"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

miércoles, 13 de junio de 2012

La profecía británica autocumplida

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Hace unos días escribí sobre la creencia extendida en Gran Bretaña de que se ha producido un drástico desplome del potencial de la economía. El columnista de Financial Times Martin Wolf añade mucho más en una columna reciente, además de un enlace a un informe muy relevante escrito por los economistas Bill Martin y Robert Rowthorn, titulado Is the Bristish Economy Supply Constrained II? A Renewed Critique of Productivity Pessimism [¿Está constreñida  la oferta de la economía británica II?  Una crítica renovada del pesimismo de la productividad], que, por lo que yo interpreto, echa por tierra muy eficazmente esa creencia.
Hay muchos detalles técnicos, pero a mi modo de ver el principal argumento es que vemos una clara caída en la medida de la productividad británica que podría ser consecuencia bien de algún misterioso cambio estructural o de la idea mucho más común de que muchas empresas han conservado un exceso de plantilla ante lo que ellas esperan que sea una caída meramente temporal de las ventas. Y los datos sencillamente no apoyan ninguna de las explicaciones propuestas para ese supuesto cambio estructural.

Imagen de la City de Londres


En concreto, la frase popular por estos lares es que se debe a la pérdida de todos esos puestos de trabajo de alto valor en las finanzas, que suena posible hasta que uno hace números y se encuentra con que las cifras son muy muy pequeñas. Esto tiene un fuerte parecido familiar con las historias sobre el supuesto desempleo estructural en Estados Unidos que se centra en el cambio experimentado en la construcción; una vez más, esto suena bien hasta que se hacen números y nos encontramos con que es minúsculo.
Esto tiene importancia, y mucha. Si Gran Bretaña no ha experimentado un misterioso hundimiento de la productividad, sí padece, mucho más de lo que se reconoce, una falta de demanda real, y también tiene un problema subyacente de presupuesto mucho más pequeño de lo que afirma el gobierno. Es posible que los británicos estén hablando mal de su economía y de esta forma están creando una profecía que se vuelve realidad, en la que el pesimismo excesivo respecto a su potencial induce a adoptar políticas que de hecho empobrecen a la nación.
¿Qué si sé a ciencia cierto que esto es verdad? No. Pero parece más plausible que el argumento oficial. Y sin duda la política debería tener en cuenta no solo el riesgo hasta ahora puramente hipotético de una pérdida de confianza por parte del mercado de bonos, sino también la posibilidad muy real de que, por culpa de un pesimismo excesivo, estén dilapidándose enormes cantidades de producción en potencia, por no hablar de la producción futura.
Traducción de News Clips.
© 2012 New York Times
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