"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

lunes, 28 de mayo de 2012

A veces la evidencia no es evidente

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Por:
Krugamn
Obama llega a un acto sobre empleo y economía en Detroit, en abril. / REUTERS
Este parece ser un periodo con reacciones a lo que piensa la gente –o, demasiado a menudo, lo que no piensa- respecto a que la economía asuma un papel protagonista.
Justin Fox, director editorial del grupo Harvard Businees Review, publicó recientemente un interesante artículo en HBR.com en el que documentaba algo que yo más o menos sabía, pero que me alegra ver confirmado: la gente no es muy receptiva a la evidencia si esta no procede de un miembro de su comunidad cultural.
Esto saltaba a la vista en los últimos años.
En el artículo 'Don’t Like the Message? Maybe It’s the Messenger' [¿No les gusta el mensaje? A lo mejor es el mensajero"], Fox escribe: "Piénsenlo la próxima vez que oigan un argumento que a ustedes les parezca lo más estúpido que han oído nunca. ¿Es el argumento lo que les molesta, o el grupo al que creen que pertenece el que lo expone?
Fíjense en lo que los diferentes bandos de este debate económico han estado prediciendo los últimos seis o siete años. Si obtenían sus opiniones de, digamos, la página de opinión de The Wall Street Journal, sabían -sabían- que no había burbuja inmobiliaria, que Estados Unidos en 2008 no estaba en recesión, que los déficits presupuestarios dispararían los tipos de interés, que si la Reserva Federal ampliaba su balance general provocaría una inflación enorme, y que las políticas de austeridad llevarían a la expansión económica.
Es todo un récord. Y a  pesar de ello soy muy consciente de que mucha gente – incluyendo a los que tienen mucho dinero en juego- consideran que The Journal es una fuente fiable y que la gente como, bueno, yo, está trastornada y no se puede creer en ella. Gran parte de esto, por supuesto, es política, pero entremezclada con cultura: la clase de gente que recurre a The Journal o a páginas de inversión de ideología de derechas pueden ver claramente que soy un liberal de esos que toman café con leche, que probablemente está a favor de los derechos de los homosexuales, que no venera a los que alcanzan el éxito económico y que sencillamente no forma parte de su tribu (la verdad es que prefiero un buen café de cafetera, y lo tomo solo, pero por lo demás es exacto).
Supongo que en mi afán por mejorar la política y la comprensión debería intentar encajar mejor: quitarme la barba, aprender a jugar al golf, empezar a usar el verbo impactar. Pero probablemente no engañaría a nadie aunque lo intentara. Y en consecuencia, siempre habrá un gran grupo de gente a la que nunca convencerá cualquier prueba que yo presente.
Lo cierto es que hoy he mantenido una correspondencia en cierto modo maravillosa; el corresponsal había leído mi nuevo libro, Acabad ya con esta crisis, y estaba teniendo dificultades para encontrar un caso en el que yo haya presentado los hechos engañosamente para apoyar mi programa ideológico. ¿Podría por favor ayudarle a encontrar en qué partes del libro hago eso?
En fin. Se hace lo que se puede.
La batalla de las barbas
Felicitaciones a Robert Samuelson por los serios esfuerzos que hace para tratar de resolver la disputa sobre la política monetaria.
"Además de Krugman, hay otros economistas que defienden una inflación más alta. Pero no Bernanke", escribía Samuelson hace poco en una columna para The Washington Post. "La teoría de Krugman podría ser acertada. Responde a unas ganas comprensibles de que se haga algo respecto a la débil recuperación y a los millones que se han quedado sin trabajo y sin esperanza. Pero en este debate, estoy del lado de Bernanke. Flirtear con más inflación es peligroso".
Yo creo que estoy en lo cierto (pero claro, es lógico que lo crea, ¿no?); y deberían saber que muchos economistas acreditados, entre ellos -pienso- la mayoría de aquellos a los que les preocupaba el límite inferior cero antes de que llegara a producirse, están de mi parte. También creo que a la hora de evaluar los riesgos, hay que tener en mente el inmenso peligro de dejar que el desempleo elevado se enquiste. Pero, ojalá que hubiera más discusiones económicas como esta, en lugar de la fraudulencia que impregna la mayor parte del debate.
O, por decirlo de otro modo, no creo que todo el que no esté de acuerdo conmigo sea estúpido y/o malvado; solo los que verdaderamente son estúpidos y/o malvados.
© 2012 New York Times
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