"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

viernes, 19 de octubre de 2012

Ideologías que matan

 
Paul Krugman

 Mitt Romney no ve gente muerta. Sin embargo, ello solo se debe a que no quiere verla; si lo hiciera, tendría que reconocer la fea realidad de lo que sucederá si Paul Ryan y él se salen con la suya en cuanto a la atención de la salud.

La semana pasada, al hablar con el diario The Columbus Dispatch, Romney declaró que nadie en Estados Unidos se muere por no estar asegurado: “No tenemos personas que enfermen, que mueran en su departamento porque no tienen seguro”. Esto siguió a una observación anterior de Romney –que se hacía eco de una declaración de infausta memoria que hizo nada menos que George W. Bush– en la que insistió en que las salas de urgencias brindan la atención médica esencial a los no asegurados.

Son declaraciones asombrosas. Demuestran claramente que Romney no tiene ni idea de cómo es la vida (y la muerte) para los que son menos afortunados que él.

Hasta la idea de que todos reciben atención de urgencia cuando la necesitan en las unidades de urgencias es falsa. Sí, por ley, los hospitales tienen que atender a las personas que lo necesitan con desesperación, ya sea que puedan pagar o no. Sin embargo, esa atención no es gratuita, por el contrario, si usted llega a una de ellas le van a cobrar, y el tamaño de esa cuenta puede ser terriblemente elevado. Algunas personas no pueden o no quieren pagar, pero el temor a las grandes cuentas puede disuadir a los no asegurados para no ir a una unidad de urgencias, aun cuando deberían hacerlo. Y, a veces, la consecuencia es que se mueren.

Más importante, ir a urgencias cuando se está enfermo no es ningún sustituto de la atención regular, en especial si se tienen problemas crónicos de salud. Cuando estos no se tratan –como sucede a menudo entre los estadounidenses no asegurados–, es fácil que suceda que ya sea demasiado tarde para salvar una vida al llegar a la unidad de urgencias.

Así es que la realidad, ante la cual Romney está de alguna forma ciego, es que muchas personas en Estados Unidos realmente se mueren cada año porque no tienen seguro médico. ¿De cuántas muertes estamos hablando? No es una pregunta con una respuesta fácil, y a los conservadores les encanta mencionar el puñado de estudios que no encuentran evidencia clara de que los seguros salven vidas. La evidencia abrumadora, no obstante, es que el seguro es, en efecto, un salvavidas y la falta de él mata. Por ejemplo, estados que expanden la cobertura de Medicaid y, por tanto, brindan seguro médico a más personas, muestran en forma constante una caída significativa en la mortalidad, en comparación con estados vecinos que no lo hacen.

Y, con seguridad, el hecho de que Estados Unidos sea el único país avanzado y grande que no cuenta con alguna forma de atención de la salud universal es, al menos en parte, la razón por la cual la expectativa de vida es mucho menor que en Canadá o Europa Occidental.

Así es que no hay una duda real de que la falta de seguro sea la responsable de miles, y probablemente decenas de miles, de muertes estadounidenses de más cada año. Sin embargo, no es un hecho que Romney quiera admitir –porque su compañero de fórmula y él quieren revocar el Obamacare y recortar los fondos para Medicaid– medidas que le quitarían el seguro a unos 45 millones de estadounidenses que no son de la tercera edad, causando que miles de personas tengan una muerte prematura. Y sus planes a más largo plazo de convertir a Medicare en un Vouchercare también privarían a muchos mayores de una cobertura adecuada, lo cual conduciría a una mayor mortalidad innecesaria.

Oh, sobre la cosa de los vales: en el debate con el vicepresidente Joe Biden, Ryan fue, en realidad, el primero en mencionarlos, en un intento por sacar al término de los límites. En efecto, pareciera que es la línea del partido, en la derecha, que cualquiera que use la palabra voucher para describir la política de salud, en la cual se da una suma fija para aplicarla a un seguro médico, es un mentiroso, por no decir que un gran miserable.

Entre los mentirosos que mienten, entonces, está el tipo que en 2009 describió al plan Ryan como una cuestión de “convertir a Medicare en una especie de sistema de vales con contribuciones definidas”. Oh, esperen, fue el mismísimo Paul Ryan.

¿Y qué pasa si los vales –porque eso es lo que son– resultaran no ser suficientes para pagar un seguro adecuado? Entonces, quienes no puedan pagar la diferencia –un grupo que incluiría a muchos estadounidenses de mayor edad, si no es que a la mayoría–, se quedarían con un seguro inadecuado, el cual los expondría a graves apuros financieros en caso de enfermarse, a veces incapaces de pagar atención crucial, y, sí, en ocasiones los llevaría a una muerte prematura. Así es que seamos brutalmente honestos en esto. La posición Romney-Ryan sobre la atención de la salud es que se les debe negar a muchos millones de estadounidenses el seguro médico, y privar a millones más de la seguridad que ahora brinda Medicare para poder ahorrar dinero. Al mismo tiempo, claro, Romney y Ryan proponen reducciones fiscales por billones de dólares para los ricos. Así es que una descripción literal de su plan es que quieren exponer a muchos estadounidenses a la inseguridad financiera y dejar que mueran algunos para que un puñado de personas ya acaudaladas pueda tener un ingreso más elevado después de pagar impuestos.

No es un panorama agradable; y se puede apreciar por qué Romney prefiere no verlo.
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