"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

viernes, 20 de abril de 2012

Cuidado con el círculo vicioso de la austeridad

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Por: Trichet
Trichet, en un acto reciente en Bruselas. / REUTERS
Uno de los argumentos clave que utilizan los defensores de la austeridad fiscal, incluso en una economía profundamente deprimida, consiste en una especie de versión macroeconómica de la apuesta de Pascal. Sí, admiten los de mentalidad más abierta, los costes del crédito son muy bajos en Estados Unidos y Reino Unido. Sí, la aritmética da a entender que recortar el gasto ahora sirve de muy poco si lo que queremos es mejorar las perspectivas fiscales a largo plazo. Pero nunca se sabe; puede que el último billón de dólares de gasto sea el que provoque una repentina pérdida de confianza del mercado y nos convierta en Greeeeeeecia (se oyen ruidos aterradores).
Dejemos aparte la enorme diferencia entre los países que tienen su propia moneda y los que no (y que se endeudan o no en su propia moneda). Permítanme, en vez de eso, señalar que hay otros riesgos.
Concretamente, si permitir que una economía siga persistentemente deprimida reduce las perspectivas de crecimiento a largo plazo —y hay bastantes pruebas a ese efecto—, entonces la austeridad en una economía deprimida tiene unos costes enormes e incluso puede conducir a un círculo vicioso de reducción de las posibilidades que lleve a una austeridad todavía mayor y así sucesivamente. De hecho, puede que al Gobierno del primer ministro David Cameron le esté pasando eso ahora mismo.
Así que, ¿reconocerán los adalides de la austeridad que podrían estar cometiendo un error terrible? ¿Que, lejos de defender el futuro, puede que estén destruyéndolo?
‘Chutzpah’ macroeconómico
El chutzpah, según la definición antigua, consiste en asesinar a los padres y luego pedir clemencia porque uno es huérfano. Me encontré pensando en esa definición cuando leía la crónica que hizo Justin Fox de unos comentarios recientes de Jean-Claude Trichet.
“Jean-Claude Trichet, que se ha jubilado hace unos meses, no se arrepiente de nada en relación con sus ocho años de mandato como presidente del Banco Central Europeo”, escribía Fox, el director editorial de Harvard Business Review Group, en un artículo para HBR.org. “Al menos, eso es lo que dijo en la Escuela Kennedy de Harvard una tarde cuando un alumno se lo preguntó sin rodeos. ‘No me arrepiento de nada’, fue la respuesta. Pero escuchando la charla completa... estaba claro que Trichet sí se arrepiente de algo de los últimos años. Se arrepiente de que los economistas no le aconsejasen mejor”.
Trichet lamenta lo que dice que fue el fracaso de la macroeconomía a la hora de proporcionar una orientación útil durante la crisis. En general, comprendo esa opinión. Gran parte de la macroeconomía moderna resultó ser no solo inútil sino realmente dañina, porque socavó el consenso macroeconómico viable que antes teníamos; un consenso que podría y debería haber proporcionado una respuesta más adecuada.
¿Pero que lo diga Trichet? Después de todo, su sello distintivo durante la crisis fue una disposición, incluso compulsiva, a arrojar por la ventana las cosas que realmente sabemos. Tiró todo lo que sabemos sobre la demanda agregada para sustituirlo por la doctrina esencialmente inverosímil (y ahora fallida) de la austeridad expansiva.
Y ahora, tras haber rechazado e ignorado deliberadamente lo que la macroeconomía tenía que decir, se queja de que la macroeconomía no ofrezca una orientación política útil. Alucinante.
© 2012 New York Times
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