"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

sábado, 7 de mayo de 2011

A punta de lápiz

Por Carlos Manuel Balán Carballo 

Solo sé que no sé nada, suena filosófico, pero es verdad. Cuando de analizar la economía se trata, surgen diversidad de criterios, quejas, críticas y sobre todo deseos y aspiraciones de las personas de obtener más beneficios y no siempre está la acción de aportar en correspondencia. Es complejo y controvertido el asunto. ¿Cómo explicarlo?

Todos los que trabajamos en entidades estatales, deseamos, me incluyo, un mayor salario; justa pretensión. Bien. El estado dicta una orden de que se incrementen estos, aplaudimos la decisión y empezamos el mes siguiente a recibir una masa de dinero superior, pero no hemos incrementado en igual o mayor magnitud el volumen de productos y servicios y como arte de magia, casi un fetiche, los precios de los productos se disparan y usted vuelve al mismo lugar donde estaba antes.

En este escenario cambiante, algunos trabajadores por cuenta propia aspiran a que el negocio puesto en explotación sea tan próspero, que lo conviertan de la noche a la mañana en acaudalados hombres de negocios y convierten la ley de la oferta y la demanda en una especie de castigo al impuesto, vengándose de sus usuarios o clientes, esos que diariamente compran o reciben sus servicios, con precios sobredimensionados, que simples cálculos matemáticos señalan que el ingreso recibido está en ocasiones más de una vez por encima de los gastos, incluyendo las obligaciones tributarias.

Reaccionar con subidas de precios excesivos, alegando que el impuesto exigido y el aporte a la seguridad social es causa, refleja ignorancia. El aporte a la seguridad social es sobre todo beneficio a largo plazo y también de inmediato, sobre todo para la mujer embarazada.

El sistema impositivo actual al margen del impacto económico para el presupuesto del estado, también persigue que el que monte un pequeño negocio, lo haga con creatividad y eficacia, lo que implica que sea capaz de brindar mayor cantidad de productos o servicios, con calidad asegurada y precios competitivos.

A esta altura, con la experiencia de algunas de nuestras empresas estatales ineficientes, que hay que resolver, arreglados estaríamos si con mínimo esfuerzo y bajo la sacrosanta relación de oferta y demanda, se permite que uno o varios se enriquezcan, solo porque inflan los precios más allá de lo que la razonabilidad indica, o simplemente con más de una evasiva burlan sus compromisos con el fisco.

Por otra parte, y no existe contradicción con lo anterior, los precios en estas actividades no pueden tener reguladores, lo que hace falta son competidores, para que el nivel de opción sea superior y sobre todo que aprendamos rápido nuestro papel de clientes y nuestros derechos al respecto.

Si de precios se trata también se debe dar una estocada a esas empresas estatales que acumulan ganancias, no por ser más eficientes, ni más productoras y sí por exagerar precios, que se convierten en una cortina de humo de un actuar errático y que al final impactan directamente en el bolsillo del consumidor.

En este sentido hasta que en el mercado estatal y de cuenta propia, en ese acto de compraventa, sea el que compra erogando allí su dinero el que manda y no el vendedor imponiendo sus productos a cualquier calidad y precios, estaremos sufriendo la incompetencia de otros reflejadas en nuestro dinero.

Uno de los mayores retos a enfrentar en la actualización económica que se lleva a cabo, es el transito de la ignorancia, al conocimiento elemental de economía, que permita no la cátedra, sino el sentido común, de que para obtener mayores beneficios se requiere producir y prestar servicios con eficiencia, que equivale a la obtención de resultados con el menor gasto posible.
Por tanto la economía actualizada que necesitamos, es la de esos empresarios estatales y propietarios de pequeños negocios sacando cuentas a Punta de Lápiz, para ver sus economías colectivas e individuales florecer con la satisfacción plena del pueblo, convertido en cliente.
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