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martes, 19 de febrero de 2013

Clave climática está en la agricultura sin labranza

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 Por Patricia Grogg

Impuestos a la importación de fertilizantes y maquinarias no pueden ser más altos que los de hortalizas y alimentos importados, dice Friedrich.Ana María Navarro - IPS
Patricia Grogg entrevista a Theodor Friedrich, representante de la FAO en Cuba.

 La agricultura sin labranza es una respuesta al cambio climático que calza muy bien con las necesidades caribeñas: aumenta la capacidad de captar agua y de soportar a la vez sequías y excesos de lluvias, dice el experto Theodor Friedrich, representante de la FAO en Cuba.
En el Caribe insular es necesario desarrollar y promover técnicas que puedan dar respuesta a la necesidad de cultivar alimentos pese a las amenazas del cambio climático. "Yo no veo por qué estas islas no pueden producir lo suficiente para su propio consumo", indicó Friedrich en entrevista con IPS.

"Tenemos que producir más con menos, y la agricultura de conservación es la base de esa estrategia que recomienda la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura)", agregó.

IPS: ¿Qué desafíos impone el cambio climático para la seguridad alimentaria de la región caribeña, especialmente la insular?

THEODOR FRIEDRICH: El impacto que ya se siente es una variabilidad más grande del tiempo. Los eventos meteorológicos se han vuelto más extremos. Las épocas secas o las lluviosas son más pronunciadas y los huracanes que pasan con frecuencia y regularidad por la zona, son más fuertes y menos calculables en intensidad e impacto.

Estas condiciones obviamente impactan en la agricultura, un sector productivo lento y que requiere de una cierta estabilidad ambiental. Muchas de las islas caribeñas son montañosas y el mal manejo de la tierra, la erosión y los huracanes provocan desastres naturales que afectan no solo a las zonas rurales, sino a toda la población.

IPS: ¿Diría usted que la carencia de una agricultura sostenible aumenta la vulnerabilidad?

TF: Esos son problemas estructurales de la economía en muchos de estos países, que van más allá del cambio climático. Aunque en Cuba, debido al embargo (económico estadounidense), existe una situación adicional. En general, los problemas de las otras islas son casi iguales.

No hay producción nacional de insumos ni de materiales para trabajar la agricultura. Resulta más barato para los países importar los productos agrícolas de una sola vez en vez de producir en base a insumos como fertilizantes y maquinaria que también hay que importar. Puede ser también que la política juegue un papel más importante en estos asuntos.

IPS: ¿Cómo sacar frutos de la tierra en medio de factores climáticos adversos?

TF: En teoría en todos los terrenos es posible, si ponemos en práctica una agricultura adecuada, que respete el ambiente y tenga en cuenta también las amenazas del cambio climático. Hoy en día este tipo de agricultura existe. Yo no veo por qué estas islas no pueden producir lo suficiente para su propio consumo. Las capacidades están y requieren un cierto tipo de apoyo político que incentive y cree condiciones adecuadas para el sector productivo. En eso influye también la política fiscal y tributaria.

Muchas veces se observan impuestos a la importación de fertilizantes y maquinarias más altos que los tributos a las compras externas de hortalizas y productos alimenticios, lo cual no tiene sentido si uno quiere mejorar la producción local.

IPS: ¿Es necesario que el cambio climático y las variabilidades meteorológicas se tengan en cuenta en los planes de desarrollo?

TF: Sí, definitivamente. Hace falta una visión política e instrumentos políticos, pero también tecnologías. Ese es uno de los temas en los que la FAO entra muy fuertemente: desarrollar y promover técnicas que den respuesta a la necesidad de producir a pesar de las amenazas del cambio climático y también en las condiciones específicas del Caribe insular, donde muchas áreas agrícolas se degradan por la lluvia y la erosión.

IPS: ¿Qué procedimientos resultan más recomendables en estos casos?

TF: Un tema en el cual he trabajado mucho es la agricultura sin remover el suelo, sin labranza, que responde a la necesidad de mejorar las condiciones económicas del agricultor, ahorrando costos en combustibles o en el número de bueyes.

También se adapta a los cambios climáticos, porque al no remover la tierra, esta aumenta la capacidad de captar agua, de soportar sequías con menos problemas para los cultivos. También de absorber un exceso de agua en casos de huracanes, por ejemplo.

IPS: ¿Qué tecnología es ésta?

TF: Se le llama agricultura de conservación. Se basa en tres fundamentos: uno es no trabajar el suelo, la segunda es manejar una cobertura permanente con rastrojos o restos vegetales, y la tercera es diversificar siembras, en rotación, en frecuencia y también en asociaciones de cultivos.

La clave es no trabajar mecánicamente el suelo, pues lo que se necesita es una herramienta que abra un hueco o un surco para poner la semilla en el terreno y taparla. Nada más. Un terreno laboreado así puede fácilmente absorber más de 100 milímetros de lluvia por hora. No hay razón para inundaciones en tiempo de huracanes, porque esa agua pasa a áreas subterráneas y permanece mucho más tiempo en la tierra.

IPS: ¿La FAO recomienda esta forma de cultivar para áreas pequeñas o también es válida en la agricultura extensiva?

TF: Es un cambio del sistema agrícola general. Se puede aplicar en extensiones grandes o pequeñas y en países de climas diversos. Comenzó en el sur de Brasil y en países como Canadá y Australia. Allí los agricultores, por situaciones como erosión eólica y de agua o por sequía, se vieron forzados a adoptar ese tipo de agricultura.

Alrededor de 10 por ciento de la agricultura mundial está bajo este sistema. Pero en el Caribe es prácticamente desconocido. Tenemos que producir más con menos y la agricultura de conservación es la base de esa estrategia que recomienda la FAO.

Esta forma de cultivar ayuda a mitigar el cambio climático porque capta carbono en el suelo y reduce emisiones de metano, cuando la aplicamos, por ejemplo, al arroz.

IPS: ¿Tiene la FAO planes especiales para Haití? ¿Qué está recomendando?

TF: Con este tipo de agricultura podemos dar respuesta a la situación de Haití, que es el mayor ejemplo de problemas de degradación y mal manejo de los sistemas de riego. Trataremos de impulsar junto a la agricultura de conservación lo que aquí en Cuba se conoce como Sistemas de Intensificación del Cultivo de Arroz y en inglés se llama Systems of Rice Intensification.

En esta técnica no se inunda el cultivo, se evita el fangueo, se siembra el arroz a grano individual en una distancia muy ancha y se transplanta del semillero después de ocho a 15 días en plantas muy pequeñas, antes de las cuatros hojas. Hay un significativo ahorro de semilla y agua. Los rendimientos pueden fácilmente pasar de 10 toneladas por hectárea.

Esas son respuestas muy adaptables a situaciones como la de Haití. Vamos a ver si podemos iniciar algún cambio, algún tipo de desarrollo agrícola en ese país y pasar a un manejo diferente.(
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