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viernes, 12 de julio de 2013

¿Fin de la dualidad monetaria?

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Por Lucía Guevara       OnCuba      

¿Fin de la dualidad monetaria?
Nuevamente algunas expectativas debieron desinflarse este fin de semana, tras los trascendidos de la primera sesión ordinaria de la VIII Legislatura del parlamento cubano. Como colofón de la cita, el presidente Raúl Castro se dirigió a los diputados, al país y al mundo, con un discurso breve, como es su costumbre, donde volvió a poner el pie en el freno.
No habrá “paquetazo”, por si alguien todavía tenía dudas. Esta lesgislatura, que se extenderá hasta 2018, será la última en que la actual dirección del país presida el principal órgano de gobierno en Cuba. Pero Raúl Castro lo ha dejado dicho por enésima vez. Se mantiene el curso de reformas basadas en experimentos parciales, territoriales, el ajuste del marco legal y la extensión de soluciones solo después de probadas. Todo, sin “apresuramientos”.
“Falta un largo y complejo camino para actualizar nuestro modelo económico y social”, afirmó Raúl Castro, pero excluyó “la utilización de terapias de choque y el desamparo de millones de personas que caracterizan a las políticas de ajuste aplicadas en los últimos años en varias naciones de la rica Europa.”
A tres años de haberse comenzado a implementar algunos de los cambios más significativos derivados de los Lineamientos de la Política Económica, las reformas todavía no logran darle suficiente oxígeno a las economías familiares, reflejo de una macroeconomía que no llega a despegar, aunque tampoco retrocede. El crecimiento de 3 por ciento del PIB experimentado en 2012, con buen viento, se repetirá al cierre del presente. Pero el 3,6 por ciento previsto, ya se sabe, será inalcanzable.
Y he aquí que el Presidente cubano retomó lo que muchos economistas y no pocos legos, opinadores de oficio, siguen insistiendo en ver como una especie de nudo gordiano: la dualidad monetaria en Cuba. Raúl Castro se refirió a ella como “uno de los obstáculos más importantes para el progreso de la nación”.
En tono de anuncio, aunque no era tal, Raúl Castro afirmó que “han proseguido los estudios para la supresión de la dualidad monetaria de forma ordenada e integral, lo cual nos permitirá acometer transformaciones de mayor alcance y profundidad en materia de salarios y pensiones, precios y tarifas, subsidios y tributos.”
Sus palabras, no obstante, señalaron la integralidad de la solución que se persigue, en la cual se verán implicadas medidas parciales que, de forma conjunta, permitirán corregir la gran distorsión que supone para la economía cubana la circulación de dos monedas, con dos tipos de cambio (para las personas naturales y para las personas jurídicas).
Se busca, en síntesis, “lograr que todos los ciudadanos aptos se sientan incentivados a trabajar legalmente a partir de restablecer la vigencia  de la ley de distribución socialista, «de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo», lo que propiciará terminar con la injusta «pirámide invertida», o lo que es lo mismo, a mayor responsabilidad, menor retribución.”
Ese es efectivamente la consecuencia de este flagelo monetario: una grave y extendida apatía por el trabajo asalariado, en las circunstancias de que estos –los salarios– no alcanzan para servir la mesa, y mucho menos para ahorrar y construir proyectos de vida familiar e individual. No por gusto el resto del discurso del Presidente cubano ante el parlamento se centró en las ilegalidades y corruptelas cotidianas en que se incurre, de forma capilar, en toda la sociedad, enfermándola.
Soluciones mágicas como la erradicación de la noche a la mañana de una de las monedas (CUP/CUP), al parecer, no caben. Aunque termine primando el peso cubano como signo monetario. Pero ante la escasez de noticias oficiales sobre la ruta crítica concreta que seguirá la superación de la dualidad, diariamente se practican imaginerías de toda laya.
Aquellas a las que vale asignarle mayor crédito, son las que vienen acompañadas de una visión sistémica del problema. Hace algunas semanas Oneida Álvarez, profesora de Economía de la Universidad de La Habana, lo apuntaba sin miramientos durante un debate convocado por la revista Temas: “El tema aparente siempre es monetario, pero la raíz de todo esto no está en la esfera de la circulación, está en la esfera de la economía real.”
“El salario –prosiguió– no alcanza no porque tengamos una dualidad monetaria, sino porque el salario solo se puede incrementar sin generar un proceso inflacionario cuando la base productiva así lo permite. Entonces la causa de que nuestro salario no alcance está en las deformaciones estructurales que tiene nuestra economía en la que todavía nuestras exportaciones tienen un bajo valor agregado, y nuestra productividad es muy baja. Esas son las causas fundamentales que tenemos que modificar conjuntamente con la reducción de la vulnerabilidad externa.”
Pavel Vidal, uno de los más avispados economistas jóvenes, especializado además en temas financieros, ha dicho que “es posible entender que la circulación de dos monedas, la sobrevaloración del tipo de cambio oficial, la dualidad de las tasas de cambio y la inconvertibilidad del peso cubano para las empresas son elementos estrechamente relacionados y que deberán, por lo tanto, resolverse de manera casi simultánea. Para eliminar la doble moneda se requiere tener primero un régimen cambiario único.”
A este régimen cambiario único se llegaría, según Vidal a través de cuatro acciones, que no suenan descabelladas, aunque sean difíciles de “visualizar” en el enmarañado tejido monetario cubano: 1) devaluar el tipo de cambio del peso cubano en el sector empresarial; 2) unificar el tipo de cambio empresarial con el tipo de cambio de la población. 3) pasar a pesos cubanos los mercados minoristas estatales en pesos convertibles y las cuentas bancarias de la población, y 4) pasar a pesos cubanos las cuentas corrientes de las instituciones en pesos.
No será este año. ¿O sí? ¿Quién puede saberlo? Al menos otras dos “medidas” tendrían que ejecutarse probablemente, como antesala. Una apertura firme y gananciosa a la inversión extranjera, que provea al país de capital, tecnología y mercados nuevos, para incrementar efectivamente la productividad y los ingresos. Y mayores incentivos, “desatando las fuerzas productivas”, al eslabón mediano y pequeño de un sistema ¿empresarial? en ciernes que podrá ser estatal, privado y cooperativo.
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