"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

martes, 26 de marzo de 2013

Una reseña sobre las reformas en Cuba que no las debate

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Carmelo Mesa Lago
 
El ex Ministro de Economía y Planificación José Luis Rodríguez, autor de muchas obras sobre la economía cubana, así como uno de los arquitectos de las reformas económicas del decenio de los
90,1   ha  escrito una reseña respetuosa de  mi libro, Cuba en  la  era de  Raúl Castro: Reformas
económico-sociales y  sus  efectos (Madrid: Editorial Colibrí, 2012). Considero este  libro  el  más importante entre una treintena que he publicado, porque analiza el proceso de reformas económico- sociales introducidas en Cuba por el Presidente Raúl Castro, las que evalúo como necesarias y las más profundas y mejor orientadas bajo la Revolución. Rodríguez expresa en su conclusión que mi libro “constituye un importante esfuerzo intelectual por interpretar la realidad cubana apoyado en una copiosa información y amplia bibliografía que debemos valorar positivamente más allá de nuestras concordancias o divergencias” (p. 8).2

Rodríguez dice que la tarea que me impuse en el libro “es enorme al tratar de sintetizar la
evolución de la economía cubana durante más de cincuenta años”. En realidad, salvo el primer capítulo que como necesaria introducción resume dicha historia en solo treinta páginas, el libro se dedica por entero (300 páginas) a lo ocurrido en 2006-2012 bajo el gobierno de Raúl: la situación económica interna, las relaciones económicas internacionales y la política social (con información completa y nueva de dicho período) y, principalmente, la descripción de las reformas y la evaluación de sus efectos. Solo una cuarta parte de la reseña toca estos temas centrales y el resto se dedica a otros, como la ideología en el estudio de la economía cubana, los antecedentes de nuestros debates, ciertos pasajes en la evolución de las políticas económicas bajo la Revolución, y la discusión de cálculos en pasadas controversias. Hubiese sido más provechoso que la reseña se concentrase en las reformas de Raúl y que, basado en su conocimiento y experiencia en reformas económicas, Rodríguez nos hubiese dado su opinión sobre aquéllas, lo cual podría haber sido un aporte valioso al tema que es crucial para Cuba. Así pues, el contenido y tono de la reseña me arrastra, con pocas ganas, a responder a algunas críticas marginales pero que juzgo injustas, para después resumir los temas esenciales que quedaron fuera en la reseña.

1. Objetividad. Rodríguez expresa que mis “valoraciones críticas se perciben matizadas y más balanceadas en relación con libros anteriores”, pero afirma que “no es posible tratar de asumir una postura objetiva en el análisis [de Cuba], descartando la existencia de una determinada posición ideológica de los autores, fenómeno que se ha expresado en diverso grado en los estudiosos de Cuba en los Estados Unidos”, y agrega que “Mesa-Lago no escapa a esa tendencia” (p. 4). Añade que en mis “premisas, análisis y conclusiones está presente una determinada posición ideológica que incide en [mis] interpretaciones” (p. 4), la cual la liga a la “vertiente de la ideología burguesa” de la llamada “cubanología” (nota 1). Pero es obvio que Rodríguez tampoco puede asumir una postura objetiva en su análisis de la Revolución, puesto que lo hace desde la perspectiva de la ideología marxista. Por otra parte, calificar mi ideología como burguesa es superficial y él podría haber sido más concreto. Mi trabajo de medio siglo  sobre política social en toda América Latina, así como varios países de África, Asia, el Caribe y Europa, se ha caracterizado por una ideología keynesiana, crítica al neoliberalismo y a las políticas privatizadoras de los organismos financieros internacionales, la defensa del Estado de Bienestar al estilo de los países escandinavos, y propuestas de políticas sociales inclusivas y de protección social a los pobres y los grupos de bajo ingreso.

En el Preámbulo de mi libro (p. 20-21) afirmo que no existe 100% de objetividad en las ciencias sociales, lo cual cita Rodríguez y añade mi siguiente frase: “dentro de lo humanamente posible, he intentado mantener una posición […] objetiva en mis estudios, sopesando los aspectos positivos y negativos de la Revolución”, lo que “me ha valido críticas infundadas de los dos extremos del espectro ideológico” (nota 13). Una constante en más de cien reseñas publicadas en todo el mundo evaluando mis libros sobre Cuba y política social, ha sido señalar la objetividad de los mismos, algo que se reitera en este libro por una docena de científicos sociales prestigiosos de seis países incluyendo a Cuba. Por ejemplo, Rafael Hernández: “Al fin una interpretación de los cambios actuales que parece escrita aquí, documentada, ecuánime, analítica”. Y Víctor Bulmes-Thomas: “El mundo esperaba un análisis concreto y objetivo del alcance y profundidad [del proceso cubano de reformas]. Ahora lo tenemos gracias al libro de Mesa-Lago”.
 
2. Representatividad de autores y publicaciones cubanos. Mi libro expone en detalle el trabajo de los economistas cubanos, tanto en sus propuestas de reforma, como en el análisis de su implementación, así como críticas con puntos divergentes; creo que es la primera vez que un libro publicado en el extranjero tiene una colección tan completa del pensamiento académico cubano sobre las reformas hechas en el país. Pero Rodríguez aduce que el libro se resiente […] por no recoger otras opiniones diferentes a las que maneja el autor […] salta a la vista la ausencia en la bibliografía […] de muchos trabajos publicados” en tres revistas económicas cubanas (p. 6). Es lógico que un libro no pueda cubrir toda la bibliografía existente especialmente si es muy abundante pero, en vez de simplemente nombrar a los autores, hubiese sido más relevante que Rodríguez resumiese los aportes hechos por ellos al tema de las reformas y destacar en qué forma difieren de mi análisis y conclusiones.

Más aún, de un total de 418 entradas en la bibliografía del libro, 52% son de autores cubanos residentes en la Isla, así como discursos, estadísticas, legislación y entidades cubanas, sin incluir a los economistas disidentes que también viven allí. Además, entre el texto y la bibliografía, hay 255 referencias a artículos e información publicada en los principales periódicos y revistas de circulación masiva en Cuba: 170 de Granma, 43 de Juventud Rebelde, 28 de Bohemia y 14 de Trabajadores, sin contar una docena en Temas. ¿Es posible argumentar que esas 255 referencias son todas favorables a mi punto de vista?
 
3. Metodología y documentación. Rodríguez dedica parte de su reseña al primer capítulo que resume  la  evolución  de  las  políticas  económico-sociales,  caracterizada  por  ciclos  ideológicos (alejándose del mercado) y pragmáticos (acercándose al mercado). Critica la metodología que utilizo porque “reduce los procesos históricos a la conducta y a las acciones de los individuos” lo cual “introduce  una  valoración  voluntarista  que  descalifica  muchos  asertos”  porque  “no  examina adecuadamente el contexto histórico en que ocurren [los cambios]” (pp. 4-5). De hecho cada uno de los ciclos analiza no solo el rol de dirigentes como Fidel Castro en la gestación o terminación de los mismos, sino también el contexto mundial en que ocurrieron, o sea, los factores exógenos positivos o negativos que contribuyeron a los ciclos, como el papel   de la URSS y los Estados Unidos, los cambios  ocurridos  en  ambos  países,  organismos regionales, la  Unión  Europea,  y  el  papel  de Venezuela desde comienzos del siglo XXI. Rodríguez alega que varias de mis afirmaciones “no se sustentan con documentos o soporte factual alguno”, lo cual ignora una nota de pie al comienzo de este capítulo-resumen que da como fuentes para toda la información y metodología, tres de mis libros previos (dos de los cuales son citados en su reseña) así como un artículo, todos los cuales detallan y fundamentan mi análisis.

Otro ejemplo de la supuesta falta de documentación es mi cuestionamiento del cálculo del PIB cubano con una nueva metodología inventada por Cuba en 2003 que se apartó del sistema de las cuentas nacionales desarrollada por Naciones Unidas y utilizado en todo el mundo. En secciones de libros y varios artículos técnicos (uno de ellos citado en la reseña) demostré como la inclusión en el PIB del valor de los servicios sociales gratuitos y subsidios de precios resulta en una sobreestimación del PIB. Rodríguez alega que yo desconozco la metodología empleada para dicho cálculo (la cual no se publicó y sería bueno que él la diera a conocer para contribuir al debate) pero esto no invalida los puntos fundamentales de mi cuestionamiento.

 4.  Actualidad  de  la  información.  El  Preámbulo  del  libro  nota  que  la  última  información disponible fue del 30 de junio 2012. Rodríguez informa que “a partir del segundo semestre de 2012 se han adoptado múltiples medidas que responden a insuficiencias planteadas en el momento de la redacción del libro” (p. 7) y cita cuatro de ellas que obviamente no pudieron ser incluidas pues se aprobaron después  de  terminado  el  libro.  El  proceso  de  las  reformas  cubanas  es  dinámico  y continuará; si hubiese esperado a su finalización entonces hubiese escrito una historia algo aburrida del pasado. Pero había ya bastantes reformas e información para hacer una evaluación de ellas, actual, interesante y con el ánimo de contribuir a mejorarlas. Lo importante, que Rodríguez no desarrolla en su reseña, es si esas reformas que él cita, en alguna forma alteran o invalidan mi análisis y conclusiones. La versión en inglés del libro, escrita en colaboración con Jorge Pérez-López, Cuba under Raúl Castro: Assessing the Reforms (Boulder: Lynne Reinner, junio 2013) incluye no solo las  cuatro reformas enumeradas por  Rodríguez sino  también otras no  citadas por  él,  como la autorización de cooperativas de producción no agrícola y de servicios, y dotar de mayor autonomía a las UBPC), ratificando el análisis y las conclusiones de la versión original española.
 
5.  Lo  que la  reseña no  trató. Ninguno de  los  temas y  preguntas centrales del  libro son discutidos por Rodríguez, por ejemplo:
 1) cuáles reformas han tenido éxito y cuáles no y las razones;
2) por qué las reformas que están bien orientadas tienen elementos contradictorios que reducen considerablemente su efectividad (así, para despedir a 1,8 millones de trabajadores innecesarios en el sector estatal es esencial crear empleo en el sector no estatal, pero este no ha crecido al ritmo necesario debido a las trabas, regulaciones e impuestos excesivos que se les impone); 3) cuál es la razón de ese híbrido que no produce los frutos esperados (yo lo atribuyo a falta de unidad en la dirigencia, lo cual Rodríguez rechaza pero no ofrece su explicación de este fenómeno); 4) por qué las reformas han sido tan lentas y ha habido que modificarlas (por ejemplo, dos leyes de usufructo y aunque la  segunda alivia varios defectos de  la  primera todavía está lastrada por  problemas y desincentivos); 5) lograrán las reformas, como están diseñadas, resolver los problemas económico- sociales fundamentales acumulados por medio siglo; y 6) podrá Raúl y los “históricos” conseguir que las reformas generen resultados substanciales en el período de cinco años que tienen, o habrá que esperar a que la nueva generación de dirigentes los resuelvan.
 
1  Estas reformas estaban orientadas hacia la descentralización, los incentivos económicos, el empleo por cuenta propia, la inversión extranjera y el uso de algunos mecanismos de mercado dentro del socialismo.

2 Este es el cuarto intercambio académico entre nosotros desde 1983 —los dos primeros se publicaron en Cuba
y en EEUU, como Rodríguez documenta en su reseña y juzga que han sido fructíferos y que mis trabajos,
aunque polémicos, han constituido “un acicate para los estudiosos de la economía en nuestro país” (p. 2).

 
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