"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

sábado, 20 de julio de 2013

Cuba hasta pasado mañana: entrevista con Juan Valdés Paz (II)

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Por Vicente Morín Aguado
Juan Valdes Paz. Photo: cubainformación.tv

HAVANA TIMES — Presentamos la segunda parte de nuestra entrevista con el politólogo y economista Juan Valdés Paz. Nos cuenta: “Cuba es una empresa quebrada, sin embargo, para las grandes mayorías de la población, el proyecto de la Revolución –independencia, equidad y desarrollo-  es la única salvación posible en un mundo tan adverso”.
 
HT: Profesor, nos dejó una incógnita: ¿Para la dirección de la revolución, el derrumbe del socialismo europeo fue un fracaso?
 
JVP: Creo que el liderazgo histórico no tiene clara la idea del derrumbe como de un fracaso. No ha habido reflexión pública, una crítica y autocrítica del modelo; una evaluación completa, integral, del asunto, tal como se prometiera alguna vez. La percepción que la dirección política tiene de tales acontecimientos ha de pesar mucho en su desempeño actual.
 
HT: Entonces profesor, ¿Estamos definitivamente atados al pasado-presente?
 
JVP: El proceso de reformas se está implementando en vida del liderazgo histórico de la revolución, algo nunca antes visto en la historia. Los líderes históricos, finalmente son prisioneros de su propia obra.
 
HT: Aprovecho para, hablando de esa obra, preguntarle sobre la agricultura, un tema investigado minuciosamente por usted
 
JVP: Paciencia porque abordaré algo tan espinoso como el Marabú que hoy cubre una buena parte de las tierras cultivables del país. Es el tema cardinal de cualquier reforma económica.
 
HT: Hable, le atendemos:
 
JVP: En 1989, antes de la crisis, el 80 % de las tierras eran estatales, 9% de Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) y un 11% de campesinos individuales, mayormente en CCS, (Cooperativas de Créditos y Servicios).
El intercambio económico privilegiado dentro del CAME cubría la ineficiencia del sector. No se hablaba de eficiencia, de costos, se privilegiaba la versión física del Plan sobre la financiera y se medían de igual modo los resultados.
Del campo cubano. Foto: Caridad
La producción agropecuaria se asentó en un modelo tecnológico intensivo: recursos energéticos, mecanización, riego, especialización del suelo, fertilizantes químicos, la genética, etc. Contando con abundantes recursos se logró incrementar el área bajo cultivo y la producción, pero sin eficiencia y con seria afectación ecológica.
Este modelo tecnológico, se derrumba en los años noventa, acompañando su quiebra con una aguda descapitalización de las empresas estatales que pierden su parque de transporte, de maquinaria, el mantenimiento de sus instalaciones, sus capacidades de reparación y demás recursos, habitualmente recibidos desde la URSS y otros países socialistas europeos.
 
HT: Disculpe la interrupción, razono que entonces se hicieron indispensables las reformas. ¿Cómo las evalúa usted?
 
JVP: En este escenario, se promueve un proceso de desestatización de la tenencia y la gestión agropecuaria, aún en curso; igualmente se toman numerosas medidas. Estos cambios operan como “parches” a un sistema agrario que necesita soluciones integrales.
Hay que rediseñar el sistema agrario completo: base productiva; aseguramiento de bienes y servicios; medios y servicios científico-técnicos, comercialización; sistema de dirección y planificación; mecanismos de financiamiento, etc.
Es necesario definir un modelo de incentivos para que la gente quiera trabajar y permanecer en la agricultura. Las reformas en el sector, además de insuficientes, marchan lentamente; trascurren con mucha “retranca”, tascando el freno. Es necesario darle más derechos domínicos a los tenedores de tierra.
 
 HT: ¿Habla usted de privatización?
 
JVP: La privatización del bien público está prohibida por la constitución, pero la propiedad en sí misma no es lo esencial, sino los derechos, los dominios sobre la posesión; tener derechos inalienables de propiedad sobre los medios adquiridos, sobre lo producido y las bienhechurías, de libre comercialización. Derechos efectivos, que puedan ejercerse realmente y tengan garantías jurídicas.
Es esencial el grado de democracia del cual dispondrán los productores: de independencia, de nivel de autogestión, de asociación o cooperación para sus propios fines e intereses. Alcanzar una real democracia económica.
 
HT: Uno tiene la duda de si finalmente será así.
 
JVP: Tal parece que las reformas se realizan apenas sustituyendo por necesidad una franja de agentes económicos porque su gestión no puede hacerse eficiente por vías estatales.
Las reformas parten de estructuras anteriores que no pueden desmantelarse si deseamos conservar el socialismo, aún con sus necesarios cambios.
 
HT: La historia cuenta que siempre dependimos del exterior, incluso ahora después de Hugo Chávez:
Hay que rediseñar el sistema agrario completo: base productiva; aseguramiento de bienes y servicios; medios y servicios científico-técnicos, comercialización; sistema de dirección y planificación; mecanismos de financiamiento, etc
 
JVP: Cualquier país subdesarrollado tendrá siempre relaciones dependientes con el exterior. Cuba realiza el 40 % de su comercio con Venezuela. Si estas relaciones se viesen afectadas, y lo comparamos con el impacto de la URSS o antes de EE.UU., la afectación sería mucho menor, aunque importante. De cualquier forma, nuestro comercio está ahora más diversificado.
Eventualmente tampoco Capriles puede cerrar, acabar con todo lo anterior; no será tan demoledor de las relaciones bilaterales como se muestra en su discurso.
Es bueno marcar que siempre nuestra inserción económica en el mundo se ha basado en acuerdos políticos: URSS, CHINA, RUSIA, CAME, VENEZUELA.  Lo importante de esta experiencia histórica es que no debimos ser tan vulnerables, con un margen de incertidumbre tan estrecho.
 
HT: Otro asunto externo es el Embargo o Bloqueo:
 
JVP: El embargo y mejor bloqueo, es un asunto real, tiene efectos reales negativos, no nos mata, pero estorba el desarrollo; es una medida política, es un castigo. El bloqueo nos quita el mercado natural, USA; sus turistas, por ejemplo, multiplicarían el sector en Cuba, generando enormes ingresos, empleos, desarrollo colateral o asociado.
Tenemos en USA un potencial para las inversiones y el comercio. Se mantiene el bloqueo financiero que nos hace mucho daño, nos limita. De cualquier forma, es también una excusa; no podemos influir sobre su desmontaje pero si podemos influir sobre nuestros problemas internos, eliminar el desorden, aclarar los papeles del mercado, crear un nuevo modelo económico, instaurarlo.
 
HT: Finalmente, aunque vamos lento, las reformas tienen sus consecuencias, por ejemplo, surge una clase media.
 
JVP: Evidentemente hay una clase media entre el sector de trabajadores por cuenta propia,  la alta burocracia, los militares de elevado rango, algunos en el sector artístico literario,  deportistas, además de ciertos académicos y muchos campesinos propietarios. El tema es cómo la pasará el sector más bajo, los estratos inferiores, en la medida que avanzan las reformas. Este es y será el gran desafío del socialismo cubano del siglo XXI.
 
HT: ¿Nos queda confiar en el socialismo posible?
 
JVP: En realidad, el tema pasa por lo político, por otras bases institucionales, por un mayor desarrollo democrático orientado claramente hacia la autogestión y el autogobierno.
El proceso de reformas avanza con excesiva lentitud, lo que es perjudicial, políticamente hablando. Cuba es una empresa quebrada, sin embargo, para las grandes mayorías de la población, el proyecto de la Revolución –independencia, equidad y desarrollo-  es la única salvación posible en un mundo tan adverso.
Somos una isla pequeña, hostilizada, dependiente, donde lo único grande es la historia y el ego de los cubanos.
—–
Vicente Morín Aguado: morfamily@correodecuba.cu
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Las 9 plagas que corroen el capitalismo

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Las grandes empresas y gobiernos le están cavando la tumba al capitalismo, opina el bloguero Paul Rosenberg, que destaca que la opresión a los fabricantes y pequeños empresarios se transformará gradualmente en neofascismo de una élite superpoderosa.

"Voy a ser franco: nuestro sistema capitalista se acerca al fracaso. O quizá sea mejor decirlo así: Nuestros sistemas de mercado marginalmente capitalistas, parcialmente libres, se están acercando a un colapso masivo",
asegura Rosenberg en el blog Freeman Perspective. Rosenberg enumera nueve factores que condicionan el declive del capitalismo, todos ellos relacionados con el hecho de que los empresarios que crean nuevos bienes o servicios se han convertido en esclavos de las grandes corporaciones y de los gobiernos.

1. Demasiadas personas económicamente dependientes
El productor medio se encuentra en condiciones de miseria. Por poner un ejemplo, el importe total de los impuestos recaudados en EE.UU. no crece, pero cada vez son menos las personas que realmente pagan impuestos. Durante las últimas elecciones presidenciales se reveló que el 47% de la población activa no paga ni un centavo en impuestos sobre la renta, lo que significa que la segunda mitad lo paga por todos, incluyendo por los muchos millones de personas que utilizan cupones de alimentos y discapacitados. "Los productores se ven castigados y maltratados, se ven ridiculizados", explica Rosenberg.

El efecto Snowden

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Por Ana Palacio


El proceso de filtración de información clasificada por parte del ex empleado de la Agencia Nacional de Seguridad americana, Edward Snowden, ha provocado acalorados debates acerca de la privacidad y el derecho internacional que, lamentablemente, han eclipsado la dimensión geoestratégica de sus acciones. En realidad, las revelaciones de Snowden sobre los programas de vigilancia de EE.UU. y su actual lucha para evitar la extradición, revelan mucho sobre la impronta de Barack Obama en las relaciones exteriores de EE.UU.


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Illustration by Paul Lachine


En el mundo entero, Obama ha generado más expectativas que cualquier otro presidente estadounidense en la memoria reciente. Sin embargo, ha demostrado que su interés principal, si no exclusivo, se centra en asuntos internos lo que conduce a una política exterior de reacción. El asunto Snowden actúa de revelador de este enunciado en tres áreas: las relaciones de EE.UU. y Rusia, la influencia de EE.UU. en América del Sur y las relaciones de EE.UU. con Europa.
La gestión del asunto por Moscú es indicativa de la tensión existente en las relaciones entre EE.UU. y Rusia. A raíz del fracaso del "reset" de las relaciones bilaterales, Rusia ha priorizado mantener su posición en el mundo en contraposición a EE.UU., provocando que muchos analistas recuperen, a ambos lados del atlántico, el vocabulario de la Guerra Fría. Más importante aún, el Kremlin utiliza la relación con EE.UU. para consolidar su posición interna. EE.UU. ha caído en esta trampa, proporcionando al presidente Vladimir Putin argumentos para reforzar su política.
Putin utiliza el antiamericanismo como herramienta eficaz en la contención del descontento interno. Actos como la promulgación por el Congreso de EE.UU. de la Ley Magnitsky -presentada como una provocación estadounidense- han permitido al Kremlin lograr apoyos con la adopción de medidas de represalia tales como la prohibición de las adopciones internacionales, al tiempo que ha servido de cortina de humo a la ofensiva contra la oposición interna.
Desde la intervención de Libia por la OTAN en 2011, interpretada por el Kremlin como un ejemplo más de extralimitación de Occidente, la posición internacional de Rusia se ha caracterizado por una creciente agresividad manifestada de forma principal como oposición a EE.UU.. El férreo apoyo de Rusia al régimen de Bashar al-Assad en Siria es un claro ejemplo. La negativa de Rusia de entregar a Snowden, bajo el pretexto del cumplimiento estricto de la normativa internacional, constituye una irónica pirueta de Putin frente a Obama, al presentarse como defensor de la legalidad y los derechos humanos.
Este golpe teatral alcanza toda su dimensión con la cínica afirmación de Putin de que Rusia sólo permitiría a Snowden quedarse si detuviera la filtración de información "destinada a infligir daño a nuestros socios estadounidenses". Sin duda, Putin no se opondría a que estos daños se perpetrasen a puerta cerrada, con los servicios de seguridad rusos recogiendo esa información.
Por otra parte, el asunto Snowden refuerza la percepción de que EE.UU. está perdiendo su influencia en América del Sur. Pese a alguna excepción destacada, como el embajador de EE.UU. en Brasil Tom Shannon, hace tiempo que la diplomacia de EE.UU. carece de una visión estratégica para América Latina. También en esta región, la elección de Barack Obama en 2008 creó grandes expectativas, pero el enfoque de su administración ha sido, en el mejor de los casos discutible y con frecuencia incompetente.
Mientras que la influencia de China en América Latina se multiplica, la pasividad caracteriza la política de  EE.UU.. La visita de Obama en Mayo se presentó como un esfuerzo por revitalizar las relaciones en el contexto del auge de la región Asia-Pacífico. Lamentablemente, es difícil superar, con un solo gesto, tanta siembra equivocada.
En efecto, EE.UU. es con diferencia el socio comercial más importante de Ecuador, y concentra más de un tercio de su comercio exterior. Sin embargo, ante la posibilidad de que Ecuador pudiera conceder asilo a Snowden, EE.UU. manifestó una clara debilidad, con el vicepresidente Joe Biden intercediendo personalmente ante el ecuatoriano Rafael Correa, mientras Obama anunciaba que no se iba a involucrar en ningún "trapicheo político" en aras de la extradición.
Por otra parte, la amenaza proferida por varios responsables americanos de cortar la ayuda a Ecuador que ronda unos modestos $ 12 millones evidencia esa aproximación torpe, poco propia de una gran potencia. Las fuentes tradicionales de influencia de EE.UU. –el soft power, las alianzas regionales, y el apalancamiento financiero- parecen estar agotadas. El mensaje al mundo es claro: EE.UU. no es el poder regional que debiera ser.
Por último, y volviendo a Europa, la actitud impertinente de Obama respecto de la supuesta vigilancia a la UE muestra que el excepcionalismo americano está vivo y goza de buena salud. En vez de reconocer la legitimidad de las preocupaciones europeas, les restó importancia frivolizándolas: "[Os] garantizo que en las capitales europeas hay personas que están interesadas, si no en mi desayuno, en mis notas preparatorias de las reuniones con sus dirigentes".
EE.UU. tiene un interés claro en obtener datos para el análisis de la toma de decisiones de sus aliados europeos, más allá de lo que pueda arrojar una llamada, por ejemplo, a la canciller alemana Angela Merkel. Siendo realistas y aceptando que el espionaje es parte de las herramientas de trabajo empleadas por EE.UU., los europeos aspiramos a que esta actividad se lleve a cabo de forma responsable. Pero, al ignorar las preocupaciones europeas sobre el desarrollo de esta vigilancia, Obama ha caído en uno de los peores hábitos de EE.UU.- la condescendencia con Europa.
Los europeos han planteado serias dudas sobre las prácticas empleadas por los servicios de inteligencia de EE.UU. que van desde la falta de profesionalidad que refleja encargar a contratistas externos este tipo de trabajos, a la diferente clasificación de los miembros de la Unión: mientras que países como el Reino Unido y Nueva Zelanda quedan exentos de este trato, el resto de la UE entra en la categoría de carne de espionaje.
La amarga ironía es que esta imprevisible nefasta coyuntura coincide con la puesta en marcha por la UE y los EE.UU. de su empresa común más ambiciosa desde la creación de la OTAN: un acuerdo de libre comercio e inversión transatlántico. En aras de este proyecto, ¿es demasiado pedir a los americanos que desempeñen con conocimiento, habilidad y profesionalismo su papel internacional, y que traten a sus socios con respeto?
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