, que trató cumplir esas tareas, recuperar el proyecto original de la Revolución en las nuevas condiciones, profundizar el socialismo y enfrentar a tiempo la fase final, que nuestro líder preveía, de la URSS y el llamado campo socialista. Pronto se desencadenaron aquellos eventos tan desastrosos e indecorosos, pero no pudieron arrastrar consigo a la Revolución cubana, que demostró así su especificidad y sus cualidades. La maestría y la firmeza del líder y la abnegación y la sabiduría política del pueblo, unidos, impidieron la caída del socialismo cubano. Sin embargo, resultó inevitable la abrumadora crisis económica y de la calidad de la vida de los primeros años Noventa, que precipitó el final de la segunda etapa de la Revolución en el poder y cambió los datos principales de la situación.

La gran acumulación cultural revolucionaria propia ha seguido siendo decisiva para el sistema cubano hasta hoy, aunque en buena parte lo es de otro modo. Pero en una medida muy grande y creciente, somos hijos de estos últimos veinte años.

Desde el inicio de la gran crisis la forma de gobierno tuvo que concentrar más el poder, y lo esencial de la política fue la cohesión firme entre ese poder y la mayoría del pueblo, que lo identificaba como el defensor del sistema de justicia social y transición socialista, y de la soberanía nacional. Así fue de hecho, pero no se desató una lucha ideológica que enfrentara el desprestigio mundial al que se estaba sometiendo al socialismo y reivindicara el socialismo cubano, y aunque pudieron expresarse públicamente criterios revolucionarios diferenciados, no se alentaron los debates que tanto necesitaba la nueva situación. Porque desde esos primeros años Noventa se pusieron en marcha importantes transformaciones de la vida, las relaciones sociales y las conciencias dentro de la sociedad cubana, que han erosionado una buena parte de la manera de vivir que conquistó el socialismo en Cuba, y de las representaciones y valores que le correspondían. Esos cambios han sido paulatinos durante más de 20 años, hasta hoy.

La ofensiva de Fidel al inicio del siglo XXI pretendió frenar desigualdades y reforzar al socialismo. Sin embargo, tuvo la insuficiencia grave de abandonar prácticamente la apelación a una divulgación política e ideológica que relacionara las medidas que se tomaban con las características socialistas que conservaba la mayor parte de la vida social y con la necesidad de defender y desarrollar el socialismo. Dejó de existir un pensamiento estructurado que operara como fundamentación del socialismo en Cuba y, por consiguiente, se vieron perjudicadas las prácticas relacionadas con él en la política, la educación, los medios, la divulgación, la vida cotidiana. Esas dos ausencias se han ido instalando en la cultura cubana.

En la actualidad existe una gran franja cultural en el país que es ajena a la Revolución. Y dentro de la cultura cubana está instalado el rasgo constituido por una despolitización que al inicio —en los primeros Noventa— contenía elementos de crítica política o de desilusión; después, ha buscado sus posturas y su legitimidad en la actividad individual, las profesiones, oficios y grupos de pertenencia, y también ha pretendido encontrar referentes en una supuesta tradición nacional, tornada aséptica y expurgado su enorme y tantas veces decisivo componente cívico y político. En el período reciente, la despolitización es asumida por sectores de población con naturalidad y sin explicaciones.

Esa posición privilegia los asuntos personales y las relaciones familiares y de pequeños grupos, y suele creerse ajena a las militancias y las contaminaciones políticas. En unos, expresa el cansancio o la falta de interés en lo político; en otros, los afanes de la vida del hombre económico, aunque también se combinan las motivaciones. No hace política, pero desempeña, sin duda, funciones políticas: en un campo aparentemente inocuo ayuda a socavar las bases espirituales y morales del socialismo en Cuba. Convive en paralelo con las convicciones políticas y las costumbres arraigadas durante el proceso iniciado en 1959, como conviven en paralelo en nuestra sociedad un enorme número de relaciones sociales, representaciones y valores socialistas y capitalistas, pero disimula como ninguno sus consecuencias antisocialistas y antirrevolucionarias. Podría llegar a formar parte de la formación de una ideología conservadora de clase media.

Es necesario conocer este proceso de despolitización, sus rasgos y sus tendencias, para actuar con eficiencia respecto a él. Por el componente reactivo que ha tenido, en relación con la politización extremada que rigió durante un largo período la vida del país —que podía llegar a ser agobiadora—, prefiero distinguir el apoliticismo respecto a otro proceso que en las últimas dos décadas ha registrado una expansión y un afianzamiento crecientes: la conservatización social. Esta última tiene análogas características y consecuencias respecto a lo político y al antisocialismo, pero parece ser aún más neutra que la despolitización, como la portadora de modas, comportamientos, satisfacciones y normas que tienen su referente en algo que porta el aura de lo intemporal. En suma, como una “vuelta a la normalidad” de la sociedad.

La conservatización compite por ser la rectora de los valores y del buen gusto, de la imagen social y de los criterios, del juicio que cada quien se forme acerca de sí y de los demás, de la concepción del mundo y de la vida en nuestra sociedad. Este cáncer es pariente cercano de otro mal que nos corroe, de apariencia más moderna: el enorme consumo de productos culturales norteamericanos. En 2011 escribí un texto acerca del enfrentamiento crucial que vive el mundo, en el que incluía, como es imprescindible, la guerra cultural mundial, estrategia principal del imperialismo en ese conflicto. Permítanme hacer una larga cita de ese texto, en aras de nuestro objetivo:

Cuba no está fuera de esa guerra: somos un objetivo especial de ella, porque los expulsamos de aquí y hemos resistido con éxito al imperialismo durante más de medio siglo. Ellos quieren restaurar en Cuba el capitalismo neocolonizado, y para nosotros no hay opciones intermedias.

Una entre otras tareas sería trabajar contra las formas cotidianas en que se siembra, difunde y sedimenta ese control, sobre todo las que parecen ajenas a lo político o ideológico, e inofensivas. Por ejemplo, a través del consumo de un alud interminable de materiales se intenta norteamericanizar a cientos de millones en todo el planeta, en cuanto a las imágenes, las percepciones y los sentimientos. A veces tratan cuestiones políticas, con enfoques variados —aunque prima el conservatismo—, pero la proporción es ínfima en relación con las cuestiones no políticas. Lo decisivo es familiarizar y acostumbrar a compartir con simpatía las situaciones, el sentido común, los valores, los trajines diarios, los modelos de conducta, la bandera, las aventuras de una multitud de héroes, las ideas, los artistas famosos, los policías, la vida entera y el espíritu de EE.UU. Sin vivir allá ni aspirar a una tarjeta verde. Es suicida quien cree que esto es solamente un entretenimiento inocente para pasar ratos amables.

¿Qué es noticia al servicio de la dominación, para qué, cómo se trabaja, cuánto dura? En este campo tan crucial para la ideología coexisten los análisis espléndidos o rigurosos de especialistas, que lo muestran o explican muy bien, con el tratamiento que suele darse en la práctica a la información y la consecuente formación de opinión pública. Se ven y se oyen materiales que constituyen propaganda imperialista acerca de los hechos que realizan contra los pueblos, sin hacerles ninguna crítica, o se repiten sus términos, como el que le llama “servicio internacional” a su ejército de ocupación de un país. No basta con hacer divulgación o propaganda antimperialistas, si ellas conviven con mensajes imperialistas y fórmulas confusionistas. (…)

No es posible ser ciego: están tratando de convertir en hechos naturales hasta sus mayores crímenes, en asunto de noticias sesgadas y empleo de palabras más o menos comedidas. Su apuesta es lograr que los activistas sociales y los intelectuales y artistas que son conscientes y se oponen queden solos y aislados en sus nichos, y sus productos sean consumos de minorías, mientras las mayorías conforman una corriente principal totalmente controlada por ellos. El apoliticismo y la conservatización de la vida social son fundamentales para el capitalismo actual.[2]

Es impresionante cuánto material que responde a esa campaña imperialista ocupa espacio en medios de comunicación que pertenecen al Estado cubano. Es vital crear conciencia acerca de esto, y sobre todo actuar en contra de algún modo que sea efectivo. En general, el mundo de lo político y el de lo apolítico están viviendo en paralelo, con escasos conflictos y aparentemente sin generar cambios en la situación. Como esto no genera confrontaciones, podría parecer innecesario que quien se sienta revolucionario vea con alarma lo que sucede y actúe en consecuencia. Ese sería un error muy grave. En realidad, esa calmada convivencia solo contribuye a reforzar un proceso sumamente peligroso de desarme ideológico que está en marcha en nuestro país.

A contrapelo de lo anterior, en estos últimos años se ha producido un positivo aumento de la politización en sectores amplios de población, que pone parcialmente en acción el nivel tan extraordinario de conciencia política que posee el pueblo cubano. Emergen sectores no pequeños de jóvenes politizados o con deseo de estarlo, que rechazan el capitalismo. Una parte de ellos podría ir integrando una nueva intelectualidad revolucionaria. Ha crecido bastante la expresión pública de criterios diferentes dentro del cauce del socialismo, pero la socialización de un pensamiento que trate las cuestiones esenciales sigue sin ponerse a la orden del día.

Mientras, se han emprendido transformaciones que pueden ser decisivas respecto a la existencia misma del socialismo cubano, al mismo tiempo que continúan tendencias que vienen del curso de las últimas dos décadas. Se han tomado y se toman medidas económicas muy importantes sin que haya discusión desde una u otra posición en economía política, porque no se invoca ninguna. Un pragmatismo descarnado es la regla, salpicado por algunas palabras que reiteran que lo que se hace es para el socialismo o en nombre de él. Existe un divorcio total entre las reflexiones críticas y las preocupaciones que expresan revolucionarios socialistas —entre los cuales hay cierto número de dirigentes—, por un lado, y por otro numerosas informaciones y trabajos de opinión que aparecen en medios que pertenecen al Estado, ciegos ante lo que les parece negativo o inconveniente, y aferrados a tópicos que ya no son y a otros que nunca fueron.

Una parte de los aparatos encargados de lo político, del Estado y de otras organizaciones e instituciones sociales, alberga numerosas deficiencias. Entre ellas están la indiferencia ante el deber de apoyar tanto las críticas justas como las iniciativas positivas de las personas conscientes, una inercia descomunal y el ocultamiento o la pasividad ante lo mal hecho. A muchos efectos, es como si hubiera dos países.

Cuba vive una pugna cultural crucial entre el capitalismo y el socialismo. Ella se libra de un modo pacífico que es ejemplar, pero lo que está en juego es la naturaleza del sistema y de la manera de vivir que han regido en este país desde 1959. Hoy tenemos enfrente dos riesgos: a) que no triunfe el socialismo; b) que en algún momento se rompan los equilibrios que rigen esa pugna.

El discurso del compañero Raúl el 1º de enero constituye también, a mi juicio, un llamado a que se plasme la ofensiva política socialista que es tan necesaria. El pueblo cubano ha ejercido la justicia social, la libertad, la solidaridad, el pensar con su propia cabeza, y se ha acostumbrado a hacerlo. A pesar de los enemigos, las insuficiencias y los errores, nos hemos vuelto más capaces de satisfacer las exigencias provenientes de las capacidades y los valores adquiridos por la humanidad durante el siglo XX que los pueblos de la mayor parte del mundo. Para enfrentar con éxito la contienda cultural que está en curso me parece imprescindible hacer expresa, fortalecer y desarrollar la alianza entre un poder político que mantenga sus fuerzas y esté dispuesto a someterse a un proyecto socialista participativo que lo vaya convirtiendo en un poder popular, y la cultura, que es una dimensión descollante de la vida nacional y al mismo tiempo constituye un potencial capaz de ponerse en acto, si se trabaja en el campo cultural con una combinación de plan y de voluntad revolucionaria, y se eliminan serios obstáculos que confronta. Esa alianza sería una de las fuerzas principales en una batalla que tendrá dos objetivos: impedir que las personas y la sociedad sean sometidas a un modo de vida y de organización social de explotación, injusticias sociales y cesiones de soberanía; y volver capaces a las personas y la sociedad de desplegar sus cualidades y sus capacidades para defender y desarrollar una sociedad solidaria y socialista.

No será suficiente la crítica más atinada y profunda. Para ser viables y para triunfar estamos obligados a crear una nueva cultura diferente y superior a la del capitalismo. Que logremos ser “cultos y políticos” al mismo tiempo y en las mismas personas será un avance fundamental, porque mostrará que nos estamos dotando de facultades y potencialidades para triunfar en la más difícil de las pruebas que existen en el mundo actual. Será también indicio y anuncio de un tiempo que tendrá que venir, en el que la política no “atenderá” a la cultura, sino que será una de las formas de la cultura.

Tengamos conciencia política del momento histórico en que vivimos y lo que se juega en él. Cada día somos más y adquirimos más conciencia, en esta hora de Cuba, y podemos ir condensando nuestras ideas, sentimientos y prácticas en la formación de un bloque intergeneracional. Entre innumerables tanteos, puede ser que estemos participando en las primeras etapas de la puesta en marcha, desde muchos lugares diferentes, de lo que mañana llegará a ser un nuevo bloque histórico.

Unas palabras finales acerca del pensamiento y del marxismo, como les prometí al inicio.

Resulta obvio que en Cuba es necesario y urgente un pensamiento que sea idóneo para analizar en toda su complejidad la situación actual y las tendencias que pugnan en ella, los instrumentos, las estrategias y tácticas, el rumbo a seguir y el proyecto. Ese pensamiento es uno de los elementos indispensables para que se mantenga la manera de vivir que construimos con tantas creaciones y tantos esfuerzos y sacrificios, y lo haga del único modo que en última instancia le es posible al socialismo: mediante el despliegue de sus fuerzas propias y sus potencialidades, y la capacidad dialéctica de revolucionarse a sí mismo una y otra vez. Sería suicida suponer que un pragmatismo afortunado nos salvará: la sociedad socialista está obligada a ser intencionada, organizada y, si es posible, planeada. En la acera de enfrente, hasta el sentido común es burgués. Nosotros tenemos que combinar bien el realismo terco con la imaginación.

Necesitamos ser capaces de elaborar una economía política al servicio del socialismo para la Cuba actual y la previsible, y desarrollar en todos sus aspectos un pensamiento social crítico y aportador, capaz de participar con eficacia en la decisiva batalla cultural que se está librando. Ese pensamiento tendrá que ser socialista, es decir, superior a la mera reproducción esperable de la vida social, y si sabe utilizar el marxismo tendrá a su favor el instrumento más avanzado con que puede pensarse la liberación humana y social.

Entre el final de los años ochenta y los primeros noventa, el tiempo del proceso de rectificación, la gran crisis económica y el desprestigio mundial del socialismo, no solo naufragó en Cuba el mal llamado marxismo-leninismo: se produjo un alejamiento bastante generalizado de todo el marxismo. La historia de las dos décadas siguientes ha registrado una gran diversidad en ese campo. Minorías sumamente valiosas y esforzadas han estudiado, hecho docencia, expuesto, utilizado y publicado marxismo, en una labor de rescate y desarrollo muy difícil, porque en la mayor parte del sistema de enseñanza y de la divulgación que hacen algunos medios tiene en su contra el conservatismo, la rutina o la inercia, esta última un mal nacional actual que ya es comparable al burocratismo en su alcance nefasto. El marxismo ha recibido muy escasa atención en el trabajo, el lenguaje y los medios políticos e ideológicos, y seguramente le ha parecido de mal gusto mencionarlo a los que no se arriesgan a nada que no se les oriente o les parezca aprobado previamente, y a las víctimas o los seguidores de la avalancha de productos culturales que padecemos, propagadores del modo de vida, los sentimientos, los valores y los pensamientos, de la cultura, en suma, del capitalismo.

Nos ha favorecido mucho el soplo de aire fresco en el terreno teórico que acompañó a la rectificación y al desastre, y el ambiente de permisividad en ese campo que se implantó a continuación. Pero ahora que cada vez lo necesitaremos más, no podemos cometer el error de asumir cualquier cosa que se presente como marxismo. Me extendí un poco al caracterizar aquel tiempo del pensamiento en que fue necesario y se logró asumir una filosofía para la Revolución cubana, porque hoy se vuelve necesario repetir aquel logro, y nada que sea menor nos servirá. Como sucede siempre, tendrá que ser muy creativo y muy abierto y receptivo a las opiniones diversas, pero será de otro modo, enfrentará otros problemas, utilizará otros instrumentos, elaborará nuevas tesis y desempeñará papeles mayores que los de entonces en la elaboración cultural de un socialismo que considerará al del siglo XX como un socialismo primitivo. Si alcanzo a verlo, me sentiré muy feliz.


[1] El primero sucedió en los años veinte-treinta, en los tiempos de la Internacional Comunista.

[2] Fernando Martínez Heredia: “Contra el capitalismo”, 1º de septiembre de 2011. Fue publicado en medios digitales.Fuente: http://www.lajiribilla.cu/articulo/6906/revolucion-cultura-y-marxismo

Buena acogida de portal para compra y venta de vehículos y piezas

Por Amado de la Rosa Labrada

A pocas semanas de abrir sus puertas el mercado virtual De todo en transporte (dto2.transporte.cu), producto desarrollado por la empresa Sitrans, registra una especial acogida en la comunicación entre personas naturales residentes en Cuba, interesadas en la compra o venta de vehículos, piezas y servicios.

Jorge García Fernández, director de información de la referida entidad del Ministerio de Transporte, en entrevista para OPCIONES, explicó que aumenta gradualmente la concurrencia a este novedoso sitio web especializado, con alcance nacional, mediante el cual los cubanos radicados en el país podrán anunciar la compra y venta de vehículos, equipos y piezas de transporte terrestre u otros servicios que han surgido en esta rama con la ampliación de las actividades por cuenta propia.

Argumentó que la apertura de este portal cubano responde al deseo de quienes en el país necesitan ofrecer o buscar productos y servicios afines al sector, "y esta es una manera, afirmó, de reconocer, ordenar ese mercado potencial y facilitarlo para que los interesados se puedan interrelacionar".

Recalcó que algunas personas tienen algo que desean vender y otras que lo necesitan, "y para lograr ese intercambio de una manera ordenada y correcta, que impida que algunos se aprovechen de las necesidades de otros, en el transporte se requiere, dijo, de un mercado abierto, que pueda resultar eficiente y práctico, accesible a todos".

Con ese objetivo, el especialista precisó que Dto2 es un mercado libre, sin restricciones, tanto para vender como buscar información; "un lugar, afirmó, para contactar a quienes ofrecen lo que necesitamos o viceversa; es sobre todo un espacio de mucha utilidad ubicado en la web nacional, lo cual consideramos su mayor fortaleza porque no todo el mundo tiene acceso a la red internacional, y a este se puede llegar desde el centro laboral, un Joven Club o cualquier correo nacional".

Según el especialista de Sitrans es un sitio web para beneficio de toda la población cubana, que lo puede aprovechar sin costo alguno (no hay que pagar ni un centavo por anunciarse o buscar información), porque ha sido desarrollado por el área de servicios de Sitrans, empresa "que puede enfrentar acciones de este tipo, argumentó, gracias a que la parte comercial nos respalda con sus ingresos".

Explicó que se trata de un sistema totalmente programado y desarrollado en software libre, que no viola los derechos de propiedad de quienes lo emplean. Tiene una interfaz de diseño intuitivo en la que se usan íc-onos mediante los cuales se podrán insertar anuncios y hasta tres fotos que no sobrepasen los 256 kilobytes. Una barra de menú facilita al usuario acceder a todas sus partes.

El portal creado por Zahay Cruz Ávila, Cristina Pérez García y Arassay Lechuga Suárez, ingenieros informáticos de la Empresa de Servicios de Información del Ministerio del Transporte (Sitrans), fue sometido a una evaluación rigurosa por parte de CALISOFT -dependencia de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI)-, designada por el Ministerio de la Informática y las Comunicaciones para la certificación en Cuba de la calidad, funcionalidad y seguridad de los productos de software.

Dto2 se presenta con un menú convencional que permite al usuario crear un anuncio, contactar con la administración del sitio, retornar a la página de inicio, o realizar búsquedas avanzadas mediante las cuales puede especificar las particulares de su indagación. Contiene un primer bloque de íconos para la compra o venta de autos, motos, jeeps, bicicletas, camiones, arrastres, piezas y accesorios (estos entre los más concurridos), y otra sección de servicios de alquiler de vehículos, autoescuelas y reparaciones.

García Fernández reiteró que el portal deviene espacio práctico, funcional, gratuito y de libre acceso, "una forma de posibilitar conocimientos sobre los nuevos cambios que se vienen realizando referentes al transporte, a la gestión de la información y el acceso a las redes sociales, como parte de la actualización del modelo económico cubano".

Añadió que este sitio, y al amparo de nuevas disposiciones legales del país, también podría incorporar en el futuro las ofertas, servicios y búsquedas relacionados con el transporte de entidades estatales, cooperativas y otras organizaciones.

Mejor Libro de Cocina del Mundo en Feria Internacional

Por Lázaro David Najarro
Camagüey,Cuba, 15 de feb (PL) Cocina útil, Premio al Mejor Libro de Cocina del Mundo, The Best in the Worldde, París 2011, se presentará en la XXIII de la Feria Internacional del Libro, Cuba 2014, se anunció hoy en esta ciudad Patrimonio de la Humanidad.La disertación será el venidero 20 de febrero en la fortaleza San Carlos de la Cabaña, sede principal del más importante acontecimiento literario de la isla (del 13 al 23 de febrero en La Habana y hasta el 9 de marzo en las demás provincias del país bajo el lema Leer es crecer).

El Cheff de Cocina del Hotel "Gran Club Santa Lucía" (Polo Turístico del litoral Norte de Camagüey), Frank Rodríguez,autor de la investigación reveló a Prensa Latina que es el primer cocinero cubano en obtener ese alto galardón.

En la segunda etapa el antillano triunfa entre unos 8 mil participantes de todos los continentes al Concurso Internacional Gourmand World Cookbook Awards. La obra de Rodríguez, residente en la ciudad de Camagüey, a unos 570 kilómetros al este de La Habana, fue escogida primeramente entre 26 mil libros y contiene historia de la cocina, desde 1600 hasta la fecha.

Precisó que su texto (editorial Oriente), incluye recetas, consejos sobre nutrición, y el modo de utilización de algunos alimentos; pero, tiene como peculiaridad, una recopilación de gustos culinarios.

El menú es aplicable en el hogar, en una escuela o en un hotel cinco estrellas puntualizó.

Añadió que también están platos preferidos de importantes y conocidas personalidades de la historia y la cultura en Camagüey; entre ellas, el patriota de la independencia de Cuba Ignacio Agramonte, el Poeta Nacional, Nicolás Guillén y el científico Carlos J. Finlay.

Refleja, dijo, las preferencias culinarias de Orlando Cardoso Villavicencio, del escritor Raúl González de Cascorro, y especialmente de cinco patriotas cubanos, encarcelados en 1998 en los Estados Unidos por luchar contra el terrorismo.

Abundó que el libro Cocina Útil está estructurado en 12 capítulos: el diseño de un menú; las salsas básicas, las pastas, los platos camagüeyanos, el conocimiento de las aves y el modo de preparación, las ensaladas ecológicas, algunos consejos para el almacenamiento y la conservación de los alimentos, y un glosario de términos.

Según el especialista "la cocina es un arte que puede ser abordado desde aspectos muy diferentes, con enfoques que pueden tener en cuenta la historia o la técnica, las tradiciones o los descubrimientos".

Que el MUNDO se entere del show que monta la oposición en Venezuela


Estancamiento diseñado deliberadamente

Joseph E. Stiglitz, a Nobel laureate in economics and University Professor at Columbia University

NUEVA YORK – Poco después de que estallara la crisis financiera mundial en el año 2008, advertí sobre que a menos que se adopten políticas adecuadas, se podía asentar un malestar al estilo japonés – es decir, un crecimiento lento e ingresos casi estancados durante muchos años. Si bien los líderes a ambos lados del Atlántico afirmaron que habían aprendido las lecciones de Japón, rápidamente procedieron a repetir algunos de los mismos errores. Ahora, incluso un ex funcionario clave de Estados Unidos, el economista Larry Summers, realiza advertencias sobre el estancamiento secular.

El punto básico que planteé hace media década fue que, en un sentido fundamental, la economía de EE.UU. se encontraba enferma, incluso antes de la crisis: fue sólo una burbuja de precios de los activos, creada a través de regulaciones laxas y tasas de interés bajas, la que hizo que la economía aparentara estar robusta. Debajo de la superficie, numerosos problemas supuraban: una creciente desigualdad; una insatisfecha necesidad de reforma estructural (la necesidad de un desplazamiento desde de una economía que se basa en la manufactura a una que se base en los servicios y que se adapte a las cambiantes ventajas comparativas a nivel mundial); persistentes desequilibrios a nivel mundial; y, un sistema financiero que está más en sintonía con la especulación que con la realización de inversiones que crearían puestos de trabajo, aumentarían la productividad, y redistribuirían los superávits con el objetivo de maximizar la rentabilidad social.

La respuesta a la crisis de los formuladores de políticas no abordó estos problemas; peor aún, agravó algunos de ellos y creó otros nuevos – y no sólo en EE.UU. El resultado ha sido un aumento del endeudamiento en muchos países, debido a que el colapso del PIB socavó los ingresos de los gobiernos. Además, la falta de inversión, tanto en el sector público como en el privado, ha creado una generación de jóvenes que han vivido durante años en un estado de inactividad y que se tornan cada vez más hostiles, en una etapa de sus vidas en la que ellos deberían estar perfeccionando sus destrezas y aumentando su productividad.

A ambos lados del Atlántico, es probable que este año el PIB crezca mucho más rápido en comparación con el crecimiento del año 2013. No obstante, antes de que los líderes que adoptaron las políticas de austeridad descorchen botellas de champán y brinden felicitándose a sí mismos, ellos deberían examinar la posición en la que nos encontramos y deberían considerar el daño casi irreparable causado por dichas políticas.

Cada desaceleración en algún momento llega a su fin. La característica que distingue a una buena política es que ella logre que la desaceleración sea más corta y menos profunda de lo que hubiese sido si dicha política no se hubiese implementado. La característica que distingue a las políticas de austeridad que muchos gobiernos adoptaron es que ellas hicieron que la desaceleración sea mucho más profunda y más larga de lo necesario, causando además consecuencias de larga duración.

El PIB real per cápita (ajustado por la inflación) es más bajo en la mayoría de los países del Atlántico del Norte en comparación a su nivel en el año 2007; en Grecia, el tamaño de la economía se ha reducido en aproximadamente un 23%. Alemania, el país europeo con mejor desempeño, ha registrado un mísero crecimiento anual promedio del 0,7 % durante los últimos seis años. La economía de EE.UU. continúa teniendo un tamaño 15% menor al que hubiese tenido si su crecimiento hubiese continuado, aún en caso de que dicho crecimiento se hubiese mantenido en la trayectoria moderada que registraba antes de la crisis.

Pero incluso estas cifras no relatan la historia completa sobre cuán mal están las cosas, debido a que el PIB no es una buena medida del éxito. Mucho más relevante es lo que está sucediendo con los ingresos de los hogares. La mediana del ingreso real en EE.UU. se encuentra por debajo del nivel en el que se encontraba en el año 1989, es decir hace un cuarto de siglo atrás; la mediana del ingreso para los trabajadores varones que trabajan a tiempo completo en la actualidad es más baja en comparación a la de se registró hace más de 40 años atrás.

Algunos analistas, como por ejemplo el economista Robert Gordon, han sugerido que deberíamos adaptarnos a una nueva realidad en la que el crecimiento a largo plazo de la productividad estará muy por debajo del nivel en el que se ubicó durante el último siglo. Dado el pobrísimo historial que tienen los economistas – mismo que se refleja en lo ocurrido durante el período previo a la crisis – en cuanto a la exactitud de sus predicciones, aún en el caso de predicciones para períodos de tres años, nadie debería tener mucha confianza en una bola de cristal que realiza predicciones para las futuras décadas. No obstante, una cosa parece estar clara: a menos que las políticas de los gobiernos cambien, tenemos por delante un largo período de decepciones.

Los mercados no se autocorrigen. Los problemas fundamentales subyacentes que he descrito anteriormente podrían agravarse – y muchos de ellos se están agravando. El aumento de la desigualdad debilita aún más la demanda; y, en la mayoría de los países, incluyéndose entre ellos a EE.UU., la crisis sólo ha agravado la desigualdad.

Los superávits de las balanzas comerciales de los países del norte de Europa han aumentado, incluso mientras el superávit de China se ha moderado. Lo más importante es que los mercados nunca han sido muy buenos en cuanto a lograr por su propia cuenta transformaciones estructurales de forma rápida; la transición de la agricultura a la manufactura, por ejemplo, no fue de ninguna forma suave y calmada; al contrario, estuvo acompañada por una importante desarticulación social y por la Gran Depresión.

Esta vez no ocurre algo distinto, pero en algunos aspectos la situación podría ser más grave: los sectores que deberían estar creciendo, reflejando las necesidades y deseos de los ciudadanos, son los sectores de servicios, como por ejemplo los sectores de salud y educación, que tradicionalmente se financian con fondos públicos, porque existen buenas razones para que se financien de esa manera. Pero, en lugar de que los gobiernos faciliten la transición, la austeridad la está inhibiendo.

Un malestar general es mejor que una recesión y una recesión es mejor que una depresión. Pero las dificultades que enfrentamos ahora no son el resultado de las leyes inexorables de la economía, a las cuales nosotros simplemente nos debemos adaptar, como lo haríamos en el caso de ocurriese un desastre natural, como ser un terremoto o un tsunami. Las dificultades que enfrentamos no son ni siquiera una especie de penitencia que tenemos que pagar por los pecados cometidos en el pasado – aunque, sin duda, las políticas neoliberales que han prevalecido durante las últimas tres décadas tienen mucho que ver con los trances que actualmente enfrentamos.

En cambio, nuestras dificultades actuales son el resultado de políticas erróneas. Existen alternativas. Pero no las vamos a encontrar en la complacencia autosatisfecha de las élites, cuyos ingresos y carteras de acciones una vez más se disparan al alza. Aparentemente, sólo algunas personas deberán ajustarse a un estándar de vida más bajo de forma permanente. Desafortunadamente, lo que ocurre es que dichas personas conforman la gran mayoría de la población.

Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

De los números a la mesa, la economía cubana sigue dando de qué hablar

El Doctor en Ciencias Francisco Pérez Rosado, profesor de la Universidad Carlos Rafael Rodríguez, de Cienfuegos.


El Doctor en Ciencias Francisco Pérez Rosado, profesor de la Universidad Carlos Rafael Rodríguez, de Cienfuegos.

“Hablan del crecimiento de la economía del país, pero yo quisiera saber si hay algo planificado para el crecimiento de la economía de la gente”. Así comienza el diálogo entre un oyente y un profesor de Economía en un programa radial de alta audiencia en el centro sur de Cuba.

Y es que invitar a los cubanos a hablar de finanzas lleva, casi siempre, a soslayar explicaciones macroestructurales. Lo que importa es lo que llega hasta la mesa y los bolsillos, poco interesados en las variaciones del Producto Interno Bruto o el manejo de la circulación mercantil (aunque sean lo más importante).

“En estos momentos la economía no está dando indicios de que pueda ocurrir una apreciación de la moneda nacional”, responde el doctor en ciencias Francisco Pérez Rosado, profesor de la Universidad Carlos Rafael Rodríguez, de Cienfuegos, y baja al más puro realismo cualquier ilusión que albergara el radioescucha.

“Para lograr que el peso cubano tenga mayor valor, deben crecer los resultados en la eficiencia económica, las exportaciones, la productividad del trabajo y el cantidad de divisas en la reserva del país; y hoy no existen esas condiciones en una economía que por demás creció menos de lo planificado”, explica, para completar la lección.

“Sin estudiar economía sabremos el momento en que la moneda va a tomar valor”, comenta el doctor, quien regala tips para predecir el ansiado momento de la disminución de precios o la subida del salario.

“Si usted ve un mercado abastecido sistemáticamente, con productos líderes que no desaparecen, entonces es el momento en que la circulación mercantil demanda liquidez y por tanto se pueden aumentar salarios o apreciar la moneda, bajando los precios”; revela. “Pero mientras un producto `líder´ como el pollo ahumado llegue y en menos de una hora ya se haya agotado, no se puede pensar que la economía esté en condiciones de respaldar ninguna apreciación”.

“La economía del Estado es la economía de la gente, eso es de esencia en el socialismo” aclara el economista cienfueguero.

Para el docente de la casa de altos estudios sureña es mejor subir el poder adquisitivo de la moneda nacional que aplicar una reforma de salarios en todo el entramado de la economía.

“Hasta tanto no se produzcan crecimientos con verdadero impacto en el país, de más del siete por ciento (en 2013 fue de 2,6) lo que más podrá ocurrir serán ligeros incrementos salariales en algunos sectores específicos, como los comentados con recurrencia en estos días para Salud o Educación; pero hasta ahí”, considera.

La nueva ley de inversiones anunciada para aprobarse por la Asamblea Nacional en el mes de marzo y el establecimiento de la zona de desarrollo del Mariel despierten también altas expectativas en el país, aunque para el profesor Francisco es la agricultura el más inmediato soporte para la superación de los problemas de Cuba. Eso sí, aclara, una agricultura que no avanzará hasta tanto experimente una reforma integral.

“Lo primero es pagarle al productor a precios de mercado. Cuando estudiamos las agriculturas del mundo, vemos que los pequeños y medianos productores se desviven porque el Estado les compre; mientras que aquí hay que dar reuniones para conseguir que los productores le vendan al Estado.”

“Veamos el caso de la leche”, propone. “El litro de leche fresca la compran las empresas lácteas estatales a 1.90 pesos cubanos (CUP) la de menor calidad y 2.60 CUP la de mayor. Sin embargo, el productor particular de yogurt paga el litro a 5 CUP, sin medir rasero”.

“¿Qué está ocurriendo? Pues que los campesinos incumplen lo concertado cada año y el Estado debe comprar la tonelada de leche en polvo a 6000 dólares en Nueva Zelanda. Si lo convertimos veremos que el Estado paga de ese modo15 CUP por cada litro, a un ganadero neozelandés y no a uno cubano”, reflexiona Pérez Rosado

“A veces los decisores se justifican diciendo que no tenemos ese dinero, ¿entonces cómo aparece cuando se pone en riesgo la entrega a los niños y los enfermos? Es, evidentemente, un problema de mentalidad”, sentencia.

“La economía del Estado es la economía de la gente, eso es de esencia en el socialismo” aclara el economista cienfueguero. Pero tras la ronda de preguntas que sorteó, a micrófono abierto y con las necesidades menos conceptuales que se pudieran escuchar (el precio de los tomates, los ingreso de los jubilados…) insiste en señalar que, si se mantiene la ineficiencia en el aparato productivo estatal, será difícil esperar que las personas se sientan identificadas.

Es que una cosa son los números y otra la mesa, como pudo notar.

Hipervínculo del audio del programa:

http://www.ivoox.com/triangulo-confianza-la-economia-cubana-en-audios-mp3_rf_2808147_1.html

Comunicado de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad

Contra la violencia fascista en Venezuela

Desde hace varias semanas la derecha fascista en Venezuela ha venido llevando a cabo un conjunto de acciones de desestabilización, orquestadas en acompañamiento con las agencias de inteligencia del imperialismo. El plan tiene como principal objetivo generar situaciones de violencia en las calles, especialmente en los Estados fronterizos con la República de Colombia. Dentro de estas acciones se sitúa el asedio y ataque a la Residencia del Gobernador José Vielma Mora en el Estado Táchira, del cual fueron víctimas su esposa, hijos y niños en condiciones especiales que reciben allí tratamiento médico. Lideradas y aupadas por partidos de extrema derecha como Voluntad Popular, estas acciones se repitieron en otras ciudades del país provocando heridos, cierre de calles, destrucción de propiedad pública y privada, así como actos de provocación a las fuerzas policiales; hasta que en el día de ayer, 12 de Febrero, fecha en la que se realizaban los actos en conmemoración del Bicentenario de la Batalla de La Victoria y Día de la Juventud, la violencia hizo máxima eclosión tras sendas manifestaciones pacíficas de parte de jóvenes revolucionarios y de oposición, con un saldo terrible de tres personas muertas, la quema de cinco vehículos oficiales, la destrucción de la fachada de la sede principal de la Fiscalía General de la República, y el asedio e intento de destrucción de varias oficinas de instancias judiciales y gubernamentales, que hacen pensar en un plan de tipo ucraniano. Todo ello en coincidencia con el continuo llamado público de Leopoldo López y María Corina Machado de “salir a la calle sin retorno”, hasta lograr que el Presidente de la República renuncie.

En este sentido, la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad no puede dejar de fijar posición ante estas acciones que son producto de un plan deliberado que intenta llevar a Venezuela hacia una guerra civil que le abra las puertas a la intervención del imperio. Ya basta de violencia y de muerte por ambiciones de poder y dominio.

Por estas razones:

1. Lamentamos profundamente el fallecimiento de los tres ciudadanos que cayeron víctimas de la intolerancia durante el día de ayer, y exigimos que se haga justicia expedita a través de la aplicación estricta de la ley, para que nunca más agentes aventureros del imperialismo perturben la paz de la Patria.

2. Condenamos enérgicamente estos actos de violencia y nos unimos al llamado de paz realizado por el Presidente de la República Nicolás Maduro Moros, al tiempo que manteniendo firme el legado del Comandante Hugo Chávez, reafirmamos el carácter pacífico que siempre ha caracterizado a la Revolución Bolivariana.

3. Hacemos un llamado a todos aquellos que tienen diferencias con el Proyecto Bolivariano, para que éstas sean expresadas de manera verdaderamente pacífica, sin alterar el orden y la vida pública, en los distintos espacios de diálogo que garantiza la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y que la revolución siempre ha proveído para la expresión de todos y de todas.

4. Finalmente, hacemos un llamado a la solidaridad internacional para derrotar cualquier intento de imponer la violencia en un país que avanza con firmeza hacia una sociedad de justicia, igualdad y paz.

2014: Año de la Juventud Bicentenaria.

“No podemos optar entre vencer o morir. Necesario es vencer”
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