"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

jueves, 1 de agosto de 2013

Revelaciones del salario

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Por Ariel Terrero

El salario mensual del trabajador medio cubano llegó a 466 pesos en 2012, según la ONEI.
El salario mensual del trabajador medio cubano llegó a 466 pesos en 2012, según la ONEI.

En las últimas dos décadas, el salario ha desatado en Cuba tensiones múltiples en el hogar cubano e interpretaciones, polémicas y enredos de todo tipo entre economistas, sociólogos y otros analistas de estirpe dudosa. La sombrilla de la dualidad monetaria y cambiaria enrarece cualquier cálculo. Aun así, la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) se arriesgó hace unos días con un informe al respecto.
De acuerdo con un estudio del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la ONEI, el salario medio de los cubanos llegó a 466 pesos al cierre del 2012, un crecimiento moderado del 2,4 por ciento  en comparación con el año previo (455 pesos), pero algo más acentuado, 20,4 ciento, frente a los 387 pesos que ganaba mensualmente un trabajador medio en el año 2006.

La información detalla que el dato incluye solo el dinero en pesos cubanos (CUP) devengado en correspondencia con la cantidad y calidad del trabajo aportado por cada asalariado. Incluye –aclara-, los ingresos que salen del fondo de salario de la entidad, pero excluye las estimulaciones en divisas o en pesos convertibles (CUC), fórmula de retribución a la que acudieron muchos sectores, del turismo y la industria, por ejemplo, para compensar los bajos salarios asignados en la moneda más débil.

Después de servirse de la distribución de alimentos fuertemente subsidiada por el Estado, el consumidor tiene que enfrentar precios altos en el mercado agropecuario.Después de servirse de la distribución de alimentos fuertemente subsidiada por el Estado, el consumidor tiene que enfrentar precios altos en el mercado agropecuario.Esa primera definición deja sin sostén la socorrida conversión del monto del salario de acuerdo con la tasa vigente en las Casas de Cambio, CADECA: 1 CUC x 24 CUP. De aplicarla, el jornal medio caería a 18,95 pesos convertibles. Si añadimos que un CUC es igual a un USD, según la tasa oficial cubana, entonces un trabajador medio quedaría muy mal parado en comparación con casi cualquier otro país, incluidos los más pobres del orbe: devengaría el equivalente a 18,95 dólares –una cuenta que citan y recitan sin fundamento los antagonistas del gobierno cubano.

¿Y a cuánto ascienden las mencionadas retribuciones paralelas en CUC? Difícil saberlo. Tampoco se conocen con exactitud el alcance de las remesas en divisas enviadas desde el exterior por familiares. Datos de The Havana Consulting Group, con sede en Miami, “concluyó que en el año 2012 los envíos en efectivo alcanzaron 2.605 millones USD”, un incremento de más de 13 por ciento  sobre el año anterior. Pero esa institución nunca deja claro de dónde saca cifras tan precisas o cómo las calcula. Además de los carriles de Western Union, ese dinero suele llegar a la mayor de las Antillas por vías poco ortodoxas que escapan a toda contabilidad.

Participantes en el habitual Seminario Anual Sobre Economía Cubana y Gerencia Empresarial, organizado por el Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), pusieron en dudas las cuentas de THCG. Varios entendidos coinciden, sin embargo, en ubicar el monto total entre mil y dos mil millones de dólares, una cantidad de impacto para el consumo y para las inversiones más recientes de las personas que han emprendido negocios privados.

Otro factor complica la simple conversión matemática del salario medio de CUP a CUC: el Estado subsidia una parte importante de los gastos en alimentos básicos del hogar cubano y ofrece gratuitamente servicios caros, como los de salud y educación. Una libra de arroz comprado en dólares en el mercado mundial, le cuesta centavos del devaluado peso cubano al consumidor insular.

Gasto de la familia cubana

Pero como la cartilla de racionamiento no cubre todas las necesidades, el consumidor se ve precisado a acudir a otros mercados –mercados agropecuarios, tiendas con precios en divisas y otras-, con facturas agresivas para un bolsillo de menor sustento.

Un estudio del gasto per cápita mensual en hogares cubanos con rasgos e ingresos diversos, que realizan desde el 2005 las economistas Anicia García y Betsy Anaya, ambas del CEEC, confirmó que los alimentos tienen “el de mayor impacto en el gasto total de consumo”.   Las personas  en Cuba inviertenen compra de alimentos entre 59 por ciento y 74 por ciento de sus ingresos, de acuerdo con ese estudio titulado “Gastos básicos de una familia cubana urbana en 2011. Situación de las familias estado-dependientes”.

Las remesas llegan a Cuba no solo por carriles oficiales.Las remesas llegan a Cuba no solo por carriles oficiales.Presentada en el citado Seminario, la investigación indica que “aun con los incrementos implementados en salarios y pensiones en 2005, resultaba muy difícil para las familias cuyos ingresos descansasen exclusivamente en estas fuentes, asimilar gastos por encima de los gastos considerados básicos”. Como ejemplo de servicios a los que no tenían acceso menciona las compras de equipamiento y otros enseres para el hogar, el pago a privados para reparaciones y el cuidado de ancianas y ancianos para poder trabajar, entre otros con insuficiente provisión por el sector estatal.

“Para el año 2011 esta situación empeora como consecuencia de la combinación de la contracción de los productos racionados (…) con un incremento en los salarios y pensiones medios que no llega a compensar el incremento en el costo de la vida en Cuba”, resume el estudio de García y Anaya.

Señales territoriales

A pesar de las ambigüedades y enredos derivados del sistema de dualidad monetaria y dualidad cambiaria imperante en la economía cubana, los recientes datos de la ONEI aportan alguna señal interesante.

La provincia con más alto salario medio está alejada de la capital: Ciego de Ávila, en el centro de la Isla, con 515 pesos, un 10,5 por ciento por encima de la media nacional, confirma el beneficio de contar con un fuerte polo turístico al norte –Cayo Coco y Cayo Guillermo-, alguna industria y uno de los pocos enclaves agrícolas competitivos más allá de la llanura La Habana-Matanzas, en occidente.

La capital (467 pesos) no se aleja del salario medio nacional, mientras la segunda provincia en importancia del país, Santiago de Cuba, cayó en 2012 –en coincidencia con el azote del huracán Sandy- al escalón más bajo –que ocupaba un año antes Guantánamo-, con un salario medio de 433 pesos.

Matanzas, otra provincia bendecida por la suma de turismo –polo de Varadero- y agricultura productiva, ocupa el segundo lugar (483), una confirmación más de los rumbos que ha tomado la economía cubana y de los giros que tendrá que darle el Estado al timón más temprano que tarde, para mantener los equilibrios fiscales y territoriales. (2013)

Caña de azúcar: ¿regresa la reina al trono?

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Por Renato Recio OnCuba



Caña de azúcar: ¿regresa la reina al trono?
Entre 2002 y 2004 el gobierno cubano, agobiado por las dificultades financieras, el elevadísimo y creciente precio del petróleo, la escasa rentabilidad agroindustrial y la baja pertinaz de la cotización del azúcar en el mercado mundial, decidió romper radicalmente con una tradición de cuatro siglos que había hecho de la producción azucarera la locomotora de la economía nacional.
Se procedió a un desmontaje parcial: los centrales en producción disminuyeron de 156 a 61, desaparecieron decenas de miles de puestos de trabajo y la superficie de cultivo se redujo de dos millones de hectáreas a unas 750 mil. A la vuelta de unos años la debacle llegó.
En 2010 la zafra fue calificada de “pésima” en producción y eficiencia. Desde 1905 el país no registraba una campaña azucarera tan pobre: solo 1,1 millones de toneladas.
La radicalidad extrema de las medidas tomadas a principios de esa década y la caída abismal sufrida en su final, alimentó la percepción de que ya nunca más la caña reinaría en Cuba. Parecía acabar definitivamente un ciclo histórico que, para bien o para mal, se extendió desde mediados del siglo xix hasta casi finales del siglo xx, período en el cual las exportaciones de azúcar y sus derivados llegaron a representar entre el 70 y el 80 por ciento del valor total de bienes exportados.
Pero las autoridades declaraban entonces que la “industria azucarera cubana dispone de suficiente capacidad en 61 centrales para lograr en una campaña-promedio de 110 días, más de tres millones de toneladas. Ese volumen de crudo puede incrementarse según crezca la oferta de caña”.
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Si no hay caña…
A la altura de 2010 era ya evidente que, ante la recuperación de los precios en el mercado mundial, favorecidos por el uso cuantioso de caña para producir etanol en varios países, había que retomar una estrategia azucarera que recompusiera, en una nueva escala, lo que otrora fue la “principal industria” cubana.

Desde los Lineamientos de la Política Económica se traza a la agroindustria azucarera el objetivo primario de incrementar de forma sostenida la producción de caña, y se establece la diversificación de las producciones según las condiciones del mercado internacional.
Este programa exige observar el precio internacional del azúcar para la formación de los precios de compra de caña y de azúcar a los productores nacionales. En lo adelante, se buscará que resulten estimulantes en relación con el resto de los cultivos.
Por otra parte, se llama a avanzar en la creación y recuperación de las plantas de derivados y subproductos de la industria azucarera, priorizando las destinadas a la obtención de alcohol, alimento animal, bioproductos y otros.
Cada uno de estos presupuestos desemboca en una nueva política que busca un incremento considerable de caña. Una rectificación de la mirada que, a principios del siglo xxi, promovió junto con el desmontaje de los ingenios, el de sus campos aledaños.
Pero los deseos todavía no se hacen realidad. La zafra 2012-2013 tuvo escuetos resultados. Solo se cumplió el 89 por ciento de lo planificado. Se dejaron de producir 133 mil toneladas de azúcar que, cotizadas a 400 dólares cada una, suma un déficit de más de 53 millones de dólares para una economía muy necesitada de divisas. Una de las causas: la falta de caña para moler.
Los plazos del desarrollo y la inversión extranjera Quedan por activar muchos resortes. Uno de ellos es la entrada de capital extranjero para dinamizar cuanto antes el desarrollo de la muy deteriorada agroindustria azucarera, considerando su importante potencial multiplicador para la economía del país.
Cuba necesitaría incrementar de 3 a 10 millones de dólares el monto de las inversiones anuales para mejorar la calidad y cantidad del azúcar que produce. La empresa estatal cubana de azúcar (Azcuba), se ha venido rigiendo por un esquema que le permite utilizar solo el 62 por ciento de sus ingresos en divisas para financiar las operaciones, reparaciones e inversiones.
Azcuba ha informado que prevé crecimientos de producción de entre un 15 y un 20 por ciento anuales. Esto puede parecer muy poco y lento a los que piensan que la agroindustria azucarera debería desempeñar un papel de importancia para convertir a Cuba en un país “sustentable y próspero”.
Si no se diera un vuelco en la productividad y la eficiencia, volver a producir 4 millones de toneladas de azúcar por zafra podría demorar más de un quinquenio.
Hasta hoy solo dos empresas extranjeras operan en la agroindustria del azúcar, pero es difícil pensar que al fin no se allanen los caminos que conduzcan a maximizar no solo la producción del azúcar, sino también de alcohol, energía eléctrica, alimento animal, productos farmacéuticos, muebles, y un amplio abanico de otros renglones de alta demanda.
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La CIA y el control del clima

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 Por Silvia Ribeiro

La geoingeniería, para tener impacto en el clima global, tendría que aplicarse a mega escala, disrumpiendo un ecosistema global poco conocido, altamente dinámico y en interacción con toda la vida en el planeta. No existe por tanto una etapa experimental. Lo que se haga en pequeña escala no mostrará la acción sobre el clima global, aunque podría tener impactos negativos graves en la zona o en la región. Y si se hace a gran escala, no es experimental, es despliegue y es irreversible.

La CIA estadunidense está financiando un estudio sobre geoingeniería (manipulación climática) que durará 21 meses, con un costo inicial de 630 mil dólares. Lo ejecuta la Academia Nacional de Ciencias, con participación de la NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de ese país. (revista Mother Jones 17/7/2013).
El interés de la CIA por el clima no es nuevo, pero esta participación es significativa, debido a las implicaciones bélicas que tiene la posibilidad de manipular el clima y a la presión que están ejerciendo los proponentes de la geoingeniería en ese país para avanzar en experimentación de esas técnicas, pese a existir una moratoria en Naciones Unidas contra su aplicación.
El proyecto analizará diferentes propuestas de geoingeniería, como manejo de la radiación solar y remoción de dióxido de carbono de la atmósfera; también estudiarán los efectos de la siembra de nubes y otras formas de manipular el tiempo atmosférico para provocar lluvia, sequías o controlar huracanes. Según descripción oficial harán una evaluación técnica de los impactos de esas tecnologías, desde el punto de vista ambiental, económico y de seguridad nacional.
Estos últimos son los aspectos que preocupan a la CIA, que en documentos anteriores ha calificado el cambio climático y el control del clima como factores de importancia geopolítica estratégica y de seguridad nacional.
Pese a ello, los republicanos votaron por desaparecer el departamento de cambio climático de la CIA, lo que según la agencia la motivó a financiar esta iniciativa. Las razones podrían ir mucho más allá, ya que el control del clima es un proyecto militar de larga data en ese país, que realizó experimentos ya durante la guerra de Vietnam, provocando lluvia por meses seguidos para anegar los cultivos y caminos de los vietnamitas. En el mismo sentido, la Fuerza Área estadunidense publicó en 1996 un documento titulado Weather as a Force Multiplier: Owning the Weather in 2025 (El tiempo como multiplicador de la Fuerza: poseyendo el tiempo en 2025), cuyo título refleja claramente sus intenciones.
Estos intereses convergen con los de un grupo pequeño pero influyente, de climatólogos y otros científicos de países del Norte, que alegan que la geoingeniería es necesaria porque no se puede reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero (como si sus países no fueran quienes tienen que tomar las medidas principales para ello). O, como declaró David Keith, un conocido promotor de la geoingeniería, porque es un plan barato y fácil. (MIT Technology Review, 8/2/2013).
Sí, barato y fácil para los que han causado el cambio climático con su sobreconsumo de recursos e industrialización basada en petróleo, porque en lugar de reducir realmente sus emisiones, podrían seguir calentando el planeta y además hacer un jugoso negocio con nuevas tecnologías que manipulen el clima de todos, para bajar o subir la temperatura según convenga a los intereses económicos y bélicos de quienes las controlen.
Bajo el término manejo de la radiación solar, la meta es disminuir la cantidad de rayos solares que llegan a la Tierra. Por ejemplo, a través de construir enormes nubes volcánica artificiales, inyectándolas con partículas azufradas. Otras propuestas incluyen blanquear las nubes, colocar trillones de espejos en el espacio para reflejar la luz del sol o la más reciente, del mismo David Keith, dispersar ácido sulfúrico desde aviones en la línea ecuatorial para que se mezcle con las nubes.
En remoción de dióxido de carbono se incluyen otras técnicas, como máquinas o árboles artificiales que absorban carbono de la atmósfera (que por cierto no saben dónde depositarán luego para que permanezca por siempre). La más conocida es la fertilización oceánica: verter nanopartículas de hierro o urea en el mar para provocar florecimientos de plancton, que absorban dióxido de carbono y lo lleven al fondo.
Las técnicas de geoingeniería son solamente teóricas salvo alguna, como la fertilización oceánica, de la cual se conocen experimentos legales e ilegales, que mostraron que además de no servir para su propósito –el carbono no permanece en el fondo de mar– los impactos pueden ser enormes, con disrupción de la cadena alimentaria marina, anoxia (falta de oxígeno) en capas marinas, crear algas tóxicas, etcétera.
La geoingeniería, para tener impacto en el clima global, tendría que aplicarse a mega escala, disrumpiendo un ecosistema global poco conocido, altamente dinámico y en interacción con toda la vida en el planeta. No existe por tanto una etapa experimental. Lo que se haga en pequeña escala no mostrará la acción sobre el clima global, aunque podría tener impactos negativos graves en la zona o en la región. Y si se hace a gran escala, no es experimental, es despliegue y es irreversible.
Por ejemplo, las nubes volcánicas artificiales no se pueden retirar, hasta que las partículas caigan a la tierra, lo cual es tóxico. Esta técnica empeoraría además el agujero en la capa de ozono y la acidificación de los mares, dos problemas globales muy graves. Si realmente lograran disminuir la cantidad de luz solar que llega al Norte, producirían sequía extrema en África y disrupción de los monzones en Asia, colocando en peligro las fuentes alimentarias de 2 mil millones de personas.
Imaginen si la CIA pudiera decidir sobre el termostato global. La geoingeniería es tan riesgosa, tanto por sus efectos climáticos como por su potencial uso hostil contra otros países, que lo único sensato es prohibir internacionalmente su uso.

- Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC -
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