"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

martes, 29 de mayo de 2012

Cuba debe acelerar la reforma para recuperar el tiempo perdido

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Por Gerardo Arreola

Cuba no puede aplicar un mecanismo de choque para abrir su economía, pero tiene que hacer todo lo posible para acelerar la reforma y así recuperar el tiempo perdido, según la recomendación de un reporte académico.
El economista cubano Pavel Vidal hizo un estudio comparativo de las reformas en Cuba y Vietnam, que publicó el Instituto de Economías en Desarrollo de la Organización para el Comercio Exterior de Japón (Jetro, por sus siglas en inglés).
El autor recomienda que la liberalización de la economía cubana no se quede en la agricultura y la microempresa, sino que facilite el surgimiento de un sector privado más amplio y el ingreso de inversión extranjera directa para impulsar la productividad y aprovechar el alto nivel de desarrollo social de la isla, en especial en la educación.
Pero subraya que encontrar el ritmo de los cambios es crucial. Frente a lo que hizo Vietnam en su momento, las desventajas de Cuba al emprender ahora su reforma son el gran tamaño de su sector estatal, la falta de experiencia reciente con el mercado y la tardanza de sus dirigentes en reconocer los problemas estructurales del modelo y la necesidad de cambios dramáticos. Una visión pesimista sobre la actual reforma es que es demasiado poco, demasiado tarde.
Vidal es investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana. Con distintos enfoques, insiste en su estudio en la relevancia de emprender los cambios en el momento oportuno.
Recuerda, por ejemplo, que gracias a que ya había iniciado su apertura, Vietnam evitó un retroceso al desaparecer la Unión Soviética en 1991, mientras que el colapso de la antigua potencia socialista arrastró a Cuba a una profunda crisis.
En la situación actual, descarta que Cuba se lance a modificar todo a la vez, porque por esa vía pudiera fracturarse la estabilidad institucional y macroeconómica.
Considera que incluso Vietnam, con medidas de choque en algunos periodos, tuvo que esperar varios años para alcanzar transformaciones significativas en su modelo. Pero apunta la necesidad de que la isla acelere el paso actual para recuperar el tiempo perdido.
El autor señala que la mayoría de los cubanos son escépticos de que el gobierno pueda alcanzar una economía eficiente y productiva y mejorar el nivel de vida. Raúl Castro tiene 80 años y no está visible una nueva generación de líderes. La dirigencia actual está en una encrucijada, pues quiere ejecutar una reforma gradual, pero el tiempo corre.
El investigador reseña que al iniciar la Doi moi (renovación) en 1986, Vietnam se parecía a la Cuba actual por el modelo de corte soviético. Sin embargo, el sector estatal vietnamita era pequeño y permitía un big bang, es decir, una batería de reformas de un solo golpe. La abundancia de pequeñas empresas privadas en el sur del país facilitaba los cambios orientados al mercado.
Por el contrario, la existencia de un amplio sector estatal en Cuba aconseja un ritmo moderado. En la isla es más difícil cambiar la mentalidad de las personas después de 50 años de vivir bajo las mismas reglas e ideología contra el mercado y el sector privado.
Especialista en finanzas públicas, el autor se detiene a examinar la meta oficial de unificación monetaria entre el peso cubano y el peso convertible (mayor que el primero 25 a 1 y equivalente al dólar).
Anota como muy positiva en ese camino la apertura de los servicios bancarios al sector privado, el año pasado, pero subraya la necesidadinevitable de devaluar la tasa de cambio (uno a uno) que rige para empresas estatales, mixtas y entidades oficiales.
La devaluación tendría que ser más gradual que en Vietnam, concluye Vidal, porque las numerosas empresas estatales grandes y medianas hacen que la economía cubana esté menos preparada para reaccionar a incentivos cambiarios.

La ciencia de predecir el riesgo con precisión

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La ciencia de predecir el riesgo con precisión

Por Dylan Evans

La mayoría de nosotros tenemos que estimar probabilidades todos los días. Ya sea un corredor que apuesta al precio de una acción, un abogado que evalúa la confiabilidad de un testigo o un médico que considera la precisión de un diagnóstico. De forma consciente o no, pasamos gran parte de nuestro tiempo adivinando sobre el futuro basados en información incompleta. Lamentablemente, décadas de investigación indican que los humanos no somos muy buenos para esto. La mayoría, por ejemplo, tendemos a sobreestimar ampliamente las posibilidades de ganar la lotería, mientras que de forma similar subestimamos las posibilidades de divorciarnos.
Los psicólogos han tendido a asumir que esas parcialidades son universales y virtualmente imposibles de evitar. Pero ciertos grupos de personas —como los pronosticadores del tiempo y los apostadores profesionales— han logrado superar estas inclinaciones y por lo tanto pueden estimar probabilidades de forma mucho más precisa que el resto. ¿Están estas personas haciendo algo que los demás podemos aprender? ¿Podemos mejorar nuestra inteligencia ante el riesgo?
Alex Nabaum
Sarah Lichtenstein, experta en el campo de la "ciencia de la decisión", señala varias características de grupos que exhiben alta inteligencia con respecto al riesgo. Primero, suelen sentirse cómodos asignando probabilidades numéricas a desenlaces posibles. Por ejemplo, desde 1965, los pronosticadores del tiempo del Servicio Nacional Climático de Estados Unidos deben decir no sólo si lloverá o no al día siguiente, sino cuán probable creen que es en términos de porcentajes. Sin dudas, cuando los investigadores midieron la inteligencia de riesgo de los pronosticadores estadounidenses una década después, descubrieron que se encontraba entre las más altas registradas hasta el momento, según un estudio del Journal of the Royal Statistical Society, una publicación de científicos de la estadística.
También ayuda si el grupo realiza predicciones sobre una cantidad limitada de temas. La pregunta para los pronosticadores del tiempo, por ejemplo, es casi siempre la misma: ¿lloverá o no? Los médicos, por otro lado, deben considerar toda clase de preguntas distintas: ¿está rota la costilla? ¿Es maligno este crecimiento? ¿Funcionará este coctel de medicamentos? Los estudios han descubierto que los médicos sacan puntajes más bien bajos en las pruebas de inteligencia de riesgo.
Finalmente, los grupos con una alta inteligencia de riesgo suelen obtener una evaluación pronta y bien definida, lo que aumenta la posibilidad de que incorporen información nueva a su raciocinio. Para los pronosticadores del tiempo, llueve o no llueve. Para los médicos, por otro lado, los pacientes quizás no vuelvan, o pueden ser referidos a otro lugar. Los diagnósticos pueden ser inciertos.
Si el análisis de Lichtenstein es correcto, deberíamos poder desarrollar programas de capacitación para inculcar una mayor inteligencia de riesgo al impulsar y acelerar las evaluaciones y la retroalimentación. Royal Dutch Shell implementó un programa así en los años 70. Altos ejecutivos habían notado que cuando geólogos recién contratados predecían encontrar petróleo en cuatro de 10 pozos nuevos, sólo uno o dos se concretaban. Esta confianza excesiva le costó a Royal Dutch Shell millones de dólares. En el programa de capacitación, la empresa les dio a los geólogos detalles de exploraciones previas y les pidió estimaciones numéricas de las probabilidades de encontrar petróleo. Los geólogos poco experimentados recibieron luego información de la cantidad de descubrimientos de petróleo que realmente se habían concretado. Para cuando terminó el programa, sus estimaciones casi coincidían con la cifra real de descubrimientos petroleros.
Las agencias de inteligencia también trabajan para mejorar su forma de encarar el riesgo. En 2011, investigadores estadounidenses comenzaron a reclutar voluntarios para un estudio de varios años, basado en la web, sobre la capacidad de la gente de predecir eventos mundiales. El Proyecto Mundial de Pronósticos, un experimento auspiciado por el Director de Inteligencia Nacional de EE.UU., busca descubrir si ciertas personalidades son mejores que otras para ese tipo de ejercicios. Los voluntarios ofrecen sus mejores estimaciones sobre eventos y tendencias en campos como las relaciones internacionales, la economía, la salud pública y la tecnología.
Con sólo darnos cuenta de nuestra tendencia a ser demasiado confiados o muy poco confiados en nuestras estimaciones, podemos avanzar mucho hacia la meta de corregir nuestros errores más comunes.
Nadie puede ser muy bueno para estimar todas las clases de probabilidades en todas las situaciones. Pero dadas las condiciones adecuadas y la clase apropiada de auto-reflexión y práctica, todos podemos conseguir mejoras sustanciales en nuestra inteligencia de riesgo.
Extracto del libro 'Risk Intelligence', de Dylan Evans
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